Nos situamos en Lamu, Kenya, en un fin de semana cualquiera. Una isla que eligen algunos turistas en busca de destinos diferentes. Una isla especial, auténtica y única, llena de contrastes como cualquier país pobre, cualquier país en desarrollo. Una isla donde puedes pasar del lujo insultante a la pobreza más dolorosa. Una isla donde aprendes a convivir con la pobreza y sus pobres. Una isla donde todos se juntan, donde todos conviven, los ricos y los pobres.
Yo en esa isla convivo con unos y con otros. Es lo que tiene ser blanca. Te abre las puertas a un universo de lujos, al que nunca pertenecería en mi ciudad, sólo por el hecho de ser una europea blanca. Un lujo que a veces te salpica, te asusta y otras veces te alivia y te hace la vida más cómoda porque aunque mi realidad en Lamu ni es de lujos ni es de miserias, yo la vivo más cerca de personas y niños pobres gracias a la escuelita Twashukuru Nursery School. Una realidad que cuesta digerir y que requiere tiempo para acostumbrarse.
Pues bien, por este tipo de estereotipos establecidos nos invitaron a pasar el fin de semana en una de las casa ricas de la isla. Una casa situada en una parte de la isla copada por la gente de dinero que aparca sus vidas en países desarrollados por venir al país en desarrollo en busca de otra vida, otras experiencias y salir de sus rutinas con la misma calidad de vida que tienen en sus países o la esperanza en ocasiones de poder superarla.
Y allí que nos fuimos. Una pandilla formada por gente de aquí y de allí. Europeos que venimos de fuera y kenianos que vive y pertenecen a la isla de Lamu. Todos juntos en una lancha, dirección Manda Beach.
Manda Beach
Manda Beach esta situada en la parte de la península, Manda, que pertenece al archipiélago de Lamu. Hasta Manda llegan los turistas en autobús o en avión y es desde donde cogen los barcos para acceder a la isla de Lamu. Manda Beach es una pequeña playa de arenas blancas, prácticamente virgen, paradisíaca, con inmensos baobabs que tanto nos gusta a quienes venimos de fuera; una playa con unos atardeceres de película, donde paseas kilómetros y kilómetros y puedes cansarte de caminar solo. Una playa sin gente pero copada por casas que enamoran, un hotel de lujo y un par de locales donde puedes ir a comer y pasar el día. Estas casas se han sabido construir con respeto al medio ambiente y están totalmente integradas en el escenario natural de Manda por lo que no suponen una agresión de su entorno. Está todo perfectamente orquestado.
Estas casas pertenecen a mzungu ( extranjeros blancos) que viene una o ninguna vez al año. Son casas que en su momento dieron vida a esta playa pero que desde hace unos años la mayoría están desocupadas y habitadas por alguna persona local contratada para cuidarlas. No son casas abandonadas pero hoy día son casas sin vida. Las casas pertenecen a europeos de diferentes países, y de todas las nacionalidades que ocupan estas mansiones, hay dos casas que pertenece a dos españoles, una casa privada y un restaurante . Llama la atención ver tanto lujo y tan poco aprovechado.
Bien, pues con una generosidad digna de mentar nos ofrecieron una de estas casas cerrada desde hacía dos años para pasar el fin de semana. El día de antes había ido un equipo de limpieza para ponerla a punto pues imaginábamos que tendría sus deficiencias por haber estado tanto tiempo en desuso. Teníamos que llevar la comida para el fin de semana, comprar velas y combustible para las lámparas, poner en marcha el generador, llenar el depósito de agua de la casa y comprar agua potable (porque en Manda no hay agua), etc. Cargados hasta los topes, nos fuimos rumbo a esa casa espectacular con vistas al mar.
Una casa, dos miradas
Como todo en esta vida, la vida se disfruta de manera diferente según la perspectiva con que se mire. Así que con una idea diferente de cómo iba a ser el fin de semana , llegamos a esa playa y a esa casa. Cada uno nos habíamos hecho una idea de cómo iba a ser ese fin de semana, y sobre todo, de cómo iba a ser esa casa.
