Hace semanas que los informativos cuentan que vivimos horas graves en Europa. A nadie se le escapa que los europeos nos enfrentamos al mayor desafío para nuestras democracias liberales desde el final de la Guerra Fría y a la crisis humanitaria más grande desde la II Guerra Mundial.
Ya he comentado antes que estos momentos bien podrían considerarse los últimos estertores de lo que se inició hace más de una década con la quiebra del gigante financiero Lehman Brothers. Una tormenta perfecta de eventos, que comenzaron con la crisis financiera de 2007 y han culminado, tras la pandemia, con la invasión de Ucrania por parte del régimen de Vladimir Putin. Un gran cambio político y social; nuevas reglas económicas y geopolíticas nos aguardan. Un nuevo orden mundial para las generaciones venideras. El mundo tal y como lo conocimos se acaba.
Frente a este panorama, es necesario que quienes defendemos la democracia liberal como el sistema que más derechos, libertades y progreso ha traído a la humanidad, así como los que creemos en los valores europeos, nos unamos. Solo una actuación coordinada y consensuada que proteja el presente y garantice el futuro asegurará que tanto España como la UE salgan indemnes y reforzadas de esta crisis.
Por ello, es necesario que tracemos una Alianza por Europa entre las tres grandes familias políticas del continente: los liberales, los socialistas y los conservadores para gobernar España como gobernamos Europa. Este gran acuerdo ha estado en la base de la construcción europea y los grandes avances que hemos conseguido a nivel transnacional, y es el que opera en las instituciones comunitarias, el que ha hecho posible los fondos europeos, y el que está sosteniendo una respuesta de firmeza democrática en apoyo al pueblo de Ucrania. Es hora de que en España aislemos de la gobernabilidad a populistas y nacionalistas y que quienes creemos en nuestra democracia y nuestro proyecto común pongamos al servicio del interés general nuestros escaños para una nueva mayoría de Gobierno.
No es sólo una cuestión de deber democrático y obligación moral la de apartar de la gobernabilidad de España a quienes se han mostrado titubeantes frente a la invasión de Putin o directamente se han negado a enviar armamento militar a Ucrania, pidiendo de forma velada la rendición del pueblo ucraniano en su lucha por la libertad. Sólo eso justificaría la expulsión del partido Podemos de la coalición de Gobierno y la búsqueda de nuevas mayorías. Pero a esa imperiosa necesidad democrática se une la imperativa urgencia de gestionar alejados de las recetas populistas el presente y el futuro de la economía de la nación.
Hace unos días, la cuota morada del Gobierno se mostraba en contra de que nuestro país cumpla con sus compromisos internacionales con la OTAN para incrementar la inversión en Defensa, sólo por citar el que seguramente sea el ejemplo más palmario de cómo la presencia de Podemos en el Consejo de Ministros está minando el nombre de nuestra democracia. Así, liberarnos del populismo en el Gobierno permitiría a España tener manos libres para acometer reformas que los liberales consideramos necesarias, como incrementar la inversión nacional en Defensa hasta el 2% del PIB y ahorrar a los españoles el coste de los ministerios vacíos de contenido de Podemos que hacen de este el Gobierno más caro de la democracia.
Parece, en suma, evidente que de la mano del populismo es imposible que España pueda asumir un papel de liderazgo en la UE como el que cabría esperar. Por eso, deshacerse del populismo se antoja una urgencia. Pero no basta con eso: los liberales hacemos extensiva a las familias socialdemócrata y conservadora una propuesta para armar una nueva mayoría de gobierno, que cuenta con una valiosa mayoría parlamentaria para gestionar la salida de esta nueva crisis. Pero, además, la presencia de los liberales españoles en esa ecuación garantizaría que se abordaran, de una vez por todas en España y sin la dependencia de partidos que descreen de nuestra democracia y nuestra nación, las reformas estructurales que España necesita desde hace años, a saber: la lucha contra la corrupción, la neutralidad de las instituciones o la despolitización del poder judicial, la apuesta decidida por la natalidad, la conciliación y las familias, las oportunidades labores de los jóvenes españoles, un Pacto de Estado por la Educación o el compromiso con la ciencia y la innovación para llegar hasta el 3% del PIB en la materia.
En definitiva, debemos hacer de esta necesidad virtud. No hay que resignarse a gobernar como siempre, sino que podemos y debemos hacerlo mejor. Unidos, con proyectos que trasciendan una legislatura y que ofrezcan soluciones económicas, políticas e institucionales a corto, medio y largo plazo, podemos hacer una España mejor para sus ciudadanos, más relevante en el panorama internacional y mejor preparada para defender el orden internacional liberal.
Es la hora de tomar decisiones valientes y de que quienes defendemos la democracia liberal nos juntemos para protegerla, y garantizar los derechos y libertades de todos.