VALÈNCIA. En torno a una mesa uno vive los más agitados debates, con una copa brinda por las buenas noticias y sobre un plato encuentra el confort para superar las malas. Aunque las lágrimas o risas van a cargo del usuario, las historias en torno a los objetos con los que convivimos empiezan antes incluso de que estos sean comprados y colocados en el debido estante o habitación. Con el café recién preparado nos sentamos en torno a la isla de una cocina para hablar de ese proceso de gestación, de un verbo -’diseñar’- a partir del que todo se crea. Y no, siete días nunca son suficientes para inventar nada. Para ello citamos a cuatro representantes del sector, cuatro perfiles distintos con los que debatir sobre la profesión, el aspecto emocional y el factor valenciano.
A saber: Adrián Salvador, fundador junto a Lucas Zaragosí de la firma Savage, una evolución de Siemprevivas con la que ahora integran moda, accesorios y objetos para el hogar; Raúl Durá, uno de los tres pilares del estudio La Mamba, con quienes ha firmado recientemente un proyecto de mobiliario urbano para Coca-Cola Iberian Partners que este año llegará a 25.000 terrazas; Clara del Portillo, una de las dos mitades de Yonoh, desde donde diseñan para empresas como el gigante Porcelanosa, estudio que suma numerosos premios en su haber, como el Red Dot o el Wallpaper* Design Awards; y Ricardo Alcaide, quien desde su despacho crea escenografías que han vestido desde stands en Feria Valencia a un escenario para el gobierno chino, un mastodóntico proyecto que acogió la obra ‘Qi es el cielo’. Son ellos los encargados de mejorar todo aquello que nos rodea, siendo propietarios antes que nosotros mismos de nuestras cocinas, sofás o ropa. Tu casa es la suya. Antes de empezar a hablar nos cercioramos de que Bertín Osborne no ronda por la cocina, nunca se sabe. Todo listo. [Entrevista publicada en la revista especial Zoom Plaza en el mes de noviembre]
-¿Qué posibilidades os ofrece operar desde València?
-Clara Portillo: A nosotros trabajar desde València nos ha iniciado en el sector del mobiliario, la industria del mueble era muy grande y teníamos muchas oportunidades. Nos ayudó a empezar, pero una vez teníamos la cabeza metida, no creo que la ubicación del estudio sea tan importante. Hoy por hoy trabajamos alrededor del mundo y nuestros clientes valencianos son contados. Internet es todo.
-Raúl Durá: Al principio te ayuda a lanzarte, el hecho de estar cerca y poder desplazarte en coche a ver a las empresas lo hace todo mucho más fácil.
-Ricardo Alcaide: Es cierto que ha habido una cierta deslocalización, sin embargo hay una rama muy importante aquí, que es artesanal y de la que yo me nutro. El cliente busca el buen acabado que tenemos en València, les interesa la mano de obra de aquí en este ámbito.
-Adrián Salvador: Hablamos de negocio, pero también hay una parte personal, que influye mucho en la manera de trabajar. Establecerte en un lugar determina lo que haces, somos lo que vemos. Hay ciertas cosas que aporta València en la manera en la que creamos.
-R.A.: Y no hace falta irse fuera de España. Vas a Madrid y se sorprenden de lo que se hace aquí.
-A.S.: La identidad la aporta sobre todo el artesano, porque vivimos en un mundo global. Estamos en camino de perder esas fronteras. Francia, por ejemplo, ha tenido una serie de personajes referente en el mundo de la moda que han pasado a la posteridad, no sé si aquí eso existe.
-R.D.: No creo que haya una identidad clara del estilo valenciano y más hoy en día en el que te nutres visualmente a nivel internacional, en ningún momento miras la localización.
-C.P: Sí creo que nos influencia, pero no nos define como un estilo particular. No es lo mismo vivir en Noruega que aquí. En nuestro caso, más de un cincuenta por ciento de nuestra trabajo es internacional, tanto europeo como de otros continentes. Nuestro cliente nacional es residual y el local prácticamente no existe. No trabajo con los valencianos porque sean de aquí, sino porque son empresas importantes en su sector a nivel nacional.
-R.A.: En mi caso, los proyectos que vienen de fuera sí buscan al profesional de València, quizá por nuestra tradición creando corpóreos en las Fallas, ese tipo de modelado y colorido. Esos colores mediterráneo y el trabajo específico de volumetría sí hicieron que se decantaran por mí.
-Diferente, atractivo, funcional... ¿Cómo debe ser un buen diseño?
-A.S.: Un objeto tiene que tener una función, pero no es lo único.