Desde la postura de los occidentales nos imaginábamos una casa con varias habitaciones, algunas con baño particular y otras con baño compartido. Nos imaginábamos una casa con las comodidades del primer mundo, detalles varios, acondicionada como queríamos que fuera, una cocina cómoda y con lo necesario. En definitiva , unas instalaciones a nuestro gusto. Básicas pero cómodas. Al tratarse de una de las casas perteneciente a la comunidad europea, imaginábamos encontrar una casa como estamos acostumbrados a disfrutar en Europa aunque estamos en África. Error.
El resto de la pandilla eran amigos de Lamu, criados y crecidos en esta isla donde la gran mayoría de la población vive en condiciones poco higiénicas y muy básicas. Una familia media en Lamu vive en casas compartidas por varios miembros de su misma familia. Comparten todas las estancias, camas, incluso colchón, y aunque las casas puedan ser grandes se terminan quedando pequeñas por la cantidad de gente que vive.
Muchas veces duermen sin camas, ponen los colchones en el suelo. Se sientan en el suelo, comen en el suelo y cocinan en el suelo. Quizá sea la falta de mobiliario o la costumbre heredada, pero el caso es que hacen mucha vida en el suelo sobre una especie de alfombras que hacen con hoja de palma y que despliegan y recogen con mucha facilidad. Son los famosos "Njamvi".
Los baños suelen ser letrinas, se duchan o se bañan con cubos de agua y no todas las casas tiene agua corriente. Todavía algunas familias del pueblo van a recoger agua en garrafas, como hacen la gran mayoría de la población que vive fuera del pueblo de Lamu en poblados de casas de adobe. Hay una gran diferencia ente la gente que vive en el pueblo y en los poblados de alrededor.
La luz llegó al pueblo de Lamu en los noventa, hasta entonces las casas se alumbraban con candiles. Una imagen muy romántica que mantuvo a Lamu apartada de cualquier avance tecnológico. Hoy día casi todas las casas tiene luz eléctrica o luz solar que es suficiente para algún ventilador que puedan tener porque la nevera sigue siendo un lujo al alcance de pocos. Y no es fácil vivir sin nevera, al menos a mí me ha resultado complicado hasta que he aprendido las medidas exactas para no desperdiciar comida, comprar al día o los métodos naturales de conservación de alimentos. En fin. Así vivimos, unos y otros.
El caso es que llegamos a esa casa con vistas al mar; a los que venimos de fuera se nos cayó el mundo a los pies, y a los de aquí se les iluminó la cara de alegría. La casa debió ser maravillosa cuando estaba habitada pero no era, ni de lejos, la casa que imaginábamos. Ni unos, ni otros. Para bien y para mal.
Donde unos veíamos una casa sucia, otros veían una casa que habían limpiado para nosotros. Donde unos veíamos que no iba la cisterna del único baño de la casa, otros veían la comodidad de tener baño en vez de una letrina. Donde unos veíamos que había que compartir habitación, otros veían que cada uno tenía su cama con colchón y mosquitera. Donde unos veíamos que no había luz , otros veían que había candiles que alumbraban la noche más hermosa. Donde unos veíamos que no había nada para limpiar, otros veían que había coco de dónde sacar el estropajo y arena de playa para limpiar como antiguamente hacían nuestras abuelas. Donde unos veíamos que no habían manteles, otros vieron que había mesa. Y así sucesivamente. En definitiva: donde unos vimos la oscuridad,otros vieron la luz. Donde unos no veíamos NADA, otros lo vieron TODO.
En fin, que una vez más África me puso a prueba.Y me demostró la creatividad y capacidad de supervivencia que la necesidad consigue despertar en los países en desarrollo. Donde unos no supimos defendernos con comodidad, otros se desenvolvían con una facilidad admirable y, es más, nos enseñaron a hacerlo. De esta manera cuando finalmente conseguimos salir de nuestro shock primermundista, pasamos un fin de semana de ensueño en un lugar privilegiado y... en una casa con vista al mar.