VALENCIA. En su Història de la Literatura Valenciana, un extenso y buscado volumen publicado en 1995 por la extinta Institució Valenciana d’Estudis e Investigación, Josep Lluís Sirera, despedido ayer por sus amigos del teatro y colegas de universidad, utilizaba como cita introductoria una frase del filósofo y franciscano Francesc Eiximenis que afirmaba que “la terra aquesta produeix los hòmens aguts, e súbtils, e entricats”.
Creo que así era el propio Sirera. Un hombre trabajador, discreto, historiador pero sobre todo amante de la literatura y el teatro. Se nos ha ido de repente, en plena madurez intelectual y cuando todavía debía dedicarnos muchos años más a explicarnos nuestra realidad teatral y literaria, o a recopilarla en toda su extensión para guardarla en nuestras bibliotecas y poder consultarla cuando nos agobiasen las dudas
No se ama el teatro sólo acudiendo a estrenos, coleccionando textos, divagando sobre la escena sino sobre todo creándolo, estudiándolo y explicándoselo a la sociedad que a uno le rodea. Sirera, miembro de una estirpe amante de verdad del teatro y dedicado a él en cuerpo y alma junto a su hermano, el también dramaturgo Rodolf Sirera, con el que creó casi todo su corpus teatral, era dramaturgo, sí, pero sobre todo historiador; un hombre que junto a otros de su generación o no, caso de Antonio Díaz Zamora, Manuel Molins, Casimiro Gandía, Juli Leal, Antoni Tordera o Sanchis Sinisterra, por poner unos breves ejemplos, ayudó o participó activamente en la renovación de la escena teatral valenciana desde el llamado teatro independiente, aquel que durante los setenta, y luchando a contracorriente, abrió la puerta a las nuevas dramaturgias y a una renovada generación de actores, actrices, dramaturgos y directores.
No me corresponde revisar su obra dramática, bien enumerada y analizada ya estos días con motivo de su triste fallecimiento entre los que figuraban, entre otros, títulos como Homenatge a Florentí Montfort, Cavalls de mar, Silenci de negra, Bendicat o El día que Bertolt Brecht va a morir a Finlandia, pero sí quiero poner el dedo en alguna de sus obras menos comentadas, las que no debemos dejar caer en el olvido y ahora he recuperado. Y no sólo me refiero a Història de la Literatura Valenciana –fue Catedrático de Literatura de la Universitat de València hasta hace bien poco-, un extenso trabajo que resituó nuestra realidad de cara a un nuevo tiempo político y cultural sino, por ejemplo, a una de sus obras de juventud, “Pasado, presente y futuro del teatro valenciano” en la que analizaba de dónde veníamos y hacía donde íbamos, un estudio considerado el primer intento de perfilar un auténtico teatro valenciano, o su trabajo en torno al Teatro Principal de Valencia, un escenario que recuperó para la memoria gracias a esta investigación en torno a la historia y actividad del más importante escenario valenciano, un espacio escénico repleto de vericuetos escondidos tras las bambalinas y aventuras que ya nunca caerán en el olvido.
Fue Josep Lluís Sirera, además, un buen ejemplo de aquellos hombres y mujeres íntegros y de teatro que se llevaban mal con el poder. Basta recordar aquel espectáculo, - si no recuerdo mal se llamaba Zero Responsables- crítico con los gobernantes de turno y que programó en la La Nau de la Universitat. Los ataques políticos al espectáculo los consideró, además de censura, un ejemplo de atentado a la independencia intelectual. Ese hecho le llevó a dimitir como Vicerrector de Cultura de la Universitat de València. Fue valiente en tiempos de miedo y cobardía.
En un momento y tras unos años en los que el teatro valenciano ha sufrido todo tipo de reveses perder memorias privilegiadas de nuestras artes escénicas significa perder algo de nosotros mismos y de nuestra realidad cultural. Al menos nos queda su enseñanza y un trabajo que lo mantendrá vivo entre quienes de verdad aman al teatro, la independencia y el compromiso con su sociedad y el mundo y tiempo en el que transcurrió su existencia y al que, sin duda, se entregó de lleno.
Sirera se ha ido entre ensayos de la inminente reposición en La Nau de El día que Bertolt Brecht va a morir a Finlandia. Como los buenos de la escena, pegado a ella.