-C.P.: Además de tener una función tiene que cumplirla bien. Eso es lo más importante. La estética depende de los ojos que lo miran.
-R.D.: Muchas veces me sorprendo cuando alguien dice, por ejemplo con las sillas: es incómoda, pero como 'es de diseño' se justifica. Aparece ese adjetivo de 'de diseño'. O cumple la función bien o estás planteando un mal diseño.
-C.P.: Me hace mucha gracia eso de 'es de diseño'. Absolutamente todo lo que hay en el mundo está diseñado por alguien. Bien o mal, con mayor o menor fortuna.
-R.A.: Yo me formé como diseñador gráfico y trabajaba en agencias, después pasé al ámbito de la producción y recuerdo que mi primer proyecto fue una escenografía. Cuando lo bajé al taller me dijeron: esto no se puede construir. Entonces aprendí a diseñar con mente de constructor. Tengo que pensar en el transporte, los accesos... si algo falla acarreará problemas al productor a la hora de girar.
-A.S.: En el mundo de la moda, con el que yo estoy en contacto, la función no tiene mucho sentido. En este caso me gusta mucho hablar del libro 'El diseño emocional', de Donald Norman, porque es importante la función pero también lo que te suscita, por qué coges un vaso y no otro, por qué te sabe mejor el vino en un vaso alto y no chato... si hablamos de funcionalidad no sé cuál tienen los tacones, entonces entramos en el terreno de cuestiones como la confianza.
-¿Cuál es el elemento extra al que dotáis de vuestros proyectos?
-C.P.: El noventa por ciento de las cosas que diseñamos son cosas que nos gustan y que compraríamos. Tus propios gustos son importantes, no trabajamos para empresas que no nos guste lo que hace. Antes más, pero hoy tenemos la suerte de poder seleccionar. Nuestro trabajo es, aunque suene banal, convertir en bonito las cosas que nos rodean. Efectivamente tiene un aspecto muy emocional, compro algo porque me genera felicidad.
-R.D.: Sobre todo trabajamos por mejorar un producto que ya está en el mercado, la mayoría de veces no se desarrollan nuevos sistemas. Por ejemplo, en la silla de terraza que hicimos para Coca-Cola había un objetivo muy claro y era que se tenía que poder apilar. Concepto y detalle son dos elementos que tratamos de potenciar a la hora de desarrollar un nuevo producto.
-R.A.: Y la creatividad, el acabado estético. En la escenografía trabajas sobre un texto teatral que hay que desestructurar, analizar para llegar a una propuesta creativa que funcione con el espacio, la iluminación, los actores y el vestuario. No es tan definido como un producto, pero sí hay que presentar una propuesta plástica que funcione con el resto de departamentos.
-A.S.: Hay que invertir tiempo para diseñar un buen objeto. Vemos a grandes empresas que sacan cosas día tras día y te das cuenta de que no se ha dedicado tiempo. Pongo siempre el ejemplo de los arquitectos. Ellos tienen tiempo para poder proyectar un elemento porque saben que ese objeto -que es la casa- va a estar ahí muchos años. Los diseñadores tenemos que pensar cuál es el presente pero también el futuro de ese diseño, qué va a pasar con eso, cuál será su segunda vida.
-¿Arriesgan las empresas en diseño?
-C.P.: Se arriesgan un poco, pero si se sale demasiado de lo que hay, aunque el proyecto les guste, intentan hacerlo menos bestia. Al fin y al cabo hay que comprender cuál es su mercado. Sí es cierto que hay gente que se arriesga mucho, pero no suelen ser empresas españolas.
-A.S.: Actualmente se arriesga más en comunicación que en el propio producto.
-R.D.: Y después hay perfiles de empresas que, como a nivel de comunicación son muy potentes, en el producto tienden a ser más conservadoras. También depende del momento económico en el que se encuentra, venimos de una situación que se basaba en aguantar y sacar cosas para vender. Ahora estamos teniendo una sensación de apertura, de una recuperación en la que muchas empresas están empezando a interiorizar ese 'riesgo' y a dar más cartas para jugar.
-A.S.: Para poder emprender necesitas ser disruptivo, ¿para qué vas a hacer algo que ya existe en el mercado?
-C.P.: Sí se nota que ahora, por el contexto económico, están más dispuestos a desarrollar cosas nuevas, diferentes, a introducir nuevos sistemas productivos... la recuperación económica ha ayudado, evidentemente, porque era el diseño lo primero que se quitaban de encima cuando no tenían dinero. Un error. La diferenciación pasa por un cambio, por arriesgarse. Hay más empresas fuera que asumen este riesgo, pero también porque tienen una tradición de diseño más larga. Muchas empresas españolas lo hacen, pero si aquí tenemos una tradición de 30-40 años real, en otras partes del mundo llevan el doble o triple invirtiendo en diseño y eso se nota.
