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LA NAVE DE LOS LOCOS / OPINIÓN

Un guapo en La Moncloa

Llega el verano con su engañoso optimismo y estrenamos el presidente más guapo de la democracia. Su Gobierno es todo un guiño a feministas, gais y antitaurinos. Como es natural, no esperamos nada de este Ejecutivo con tan buena imagen, pero agradecemos que Sánchez haya cuidado la estética al elegir a sus ministros. A falta de un proyecto creíble, ellas y ellos nos alegrarán la vista

11/06/2018 - 

VALÈNCIA. Aún no me he repuesto de los diez días que conmovieron España. Estoy por tintarme el pelo como Jorge Javier Vázquez. Si cabe extraer alguna enseñanza de lo ocurrido es que nada hay seguro ni en la política ni en la vida, que todo es contingente y está gobernado por la incertidumbre. Con ternura escuchábamos al anciano Mariano sacar pecho en una entrevista radiofónica tras recibir el apoyo de los judas vascos a sus Presupuestos, sólo una hora antes de que se conociese el fallo de la sentencia del caso Gürtel. Luego todo se precipitó con la maldita moción de censura de Pedro el Resucitado, en torno a la cual se configuró una coalición negativa y algo diabólica que tenía como único propósito “echar al PP”. Y la fiesta terminó, como nos recordaba el guasón de Joan Baldoví rememorando una bellísima canción de la añorada Paloma San Basilio. ¡Vaya si terminó! El viernes, el día que se aprobó la moción, el anciano Mariano ya no durmió en La Moncloa.

Su lugar fue ocupado por el ambicioso y corajudo Sánchez. La gente de derechas, con la que tengo un trato asiduo y fecundo, teme que con Sánchez se rompa España, al parecer por haber llegado a pactos inconfesables con la turba independentista, y que ardan de nuevo algunas iglesias. Sinceramente no creo que sea para tanto. Veamos el lado positivo del cambio. Con Pedro Sánchez volvemos a tener a un guapo en el Gobierno, sin duda, el más atractivo de los siete presidentes de la democracia. El George Clooney de la política celtibérica. No tiene nada que envidiarle al principito Macron, al que le falta estatura como a Napoleón.

Ejemplos de presidentes atractivos los tuvimos con Adolfo Suárez, con ese estilo de castellano viejo y chulo que se gastaba, y José Luis Rodríguez Zapatero, con sus ojitos azules que enamoraban a tantas suegras. Lo malo eran las cejas circunflejas. Incluso Felipe, con un aire moruno y fiero, tenía su aquel en los años mozos. Nada destacable cabe mencionar, desde el punto de vista estético, si recordamos al insípido Calvo-Sotelo, al adusto Aznar y al mencionado Mariano.

A falta de mayores alegrías en nuestras tristes vidas, es motivo de celebración contenida que un guapo sea la segunda autoridad del Estado. Lo veo hasta coherente con esta sociedad del espectáculo en la que una imagen, cualquier imagen, por insustancial que sea, valdrá más que todas las palabras del mundo.

Fantasías animadas con el presidente

En vísperas de la llegada del verano, la irrupción del presidente Pedro puede provocar más de un sofocón en su electorado femenino y también masculino. No faltarán fantasías animadas en las tardes tediosas de agosto cuando el vecino nos molesta poniendo la última canción del último abominable cantante latino. Se da por seguro que los índices de homosexualidad —ya de por sí elevados— crecerán de manera sustancial al disfrutar de un presidente con tan buena planta, a quien le queda todo bien. Da lo mismo que vista con camisa blanca y vaqueros como que lo haga con un traje de Ermenegildo Zegna. Siempre va hecho un pincel el muy truhán.

En política económica, el PSOE de Sánchez hará lo que se espera de cualquier Gobierno socialista: salvaguardar los intereses de la banca y las grandes empresas

De su recién nombrado Ejecutivo no hablaremos porque doctores tiene la Iglesia, y de su política apenas nada. Sabemos que la madre naturaleza no le otorgó a Sánchez la virtud de la coherencia. Cuando dice es no y cuando dice no es . Puede que eso le haya servido para llegar tan alto. De Sánchez cabe esperar lo previsible, es decir, que siga siendo un coleccionista de minorías. Como ya se ha visto, mimará a las feministas, los activistas gais, los antitaurinos y a los partidarios de la multiculturalidad, colectivos con unas reivindicaciones que nos despiertan tanto respeto como indiferencia. Habrá gestos en favor de los parados y los dependientes, de lo cual nos alegraremos.

Pero en lo importante, en la política económica, el PSOE de Sánchez hará lo que se espera de cualquier Gobierno socialista: salvaguardar los intereses de la banca y las grandes empresas. Nunca los Botín han estado más cómodos que cuando han gobernado los socialistas. De ahí que el color corporativo del Santander sea el rojo.

Todo esto se irá viendo en las próximas semanas, continuación de una legislatura que el nuevo presidente intentará alargar lo máximo posible, en connivencia con el PP y Podemos, para que el niño Albert, que anda algo alicaído estos días, no le robe la cartera. Está por ver si Sánchez tendrá la suficiente inteligencia para aprovechar el golpe certero que dio en el tablero de la política nacional. Demostró poseer el don de la oportunidad. La fortuna suele sonreír a los osados como él. Pero podría suceder que su triunfo, si no lo sabe gestionar con tino, fuese la semilla de la derrota definitiva del PSOE, un partido que carecía de futuro hace sólo dos semanas. Sería el canto del cisne de nuestra socialdemocracia.

Entretanto, la salvación de la derecha llegará una vez más de la tierra de las meigas. (María Dolores, déjalo estar; lo que no puede ser no puede ser y además es imposible.)

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