Una circunstancia que perjudicará tanto a los consumidores como a las empresas norteamericanas, tal y como advierten los expertos de DWS
MADRID. Las 'guerras comerciales' no suelen ser buenas y nunca son fáciles de ganar. Por el contrario, tienden a provocar pérdidas económicas para todas las partes implicadas, que resultan problemáticas a corto plazo y muy perjudiciales a largo plazo, como ya hemos explicado en ocasiones anteriores. Sin embargo, la repercusión real a menudo tarda en verse reflejada en las estadísticas comerciales.
Como muestra nuestro Gráfico de la Semana, las exportaciones chinas a Estados Unidos se han mantenido bastante estables en términos de valor desde que ambas partes comenzaron a imponer aranceles en julio de 2018. De hecho siguen superando en un 8% los niveles que marcaban cuando el presidente Trump llegó a la Casa Blanca. Por su parte, las exportaciones estadounidenses a China se han desplomado desde el inicio de las tensiones y se han reducido un 8% con respecto al nivel de enero de 2017.
Una breve reflexión explica el porqué de esta situación. En los últimos 20 años China se ha convertido en el principal fabricante, no solo de un amplio conjunto de bienes de consumo -desde ropa y juguetes hasta electrónica- sino también de muchos subcomponentes. Como desafortunadamente hemos podido comprobar desde el comienzo de la pandemia de la covid-19, la producción china abarca artículos tan esenciales como las mascarillas y los ingredientes activos de muchos productos farmacéuticos.
Total, en periodos de doce meses consecutivos, en dólares estadounidenses
Intentar reducir esta dependencia puede parecer una buena idea. De hecho, los países implicados en las guerras comerciales deberían haber empezado por los artículos esenciales a la hora de reconstruir su autosuficiencia. Sin embargo, relocalizar la producción deslocalizada a China requerirá grandes dosis de tiempo y de inversión. Gracias a las ventajas de costes y a las economías de escala, los precios se fijaban cada vez más en China.
Según un reciente artículo de The Economist, parece que se ha empezado a relocalizar la producción, ya que están aumentando las importaciones estadounidenses desde otros países del sudeste asiático. Aun así, se trata de un proceso lento que, además, conlleva un aumento de los precios que pagan los consumidores estadounidenses.
Por el contrario, Estados Unidos exporta principalmente materias primas como el petróleo -para el que China ha podido encontrar rápidamente nuevos proveedores a bajo coste- y productos y servicios de alto valor añadido. Estos últimos se están viendo afectados por unos controles cada vez más estrictos de las exportaciones de tecnología estadounidense, que hacen que las empresas de EE UU parezcan proveedores poco fiables. Está por ver si estas medidas ayudarán al presidente Trump a salir reelegido pero gane o pierda los efectos de las tensiones comerciales podrían resultar difíciles de revertir.
Equipo de Análisis de DWS