-A.S.: Al final València es un sitio perfecto para empezar, el problema real es a la venta. Nosotros, que tenemos nuestra propia marca con nuestro producto y un estudio en el que trabajamos para otros, tendemos a ser más conservadores en nuestro producto. Tenemos las herramientas para crear pero no tenemos una sociedad que lo consuma. Ahí hay un problema: la educación en torno al diseño y al consumo.
-R.A.: A la sociedad le queda mucho por conocer qué es y el impacto económico que tiene el diseño.
-¿Valora el cliente la diferencia?
-A.S.: La empresa debe explicar por qué cuesta más un producto que otro, comunicarlo.
-C.P.: También creo que la relación de objeto de diseño con objeto caro es bastante errónea. Las empresas que apuestan en diseño invierten más en comunicación, sí, pero la inversión en diseño no repercute de una manera muy grande en el valor real del objeto. Al fin y al cabo los procesos productivos tienen un coste fijo, la diferencia está en si produces aquí o produces en un país con mano de obra barata. Todo el producto nacional tiene un coste alto, tiene que ver con la infraestructura.
-R.D.: El diseño tiene que ir relacionado con calidad. Por ejemplo, en un sofá, te das cuenta rápidamente de la diferencia entre uno de 500 euros de unos grandes almacenes y otro de 2.000 euros. Notas que hay distintas espumas, densidades... cuando te sientas lo justificas. El precio no tiene que justificar todo.
-C.P.: La sociedad española está muy joven todavía. No tenemos un nivel adquisitivo muy alto en comparación con otros países europeos. Los diseñadores trabajamos para empresas de calidad y eso quiere decir que ese objeto tendrá un precio más elevado.
-R.A.: Recuerdo que antes era carísimo producir en valencia
-A.S.: A raíz de la crisis cerraron muchos negocios, pero muchas firmas están volviendo. Para nuestra marca de bolsos ONESIXONE producimos en Ubrique, en España,donde producen firmas más baratas hasta Louis Vuitton, que han dejado China o Marruecos.
-Responsabilidad, diseño circular… ¿son conceptos que se tratan con las empresas con las que trabajáis?
-R.D.: Nosotros, además del estudio, tenemos una pequeña editora con la fabricamos una serie de objetos y casi todos los proveedores certifican, por ejemplo, que la madera viene de bosques controlados, etc. Son cuestiones éticas que también piden muchos clientes, no todo vale.
-A.S.: Gran parte del trabajo es del diseñador, el de hacerle entender a la empresa estas cuestiones. Es cierto que hay una banalización bestial de conceptos como 'artesano' en marcas de primera mano.
-R.D.: Ha pasado a ser un concepto de marketing puro y duro.
-C.P.: Personalmente creo que no es algo que la gente mire ni que nos pida, y cuanto más grande es la empresa menos voz tenemos. Cuando no tienes acceso a la persona que decide no puedes hacer entender esas cuestiones. Es difícil.
-R.A.: También viene marcado por el presupuesto.
-C.P.: Es como en las Fallas, ahora están hechas de poliexpan. Cuando mis amigos me dicen que me apunte siempre contesto: cuando hagáis una falla ecológica, que no tire humo negro, lo haré.
-R.A.: Con lo cual los diseñadores también somos responsables de la segunda vida del producto.
-¿Qué habéis aprendido de los proyectos fracasados?
-R.A.: Es más fácil que los proyectos salgan mal que bien. Muchos errores se solucionan cuando montas o entregas. La creación ya da pie a la equivocación.
-C.P.: Nosotros hemos aprendido a elegir bien con quién trabajamos, desde el momento en que eliges mal la empresa para un producto determinado hasta trabajar con empresarios caraduras que se apropian de tus diseños.
-R.D.: Los inicios son bastante salvajes, a cualquier empresa le dices que sí. En una ocasión desarrollamos una marca de mobiliario exterior desde cero y después de dos años de trabajo la empresa cerró y piensas: ahora qué hacemos. Eso nos sirvió para aprender a trabajar con proveedores, a comunicar de una forma diferente y, al final, fue uno de los motivos por los que iniciamos nuestra propia editora.
-R.A.: Es muy típica la frase: apuesta por el proyecto y seguiremos trabajando más.
-C.P.: Todos fallamos al principio, cuando empezamos nuestras carreras. Tropezamos, nos caemos, nos ahogamos... pero todos estamos aquí, así que algo hemos aprendido.