VALÈNCIA (VP/EP). La artista alicantina Olga Diego recrea el Jardín de las Delicias de El Bosco en el Centre del Carme Cultura Contemporània de València. La exposición Jardín Autómata es una gigantesca instalación formada por un centenar de esculturas inflable-electrónicas que sumerge al visitante "en un paraíso de libertad creativa y sexual donde el pecado de la carne del que advertía El Bosco es sustituido ahora por el plástico, en una crítica al capitalismo y a la sociedad de consumo". La exposición, que ocupa la Sala Dormitori, ha sido presentada este jueves por el director del Centre del Carme, José Luis Pérez Pont, y la autora, Olga Diego.
Pérez Pont ha explicado que la obra de esta creadora introduce al espectador "en una nueva dimensión del arte donde las obras ya no sólo se pueden observar sino que cobran vida e incluso respiran". Ha destacado además la línea de trabajo de Olga Diego, a caballo entre la performance y la instalación escultórica, y ha recordado que su obra forma parte de la naciente colección de Arte Contemporáneo de la Generalitat Valenciana que también se puede ver en el centro de cultura contemporánea a lo largo de este verano.
Jardín Autómata consiste en una instalación de gran formato integrada por un centenar de esculturas inflable-electrónicas inspiradas en los personajes de El Bosco. El punto focal que provoca la idea, es la 'Cabalgata del deseo' pintada en el panel central del tríptico. En ella, seres humanos desnudos disfrutan, junto con animales de todas las especies, de un mundo de placer sin límites. Estos elementos son los que también aparecen en Jardín Autómata, una "orgía visual y creativa".
"En mi obra busco provocar una experiencia. Tengo la sensación de haber creado en la Sala Dormitori un pequeño microuniverso. La pieza se activa cuando el espectador se introduce en ella, necesita entrar dentro de ella, recorrerla, para poder reconocer a cada uno de los personajes que se mueven y respiran como seres vivos a su alrededor", ha explicado la artista.
Así, diferentes humanoides, cuadrúpedos y personajes híbridos son suspendidos en el espacio de la sala en una composición aérea y en continuo movimiento, mientras otros inflables se encuentran posados en el suelo recreando escenas más terrenales y libidinosas. En esos cuerpos traslúcidos, sus motores, como corazones eléctricos, insuflan aire en su interior, marcando con sus ritmos una indescifrable sinfonía eléctrica. Luces led terminan de conformar los cuerpos y una lluvia de cables y circuitos electrónicos se descuelgan desde las figuras hasta posarse en el suelo de la sala.
En la obra de Olga Diego es muy importante la electrónica: un "laberinto" de cables conectados a un complejo hardware son los que dan vida a estos personajes. Humanoides de todos los géneros, cuadrúpedos sencillos y mestizos, seres híbridos, mujeres de grandes pechos-antena, animales cabeza-globo, la jirafa mutante, chico pájaro con alas-tortilla, huevos y peces con piernas, hermafroditas que vuelan, frutos con tentáculos, perros de dos cabezas, pájaros extraños de alas adaptadas y un largo etcétera.
Olga Diego cree que actualmente uno de los mayores pecados como especie humana no son los deseos sexuales, "afortunadamente ya más libres", sino la conversión en una "sociedad capitalista incapaz de modular un respeto por el medio ambiente". "Sufrimos de un derroche desmedido, y es en esa lujuria consumista donde mostramos nuestro inmenso pecado, el plástico", asevera. "Jardín Autómata ha supuesto un reto constructivo, pero también un insinuante paraíso en cuanto a las formas a crear", añade la autora, quien reconoce que trabaja tensando los límites de lo artístico y lo físico, como en su último trabajo en Londres en el que estuvo 58 horas dibujando sin parar.