Esta semana pasada, desde la televisión de toda la familia, la 8 TV del Mediterráneo, me pidieron que explicase la diferencia entre la solemnidad de todos los santos y la celebración de los fieles difuntos, cosa que hice encantado, pues parece que existe una cierta confusión entre estas dos fiestas, cuestión que me llevó a reflexionar y a generar este artículo.
En estos tiempos que corren, nuestras tradiciones cada vez se ven más suplantadas por nuevas costumbres, fruto de la Aldea global de Marshall McLuhan, en la que vivimos atropelladamente; y seguidamente, por supuesto, si hay nuevas tradiciones, se producirán nuevas formas de vivir, nuevas formas de trabajar, y nuevas formas de disfrutar y sufrir la vida cotidiana. Por eso, no nos podemos quejar, después de realizar ciertos cambios de hábitos, con usos y abusos de costumbres y tradiciones foráneas, que nuestro ecosistema urbano, por ejemplo, cambie.
Porque muchos hablan de mantener (o se lamentan de que ya no sea así) la ciudad habitable para los vecinos, y que estos no sean expulsados por un cada vez más masivo turismo. Pero, claro, si la vida en la ciudad la hacemos incómoda para los vecinos, una continua gincana de bicicletas, patines y demás obstáculos de dos ruedas por una parte, y peatones enfadados por otra, de conductores ofendiditos ante la imposibilidad de llegar a sus domicilios y a los comercios con su coche. El automóvil es un vehículo, por cierto, que necesitan las personas mayores para desplazarse inevitablemente, y también cuando vas con bultos, maletas, niños, carritos de bebe o compras, es lógico que si incómodas al que vive o quiere vivir en el centro de la ciudad, este termine por irse, y ese vacío, dado que el vacío no existe, se rellene por otro tipo de habitantes, como son los turistas, y no por vecinos.
Además, si las leyes y soluciones habitacionales hacen compleja la gestión de inquilinos vecinales, por las cuestiones de la ocupación y desalojo de pisos (entre otros), esto nos lleva a que los propietarios, no digamos ya los fondos, y sobre todo fondos buitres, prefieran tener pisos turísticos a poseer pisos de alquiler para viviendas vecinales, con lo cual, entre otras cuestiones y derivadas, la inflación de los precios en ese entorno urbano del centro (para empezar) es inevitable.
Los negocios de una manera u otra están relacionados con los hábitos y costumbres, la forma de vida, si importamos fiestas como Halloween, una fiesta cristiana paganizada, terminamos comprando todo el paquete de la American Way Of Life, que no es ni mejor ni peor, en términos holísticos, es diferente. Porque en el fondo, y no solo es por esta fiesta, lo que estamos viendo es la perversión de una manera de vivir y ser, y no solo por la acción de otros, sino también porque no la hemos sabido cuidar, proteger y actualizar en parte.
Estas celebraciones, de fieles difuntos y de todos los santos, por ejemplo son unas fiestas de recuerdo de nuestros familiares ya fallecidos, que desde la perspectiva humana es triste, pero de una perspectiva cristiana es todo lo contrario, y hemos transformado esas tradiciones, en costumbres excesivamente fúnebres, en el sentido peyorativo de la palabra; hay que recuperar el sentido de alegría, de la festividad del recuerdo de nuestros antecesores, que estuvieron en esta vida, con sus buenos recuerdos, y de todo lo que nos dieron, además de la felicidad de que estén ya disfrutando del cielo, para los que tenemos la suerte de pensar que hay vida en el más allá.
No digo de prohibir Halloween, ¡por supuesto que no!, lo que se podría hacer es recuperar el Espiritu y Tradición de nuestra cultura milenaria, recuperando la narrativa, la narración, el cuentecito que todo el mundo gusta de escuchar, para ganar mentes y corazones, y en lugar de desplegar todo un sinfín de imágenes cutres de zombies, vampiros, vampiresas y demás figuras estrambóticas y demoníacas, habría que sustituirlo por otra serie de imaginería, también del más allá, pero con más belleza y sobre todo virtudes, ¡mucho ánimo para los diseñadores y guionistas!
Porque recordemos aquella época, volviendo a los cambios en el ecosistema, de la que aún me acuerdo como si fuera ayer, en la que se decía que teníamos que ser competitivos como China, y claro competir con China suponía trabajar como chinos, y terminar viviendo, o mejor dicho mal viviendo y sobreviviendo como los chinos. Pues lo que recogen los datos y estadísticas es que en la globalización ha habido un empobrecimiento de lo que es Occidente, sobre todo el europeo, donde las clases medias sean proletarizado y las clases obreras se han empobrecido, pero claro se ha producido un incremento del nivel de vida en parte del resto del mundo, ya ven la vida es competencia, y ademas se ha producido toda una obra de ingeniería social.
Ahora, como no, es el momento de recordar la celebre cita de Edmund Burke, “para que el mal triunfe solo hace falta que los hombres buenos no actúen”, y no solo es que no actúen, sino que los hombres normales, las personas en general actúan reiteradamente de una forma egoísta, se anteponen hábitos que satisfacen instintos, aunque sean negativos y perjudiciales, como aquel muñeco de nieve que estaba tan a gusto cerca de la hoguera, que de tanto acercarse por estar a gustito, terminó desapareciendo y derritiéndose. Hay ocasiones que lo que nos apetece y nos gusta no es bueno, y solo con la disciplina y austeridad de una fuerte educación (otra tarea pendiente nuestra sociedad), podemos revertir la situación actual de relajación moral y del todo vale, con, por ejemplo, esas bandas de salvajes, con sus violaciones grupales, las agresiones a mayores, los atracos y asaltos, esos cónyuges que no dejan ver al otro a sus hijos tras una separación como venganza en lugar de pensar en el bienestar de esos niños, etcétera, etcétera, etcétera.
Por eso uno de los elementos que siempre buscan aquellos que quieren subvertir y acabar o cambiar un sistema o una sociedad, lo primero que buscan es controlar y dominar la educación. Recuerden el caso extremo de Camboya, lo que hicieron los comunistas de los Jemeres rojos, donde hubo un genocidio de todo aquel que tenía educación, que estaba alfabetizado, era exterminado. La manera de saberlo fue fácil, miraban las manos y aquellos que no tenían manos endurecidas por el trabajo manual del campo o de la obra, se consideraban que eran manos de escribientes, y allí mismo eran ejecutados, o eran amputadas sus extremidades, como forma de tortura a la vez de ejecución.
Las tradiciones, de una manera u otra, se conectan con la economía, con los negocios, y están conectados, inevitablemente con el cuento, el relato que la sociedad tiene como ilusión y proyecto existencial colectivo, ahora puede ser todos los santos, después puede ser un cuento de Navidad; porque recuerden sí no vives como piensas, terminas pensando cómo vives.