VALÈNCIA. La política española ha dado grandes momentos que si los hubiésemos visto por un agujerito serían piezas maestras de la comedia universal. Pensemos en Bartolín y su secuestro fingido. En la Nueva Vía que promovía Zapatero cuando llegó al PSOE y que tuvo que guardarla en un cajón tan pronto como, el maestro de la Tercera Vía, Tony Blair, empezó a invadir países. ¿Cómo serían las conversaciones dentro del PP cuando llegó la consigna de que había que defender la existencia de las armas de destrucción masiva en Irak? Sin embargo, con la excepción de Vota Juan, pocas veces la ficción ha desarrollado estas cuestiones. Solo ha habido sátira política con gags y los sesgos de algún programa de este tipo poco tienen que ver con el humor ni con la crítica.
En Gran Bretaña, la BBC creó una serie, The thick of it, para burlarse de la política moderna. Reírse del tinglado de los asesores, las campañas, los proyectos en Powerpoint y sobre todo de la relación de los políticos con los medios de comunicación. Fueron cuatro temporadas entre 2005 y 2012 cuyo mayor éxito fue que la realidad copiara al arte y los escándalos que empezaron a surgir en el Reino Unido se parecieran a los que habían diseñado los guionistas para plantear situaciones disparatadas
Muchos de los gags de la serie consistían en lapsus linguae. Equívocos que obligan a los representantes políticos a dar marcha atrás y desdecirse inmediatamente ante las cámaras diciendo lo contrario que habían expresado antes. Era un humor al estilo editorial Bruguera, pero que lo que quería mostrar era que a los cargos accedían dinosaurios políticos, que en su carrera de fondo por llegar a ministros no solo desconocían completamente las competencias de sus oficinas, sino que tampoco estaban muy al día del mundo en el que vivían.
Un ejemplo fue cuando a David Cameron le salpicó el escándalo de Rebekah Brooks, salieron a la luz sus mensajes y que la periodista tuvo que explicarle que el LOL con el que firmaba cada texto no significaba Lots of love, sino Laugh out loud. Como declararon los guionistas de The thick of it a The Guardian, un argumento así no se les hubiese ocurrido por excesivo. En ese periódico, por cierto, una columna llevó el nombre de a uno de los personajes más logrados de la serie, el fontanero del partido Malcolm Tucker.
Cuentan que el tándem Iglesias/Errejón no funcionó como el González/Guerra porque en el PSOE, el leninista iba de número dos, no de número uno como en Podemos. Tucker tiene mucho del Alfonso Guerra de los 80 que se dedicó a mantener el partido disciplinado con mano de hierro. De ahí su famosa frase "El que se mueve no sale en la foto". En este aspecto, Tucker puede parecer un personaje grotesco, por lo malhablado, pero tiene bastante sentido cómo se maneja, siempre defendiendo al partido y organizando todos los ministerios para que ninguno se salga del guión que dicta el primer ministro.
Por una cuestión de estilo y elegancia, en la serie los nombres de los partidos no se nombraban, aunque se sabe claramente quiénes son los laboristas y quiénes los tories por las políticas que aplican y cómo se posicionan los protagonistas. No obstante, la carga de profundidad de The Thick of it se encontraba en que la acción transcurría en el Ministerio de Asuntos Sociales, en el cual tenían pocas atribuciones, nadie se lo tomaba en serio y cabían las ocurrencias más delirantes. Una polémica actual en España, la supresión de los centros de Educación Especial en nombre de la inclusión, aparece tratada en la serie.
Entre la temporada 2 y la 3 se produjo un cambio de personajes. Chris Langham, que daba vida al ministro inepto Hugh Abbot, dejó paso a Rebecca Front en el mismo papel de incompetente encarnado en Nicola Murray. El porqué se debe a un escándalo de gravedad. El último episodio de la segunda temporada se emitió el 3 de noviembre de 2005. El 29 de ese mes, el actor era detenido por haberse descargado pornografía infantil a su ordenador. Pero el 14 de diciembre, ganó el premio al mejor actor de los British Comedy Awards.
Ianucci decidió crear esta serie porque consideraba que la democracia en su país estaba destrozada y a los medios de comunicación les daba exactamente igual. Se informó sobre las políticas de Blair, que en aquella época estaba consumando la barbaridad de la invasión de Irak, y le sorprendió que siempre "hacían que todo fuese a peor por preocuparse demasiado por si iban a ir a peor". De estas iniciativas pusilánimes y de su miedo a ofender a la Inglaterra profunda. fueron surgiendo todos los personajes.
Lo que a los españoles nos parece ciencia ficción es que llevase esta idea a la BBC, la televisión pública nacional, y le asignasen un presupuesto para rodarla. No fue generoso, solo le sirvió para grabar tres días en un edificio vacío, pero a la vista está que, encima, los primeros capítulos son los más brillantes. Si solo se tiene talento, se tiene mucho.
La parte tragicómica es que, tras verla, todas las noticias sobre el Brexit y los contradictorios y masoquistas pasos que está dando Reino Unido, se leen como una quinta temporada más. Hasta el punto de que Iannucci escribió un debate entre dos de sus personajes de ficción, Alan Patridge y el gran Malcolm Tucker. Se publicaron a modo de filtración, como en la serie, aunque en ellos Tucker demostraba bastante sentido común. Más que los políticos reales.
Al igual que ocurriera con otras comedias brillantes británicas, como Enano Rojo, la versión estadounidense de The Thick of it no pasó del piloto. A cambio, Iannuci creó Veep, que se parece bastante a nuestra Vota Juan, pero esa es otra historia.