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TikTok redime la caspa: la Generación Z estadounidense está viendo 'Bailando con las estrellas'

Cuando el conocido Talent Show estaba ya agonizando, que Disney lo estaba utilizando para atraer a público mayor a su aplicación, en la temporada trigésimo primera la inclusión de una tiktoker con 150 millones de seguidores ha revolucionado el programa, que ahora tiene un importante público joven. Si logramos acabar los años 20 con chavales más extremistas que nunca y que vuelven a los gustos casposos de siempre será genial que la juventud sea como viejos de 1974

23/11/2024 - 

VALÈNCIA. Habrá quien se piense que los talent shows son un invento de la televisión moderna, pero son más viejos que la tos. En España, son tan antiguos como la propia televisión. Hacia la fama (1957-59), Caras Nuevas (1957), Primer aplauso (1959), Primer éxito (1961), Salto a la fama (1963-65), Danzas de España (1966), Canción 71 (1971), La gran ocasión (1972-74)… 

Por la parte que me toca generacionalmente hablando, tengo un recuerdo muy duro del mío, que fue Gente Joven. Lo odiaba. Recuerdo perfectamente intentar pillar la Bola de cristal, consciente de que llegaba tarde, encender la tele corriendo, ver que estaba Gente Joven y maldecir mi perra vida. No debía tener más de seis o siete años y aún así no lo olvido. 

La cabecera del programa era costrosa. Tenía con mis amigos una frase para describir lo que sentía al verla, que no era asco, sino asquillo. Una sensación desagradable, pero te quedabas ahí profundizando en ella, con una pulsión masoquista. Ocurría lo mismo con las canciones que se presentaban y las personas que iban y lo que decían. Era un no a todo. 

Tuvieron que pasar muchos años para que le prestara atención a un programa de este formato. Los del los 90, El Semáforo y Lluvia de estrellas, me parecían lacras. Es curioso que, en esos años, cuando las alternativas de ocio eran más limitadas que actualmente, que son infinitas, podíamos ser mucho más exigentes con lo que nos ponían delante de los ojos. Aunque veíamos más cosas que ahora, más diversas, era fácil sentirse decrépito con según qué contenidos. 

Pero llegó el día. Con Popstars me amarré a la televisión. Aquello me pareció una genialidad y aún conservo los cedés originales y sin desprecintar, porque me los regalaron en la cadena amiga, no es que me los comprara. También me gustó Fama ¡a bailar! y creo que nunca nada más. Tengo un déficit cultural importante por no haber visto un solo minuto de la primera edición de Operación Triunfo

No obstante, sí me vieron enfrente de Gran Hermano, Supervivientes, Islas varias y demás. Creo que los realities son el punk y los talent shows el country para clases acomodadas. Ni que decir tiene que La Voz, Got Talet, Tú sí que vales o Factor X me parecen todos letanías indistinguibles. Y si ya involucran a niños, un espectáculo execrable. Pero bueno, ya se ha acabado la pesadilla. Los espectadores de la televisión convencional tienen una media de sesenta años. Se supone que la televisión morirá con ellos. 

Incluso la mayoría se limitan a poner de fondo estos programas del prime time, pero sin verlos, lo que hacen es leer invitaciones a prender fuego a personas desfavorecidas en cadenas de Whatsapp y demás contenido digital contemporáneo. Y yo pensaba que todo esto era el pasado y no, resulta que no, que han aparecido nuevas sinergias. 

Lo ha contado el New York Times esta semana. El programa Dancing with the stars, estrenado en 2005, andaba a estas alturas dando tumbos por las parrillas después de 20 años  de murga. La edad media de sus espectadores en 2022 era de 63,5 años. Nadie repararía ya en lo que se pone la gente de esa edad, como nadie repara en lo que se le pone a los menores de cuatro años, pero TikTok, que está realizando una labor estajanovista en la ultraderechización de nuestras sociedades, ha hecho lo imposible: le ha colado este programa a la Generación Z. 

Llevar a influencers a la televisión es el truco del almendruco que se ha intentado y se sigue intentando para refrescar audiencias. A muchas estrellas de lo digital incluso ni les compensa, porque duplican, triplican o cuadruplican las audiencias de la televisión. Pero a estos productores les ha funcionado. En un momento en el que Disney había relegado el espacio solo a Disney +, ojo, para atraer público mayor a la aplicación, la marca estaba moribunda hasta que se les ocurrió, en la temporada 31, meter a Charli D’Amelio, tiktoker de 18 años, a concursar. 

¿Qué aportaba? Pues muchos adjetivos ridículos que no hace falta reproducir porque había detrás un dato mucho más contundente que la lírica: 140 millones de seguidores en TikTok. Ahora, tras su paso por el programa: 155. 

En la siguiente, se apreció el fenómeno  de que las puntuaciones de los concursantes que más contenido habían compartido en TikTok eran más altas. Vídeos entre bastidores eran apreciados por los millones de seguidores de la red social. La apuesta continuó y se llevaron más influencers y personajes reconocibles por el público joven. 

Una de las ideas más brillantes ha sido llevar a Anna Sorokin, una estafadora condenada, que conecta con la Generación Z porque su historia fue llevada a Netflix y protagonizada por Julia Garner. A la ex criminal la expulsaron en la segunda semana, cuando le preguntaron qué se iba a llevar de su experiencia en el programa, contestó “nada”. Esa respuesta se hizo viral. Además, hay bailes que luego la gente se anima a intentar reproducir en TikTok y se vuelven fenómenos de masas tratando de imitarlo. El último, doce millones de visitas

Lo cierto es que estas estrategias no son ninguna novedad. Desde que comenzaron las redes sociales, las televisiones se han volcado en mantener estrategias híbridas para atraer audiencias en todos los frentes. Ha habido programas que, aunque hayan ido mal en audiencias, han creado comunidades de fans online muy activas. Otros, la mayoría, lo que generan  es un efecto arrastre en el que las cadenas pueden sacarse unos duros con sus webs y al mismo tiempo retener público en el terreno digital. 

Sin ir más lejos, Zendaya, la musa de la Generación Z –en palabras de la prensa mu seria- fue a la temporada dieciséis de Bailando con las estrellas, cuando empezaba a destacar en Shake it up de Disney Channel, pero fue en el lejano 2013, un año que ya forma parte del pleistoceno por el cambio tecnológico que ya se ha consumado. 

Lo que es novedad es que la moribunda televisión vaya dando con la tecla en este tipo de estrategias. Sería muy bonito que los Zeta y los Alpha que vienen detrás se enganchen a los talent shows a través de sus redes sociales. Si ya hemos conseguido una juventud intolerante que abraza los extremismos en proporciones nunca vistas, ahora lo ideal es que su ocio sea la caspa de toda la vida. Va a ser bonito acabar los años 20 con unos jóvenes idénticos a viejos de 1973.

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