VALÈNCIA. Este jueves se cumplirá un año del fallecimiento de la histórica alcaldesa de València Rita Barberá tras sufrir un infarto en el céntrico hotel Villarreal de Madrid. Pese a que en ese momento la emblemática dirigente popular ya había salido de la primera línea política del Cap i Casal, el vacío que dejó su marcha no ha podido ser cubierto a día de hoy por el PPCV.
Diversas causas habían conducido a la estructura local del partido que lidera Isabel Bonig en el ámbito regional hacia una profunda crisis. Pese a que Barberá no ostentaba cargo orgánico alguno, resultaba más que evidente en sus años de mayoría absoluta que nadie se movía en la capital si la alcaldesa no daba su autorización. Tras la derrota electoral y el posterior estallido de la Operación Taula, en la que nueve de los diez concejales electos se encuentran investigados incluido el ya ex secretario general local Alfonso Novo, Génova en sintonía con Bonig impuso una gestora que preside el diputado Luis Santamaría.
Mucho se ha hablado e incluso algunos dirigentes del partido lo han verbalizado: Barberá no supo retirarse a tiempo. Una afirmación que sus defensores rechazan aludiendo a que cumplió el último servicio que le solicitó Mariano Rajoy presentándose a unas elecciones que, según las encuestas, se habían puesto muy cuesta arriba. Más allá de un análisis ventajista de cómo se manejaron los tiempos por parte de Barberá, lo que sí se evidenció tras la derrota electoral y posterior viaje a un escaño del Senado es que no había un plan -o si lo había se truncó por la acción policial- para una sucesión de garantías.
La alcaldesa mantuvo a lo largo de los años un equipo notablemente compacto en la que no solían prodigarse nuevas incorporaciones en las sucesivas citas electorales. El grupo municipal, el que Barberá había elegido, quedó huérfano de líder con su marcha del consistorio y posterior fallecimiento. Ya entonces arreciaban los problemas por la investigación judicial y Bonig no tenía ninguna intención de poner a prueba su crédito en la defensa de los ediles investigados. De hecho, la líder regional ya había dejado claras sus intenciones exigiéndoles el acta y, ante la negativa, envió la pelota a Génova. Un balón que, dicho sea de paso, se quedó en el tejado madrileño y sin que nadie a día de hoy lo haya ido a buscar.
Más allá de la tensión entre los ediles y la dirección regional además con la propia gestora que preside Santamaría, el problema para el PPCV es que un año después del fallecimiento de Barberá no se vislumbra la solución. La falta de un referente local claro para el partido es evidente. Que venga sonando con fuerza como futuro candidato el nombre del exconseller y ahora portavoz europeo, Esteban González Pons, es una prueba clara de que Madrid no termina de contemplar ninguna solución que no pase por un 'peso pesado' que conozca.
El intento de Bonig de buscar a un independiente que incluso pueda encabezar la lista como candidato parece más bien un revólver de una sola bala. Si un activo de esas características recuperara la Alcaldía, sería perfecto para el PPCV, pero si no lo consiguiera tampoco parece probable que pudiera convertirse en un líder orgánico del partido, que seguiría viviendo en esa extraña -especialmente en la formación popular- bicefalia.
Tampoco las condiciones para el retorno de González Pons son un camino de rosas. Hasta el momento el exconseller se deja querer, aunque no son pocos los que piensan que sus preferencias van dirigidas a seguir progresando en su aventura europea. Ahora bien, si el parlamentario recibe la petición de boca de Rajoy será complicado negarse: algunos ya especulan de las posibles condiciones. De no ganar la Alcaldía y que Bonig tampoco consiguiera triunfar en 2019, quizá podría llegar a ser ministro y regresar como candidato a la Generalitat en la siguiente legislatura.
Más allá de las especulaciones que circulan en los mentideros populares, la realidad es que hasta ahora está resultando complicado hacer carburar el partido en el Cap i Casal. Aparte de la fractura entre dirección y grupo municipal, los intentos por parte de Bonig de cobrar protagonismo en la capital incluso a través de nombramientos o los propios esfuerzos de Santamaría en el manejo de la gestora, la sensación es que el próximo candidato o candidata -que se conocerá en teoría a principios de 2018- tendrá la misión no solo de lograr la Alcaldía sino también de devolver el esplendor perdido del PP en la capital.