Parece que este año tampoco tendremos gran melé familiar. Toca replegarse en los cuarteles de invierno y reducir las listas de comensales. De acuerdo, es un bajón. Pero, comer, habrá que comer, ¿no? Pues hagámoslo bien (y bonito)
El espíritu navideño va por familias. Es un “veneno” sentimental-religioso que no se inocula en todos por igual. Pero incluso a un escéptico le sube el ánimo la estampa de caprichos suculentos, cenas opíparas y largas sobremesas con botones desabrochados y mofletes colorados. Esa coreografía de excesos gastronómicos y dipsomaníacos que repetimos un año tras otro tiene algo de opereta de gabinete y, como tal, necesita un atrezo. Las luces, las coronas, las guirnaldas, la cubertería buena y los manteles sin lamparones. Hay que sacar toda la artillería.
Este artículo se dirige sobre todo a aquellos que estrenan casa, familia o espíritu navideño. A los que no se han planteado bajar el pistón y cambiar el plan de besugo por la pizza y el pijama. ¿Cuánto cuesta vestir una mesa con adornos y flores? ¿Qué opciones tengo? Para responder estas preguntas nos desplazamos a Absolut Flora, una floristería que abrió hace tres años en el barrio del Carmen de València, creando a su alrededor una interesante clientela de millenials, modernos y cosmopolitas. También decoran establecimientos de hostelería, como MOMA , Capicúa o la cafetería de Poppyns.
Sus propietarios, Eduardo Gutiérrez y Josep Artes, apuestan por un concepto de floristería accesible a todos los bolsillos, que incorpora la idea de sostenibilidad y cree que las flores no son solo para las grandes ocasiones, sino también para alegrarnos los días corrientes y molientes. Pero estamos en Nochebuena, así que les pedimos que nos monten dos propuestas para la ocasión.
Nos explican que en estos momentos conviven dos grandes tendencias en esto de los adornos florales: la del horror vacui, con mucha cantidad flor, y justo la contraria, el gusto por lo natural y la belleza de lo imperfecto. Mejor la contemplación de una flor de forma bonita o extraña que la saturación visual del ramo compuesto.
Dentro del estilo tradicional, ellos se decantan por el inglés. Aquí lo suyo es abarrotar la mesa con candelabros, velas, jarrones, bolas, frutos y guirnaldas que hacen la función de corremesa. Se combinan flores con cuadros y dominan los colores clásicos de la Navidad: los rojos vivos, los dorados y los verdes. Mandan el nobilis o laurel, el eucalipto, la tuya, el pino, la grevillea, el ruscus dorado, los frutos de ilex y las hojas de magnolio. “Son las especies más duraderas del año. Una guirnalda te puede durar desde el 6 de diciembre hasta después de Reyes”, apuntan.
Para aquellas personas con fobia al barroquismo navideño, Eduardo y Josep proponen vestir la mesa con un estilo nórdico minimalista. Es también una propuesta más sostenible, en la que en lugar de flores, hojas y frutos se utilizan raíces de bonsai, ramas de salix (sauce) y adornos de origami que se guardan después de las fiestas y puedes reutilizarlos todos los años. Como alternativa a las coronas de siempre, podríamos optar por una de avena o una de metal pintada, y en lugar de llenar la casa de adornos de plástico, podríamos utilizar una gran estrella de madera de mango que sirve para colgar o como salva mantel navideño. “Aquí cambiamos la paleta de colores clásica por tonos más cálidos como miel, azul marino y verde oscuro. Este estilo más contemporáneo está ganando mucha fuerza en España en los últimos años”.
“Hay que quitarse de la cabeza la idea de que vestir la mesa con plantas y flores es una cosa para gente rica. Nosotros nos esforzamos por ofrecer un rango de precios muy amplio. Puedes llevarte una corona por menos de 30 euros o un centro de mesa por 300. Si por ejemplo hablamos de los adornos de una mesa para cuatro personas de estilo minimal, tu presupuesto puede ser de 40 euros. Pero, además, siempre puedes echar imaginación e ir al campo a recoger piñas y hojas secas para poner un par de detalles. Hay muchas opciones”, insiste Eduardo.
“Nosotros abrimos esta tienda precisamente para evitar lo que no nos gustaba del resto de floristerías. Nos referimos a esa sensación que te da, al entrar en una, de que eres absolutamente pobre. Creo que la hemos sentido casi todos, y es fatal. La floristería tradicional ha hecho mucho daño haciéndonos pensar que no puedes llevarte nada por menos de 100 euros. Nosotros tenemos un tipo de cliente que nos encanta, que es aquel que solo se compra una flor a la semana. Los precios excesivos que hay en España han delimitado su uso a esas ocasiones en las que no te queda otra, como una boda, el bautizo de tu hija o la defunción de un familiar. En este sentido, vamos muy por detrás de otros países como Inglaterra, Holanda y Estados Unidos, donde las flores se compran para disfrutarlas a lo largo del año”.