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València a tota virolla

Una mañana con Takashi Matsuo, el ceramista japonés que encontró el mar en València

En su guarida de la calle Consol. Palpando sus peces y sus formas de milmares. Un mano a mano con el artista valenciano y nipón

15/12/2018 - 

VALÈNCIA. Para comenzar este acercamiento al artista valenciano y nipón Takashi Matsuo podríamos trazar todo un bosquejo de paralelismos entre la vibrante estética japonesa y la cerámica de aquí. O podríamos decir que sus obras son tal que él, perfiladas con detalle, cultivando hasta el esmaltado. Pero sería todo mentira, además de muy cursi.

Takashi Matsuo es una de esas irrupciones arrebatadoras que, eso sí, dan pausa y frescura a los días demasiado congestionados de negritud. En la calle del Consol de València, donde el mar está al caer pero todo lo disimula, una entrada discreta tras una puerta corrediza -"tira más fuerte, está muy dura"- permite alcanzar un escondrijo que Matsuo comparte con otros ceramistas o simples artesanos de cualquier edad. Él tiene más de cuarenta, aunque sospechamos que se pone años. Sus platos, sus piezas, comienzan a formar parte de algunos imaginarios de la ciudad. En algunos restaurantes bien afinados las creaciones se posan sobre los materiales que él da forma y remate. 

En su taller dentro del macrotaller, hay formas que transportan a peces de colores elegantes dispuestos a deslizarse a ras de suelo, peces globos bien oscuros, formas a medio camino entre el horizonte de coral y el propio Mediterráneo, u otras, “en ésta estoy trabajando ahora”, que directamente son fiel reflejo de la libertad de su autor.

Takashi, pone en aquella empuñadura. Sus manos mecen con sumo cuidado un globo dispuesto a hincharse. Unos pececitos como angustiados se disponen en un rincón pidiendo una salida. Qué poco llevamos en la nave de Takashi Matsuo y qué ganas tenemos de ponernos a viajar por su historia.

-Ésta no debería ser la primera pregunta, pero… ¿Cómo fue tu primer contacto con València?
-Cuando estudiaba en Japón España me atraía mucho por su arte, porque los artistas eran muy personales, con mucha libertad de estilos. Mi primer contacto con València fue 1997. Estuve viviendo en Málaga e iba a mudarme a Barcelona. Por el camino paré en València y estuve solo dos días. Me parecía una ciudad bonita, pero me pasaron varias cosas que no fueron agradables. Así que no tuve buena impresión y me fui. Pero al final, queriendo ser artista, acabé en academias de arte de València, queriendo ir a la facultad de Bellas Artes. Sin embargo no pasé la Selectividad, no entendía todavía bien el español. Una profesora de la academia me recomendó la escuela cerámica de Manises. Ahí me reencontré con la cerámica.

Foto: KIKE TABERNER.

-¿Por qué la cerámica?
-Puede crear una pieza única de escultura como si fuera pieza de arte (aunque no entiendo bien la definición de arte), al mismo tiempo que puedes hacer la vajilla del día a día usando exactamente el mismo material. La cerámica tiene un camino diverso, profundo y amplio.

Me gusta especialmente cuando haciendo la forma se toca el barro, el mejor momento. Abrir y descargar del horno es el momento de la verdad. Es el momento en el que el ceramista se enfrenta con el resultado de largos procesos. Salga lo que salga hay que aceptarlo. Y aún que salgan las piezas malas, podemos aprender mucho con ellas.

-¿Cómo haces estos peces de aquí?
-Preparo una pella de barro, y hago una plancha manualmente usando el rodillo de madera. Luego lo dejo encima del molde de escayola o plato de plástico. Lo dejo secar un día o dos hasta que esa plancha de barro esté medio seca, en un estado algo sólido pero ni blando ni muy seco. En el mundo de la cerámica se dice “dureza de cuero”. Después hacer la forma recortando esa plancha, pongo engobe (que es como barro líquido) decorando aletas y escamas. Lo seco bien, se cuece a 980 grados. Una vez cocido, esmalto las piezas y se cuece de nuevo entre 1260 a 1280 grados. Y ya está.

-Está muy presente el mar.
-Yo nací y crecí en un pueblo interior de Japón. Mi provincia está en un llano rodeadas de montañas, bastante alejada del mar. Una vez al año mis padres me llevaban a la playa. Era un momento muy especial para mí. Las criaturas marinas me parecían algo muy raro. Pescar, y luego cocinar y comer los pescados muy frescos. Siempre tenía admiración al mar. Suspiraba por vivir cerca del mar. Al mismo tiempo, me sorprendían mucho las criaturas marinas. La forma, el color, la textura, cómo viven. Quería realizar platos de peces para tener en casa, para sentirme cerca del mar esté donde esté. Quiero que mis piezas puedan dar una pequeña felicidad en la vida cotidiana. 

Foto: KIKE TABERNER.

-¿Antes de Manises habías hecho cerámica? 
-Mi primer recuerdo de verdad fue en un taller de cerámica de mi provincia en Japón. Mi madre iba a aprender ahí y un día me llevó. Tenía 16 años. Entonces yo estudiaba bellas artes, pintaba óleo. Quería ser un gran pintor... y no tenía mucho interés en otras cosas. En ese taller hice una taza de té. Disfruté haciendo la pieza pero no descubrí el encanto de la cerámica.

-¿Qué es lo influye de la cerámica de Manises?
-A mi me gustan la piezas tradicional de la cerámica de Manises. La primera vez que ví las piezas de Socarrat, me sorprendieron. Es tan simple, tan primitivo, muy lúdico y bonito. También me pasa con otras piezas como decoración de azul de cobalto. 

-¿Cómo es tu estilo?
-No puedo saberlo todavía, porque estoy buscándolo. Además me gusta hacer muchos tipos de piezas. Hago los platos y piezas de pez, hago las vajillas utilitarias, y también hago las esculturas y murales. Cuando hago las piezas de peces quiero que cumplan la funcionalidad y que a la vez sean algo divertido y lúdico, que dé alegría en la vida cotidiana. Así mismo cuando hago las vajillas utilitarias espero que sean muy funcionales, resistentes, bonitas y originales. En cambio cuando hago esculturas o murales, solo pienso en aquello que quiero hacer, en ideas y obsesiones. Puede que sea un producto de mi ego.

Aprendí la base de la cerámica en Manises, pero hay ciertas influencia de la cerámica japonesa y también de muchas ceramistas de todo el mundo.

-Y tus platos para restaurantes… 
-Últimamente trabajo con el chef Hiro Suzuki de Kamon (calle Conde Altea 42, València). Es un gran profesional. A veces quedo con él y hablamos de la relación entre cocina y cerámica. Siempre hay muchos debates. Avanzamos en nuestras opiniones, intercambiamos las ideas. Así nacen las ideas.

Foto: KIKE TABERNER.

-¿Y qué pasa con la cerámica valenciana? 
-Creo que no solo la cerámica valenciana, sino toda la cultura cerámica artesana de España, hace tiempo que está en un momento difícil. No se valora el trabajo manual de artesanía. Es una problema muy delicado. Claro que no toda la cerámica artesanal es buena. Entonces lo que tenemos que hacer es intentar difundir y revalorizar el trabajo manual (el que está hecho con emoción y corazón). Los ceramistas tenemos que intentar hacer piezas delicadas, emocionantes. Será difícil, pero creo que es necesario.

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