VALÈNCIA.-Pintaba muy bien la cosa cuando le echábamos un vistazo al programa que nos presentaba el Valencia Boat Show antes de que este abriera sus puertas en la antigua Marina Juan Carlos I. Tras el programa había un trabajo bien hecho dejando atrás la monotonía que existe en otros salones náuticos que se celebran en España e, incluso, en Europa. Nacho Gómez Zarzuela, director de la feria náutica valenciana, lo había visto claro. Tras un lustro de aburrida y chabacana feria de compra y venta de barcos había que modernizarse, no solo en la manera de vender sino también en la manera de entretener y de asentar el evento.
Nacho Gómez no quiso hacerlo todo en un solo año porque los grandes prebostes de la náutica de España le iban a tachar de loco, pero sí se atrevió a tomarse licencias que jamás se hubieran puesto en práctica en el salón de Barcelona o en el de Palma. Modernizó el concepto con conferencias verdaderamente interesantes, coloquios que tuvieron un lleno total, exhibiciones a disposición del público en general, entrada libre... y muchas cosas más. Se dejó en la chistera otras muchas cosas que, por supuesto, va a poner en marcha el próximo año. Un éxito ideológico sin precedentes, que se vio salpicado, a mi parecer, de una falta de interés institucional.
Si el salón en sí dio la talla, la infraestructura donde se celebró no estuvo acorde con las circunstancias. Vaya por delante que no sé de quién es la culpa, pero la antigua Marina Juan Carlos I —ahora Marina de València— no estuvo a la altura. La ciudad tiene, probablemente, la mejor marina del mundo donde se han disputado dos de las mejores Copas Américas de la historia, donde su suelo seco ha desgastado los neumáticos de los mejores coches de Fórmula Uno... un despilfarro de millones de los que se hará cargo el Estado Español porque la Comunitat Valenciana es incapaz de pagarlo.
En un momento dado a alguien se le ocurre hacer una feria náutica. Mal asesorado, comienza poniéndole un nombre en inglés — con lo bonito que es el valenciano— y habilita un sitio para colocar un mercadillo de barcos, que a nadie le interesaba. Tras muchas vueltas y cambios de mecenas dan con la tecla buena y fichan a un gestor con casi veinte años de experiencia en las grandes competiciones y eventos náuticos del mundo. Alguien cree en él y dan el paso firme de atribuirle los poderes necesarios para que lleve a cabo la mejor feria náutica de Europa. Conociendo a Nacho Gómez se intuía por dónde iban a ir los tiros. Verle trabajar con ilusión en un proyecto en el que iba a tener vía libre nos ilusionaba a todos. Por fin España iba a codearse con los grandes salones de Europa.
* Lea el artículo completo en el número de 62 de la revista Plaza