NOSTÀLGIA DE FUTUR / OPINIÓN

Un chaquetero granota ante el despertar de los valencianistas

15/08/2020 - 

Esta ciudad sísmica “es como un arsenal. Si alguien pone una cerilla en el lugar adecuado, saltará como un volcán”, dijo el diseñador Pedro Miralles retratado en esta estupenda pieza de Vicent Molins—. Erupciones ha habido por razones, aparentemente banales pero de mucho substrato, como himnos, recetas o la dirección de los acentos en las vocales. 

Otros seísmos han traído a largo plazo tremendas victorias. No debemos dejar de recordarlas: de abajo arriba nos legaron la supervivencia de el Saler, el Cabanyal o la transformación del cauce del río en un gran jardín. Tres símbolos de ciudad abierta, según la definen Pablo Sendra y Richard Sennett en su último libro, Designing Disorder. La ciudad abierta no se degrada sino que mejora con las capas imprevistas de los nuevos usos y añadidos; crece sobre si misma con el paso de los lustros. En cambio, la ciudad cerrada solo puede ser mantenida o deteriorarse: piensen ustedes en los lugares de esa condición.

Tracas han habido unas cuantas y entre ellas mucho petardo. Petardos de sonidos gordos y secos de cola corta e inmediato olvido. De batallas perdidas la historia está llena. Y ofensas, todo el mundo tiene una colección guardada al servicio de su rencor.   

Algunas discusiones pirotécnicas seguirán ahí después del falso paréntesis veraniego cuando la tormenta de la recesión empiece a señalar su inminencia a golpe de trueno. Veremos los resultados. Tendremos que cerrar debates alrededor de la reconversión turística y la accesibilidad inmobiliaria,y la ampliación y el acceso al puerto deberá adaptarse a una globalización regionalizada, como la define Josep Vicent Boira, que estará hilada por buques más pequeños. La ciudad se juega mucho con el planteamiento de la potencial recuperación. No debería haber discusión ni renuncias ante la sostenibilidad de la vida. 

Pero para sostenerse de manera digna, la vida necesita muchas más cosas que pan y techo. Necesitamos garantizar la seguridad de ser nosotros y también expresarnos culturalmente y poder elegirlos circos que celebrar.  

Y el futbol, que no es solo circo, sino que es también cultura,identidad y empresa, está siendo el nuevo/viejo volcán. Un mercado tan arraigado que sus organizaciones son ya de los pocos negocios que usan el nombre del lugar que los acoge como marca. Pasa en la mayoría de deportes profesionales pero pasó de moda para los productores de cemento o las distribuidoras de maderas, ¿recuerdan las valencianas de jabones, transportes o tornillos?

 El futbol de primera nos sirve como metáfora perfecta para explicar la historia reciente de esta ciudad. El València CF, cómo el cap-i-casal,pasó por una recuperación democrática, una ilusión de crecimiento y posicionamiento en el mundo, priorizó objetivos teóricamente secundarios —¿inmobiliarios?—sobre los principales, sufrió el gran guantazo de la crisis del ladrillo, el ajuste institucional, la desintegración de la sociedad civil y —lo que afortunadamente no pasó a escala urbana, pero no por falta de tentaciones—, los cantos de los mesías y la venta a supuestos salvadores.  

Al otro lado de la ciudad, el Levante UD, emulando la dicotomía entre la València central y la marinera, que tan bien ha explicado Felip Bens, supo entender mejor quien era y reconocerse en el espejo. Al igualq ue la ciudad que lo acoge aplicó una austeridad de corte social. No será casualidad que las finanzas del ayuntamiento estuviesen capitaneadas por el querido levantinista Ramon Vilar. El club supo gestionarse desde su posición y contexto, ensanchando su base y arraigándose todavía más con proyectos como la ciudad deportiva en Nazaret. 

Celebro el despertar de la sociedad civil valencianista y no perderé ningún segundo buscando incongruencias en los que antes adularon a quien venía de fuera. Es saludable cambiar de opinión cuando los hechos también lo hacen. Ojalá se recupere el espíritu del 86 y el València CF se convierta en una entidad tan abierta como deseo que lo sea la ciudad. Un equipo que sepa construirse y mejorarse con las aportaciones y los cambios futuros, un club que tenga otras opciones a la mera degradación.  

Aunque yo, he de confesar, por aquello de disfrutar de los circos elegidos y por el amor a València, sin darme cuenta, he ido cambiando el color de la chaqueta y hoy, pienso que para largo, me he despertado un poco más granota; de un equipo que creo que nos representa mejor.