VALÈNCIA. Casi 26.900 personas dejaron València durante el pasado 2022 para instalarse en una localidad diferente de España, una cifra que superó con creces a la de quienes realizaron el recorrido inverso y ubicaron su domicilio en la capital de la Comunitat Valenciana. Los cambios de residencia, por lo tanto, arrojaron así un balance negativo en la ciudad de alrededor de 4.350 personas, un resultado que se repitió también en 2021 y que coincide en el tiempo con los análisis de distintas entidades y organismos, que avisan de que factores como el encarecimiento de los precios de la vivienda podrían estar desplazando a una pequeña parte de los residentes hacia otros municipios.
De hecho, la mayoría de los residentes que abandonó València el pasado año lo hizo hacia otra localidad de la misma provincia, y aunque en las poblaciones más próximas, como Burjassot o Mislata, se observan igualmente saldos negativos en los cambios de domicilio, la tónica en la mayoría de municipios del entorno de la capital valenciana es más bien la opuesta: grandes poblaciones como Bétera, Torrent, Lliria o Paterna, y también otras más pequeñas como San Antonio de Benagèber o l’Eliana, encadenan varios ejercicios con más llegadas que salidas de vecinos a otras localidades del país.
Así lo demuestra la estadística de Migraciones y Cambios de Residencia recién iniciada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), que ofrece el detalle de los movimientos migratorios en cada municipio para poder explicar, junto a las cifras de nacimientos y defunciones, cómo son sus cambios poblacionales. De este modo, si en 2022 València no perdió habitantes pese a su baja natalidad y la marcha de residentes a otros puntos de España, fue debido a que el intercambio de llegadas y partidas con el extranjero arrojó un saldo más que positivo, y compensó así los dos fenómenos anteriores.
En concreto, y según los datos del INE, que analizan adónde se fueron quienes vivían en la capital valenciana a comienzos de 2022 pero trasladaron su residencia a otro municipio antes de terminar el año, un 67% de ellos se mudó a otra localidad de la provincia de Valencia. Por su parte, un 24% se marchó a otra comunidad autónoma, a la vez que el 8% desplazó en cambio su domicilio a las provincias de Castellón o de Alicante.
En este sentido, los datos del Instituto Nacional de Estadística guardan relación con el análisis del Observatorio de Vivienda de la Universitat Politècnica de València (UPV), que el pasado octubre alertaba de que el encarecimiento de la vivienda ya habría terminado provocando la expulsión de algunos residentes de la ciudad. Una situación que se alcanzaba mientras los precios de la obra nueva se situaban por encima del máximo histórico de los 3.000 euros por metro cuadrado y la oferta se reducía un 60% en tres años. Esta realidad, "muy preocupante" para el Observatorio, se extrapolaría de forma similar “a la vivienda de segunda mano y el alquiler”.
Ante este problema, que auguran que se alargará en el tiempo, el director del Observatorio, Fernando Cos-Gayón, expuso que la solución “más eficaz” sería la construcción de vivienda protegida con la implicación directa de las administraciones “con fórmulas que favorezcan la colaboración público-privada, evitando la descapitalización o sobre endeudamiento de nuestras instituciones”. Por su lado, el Colegio Oficial de Trabajo Social de València (COTSV) publicaba esta misma semana un estudio en el que denunciaba el “incremento exponencial” de la vivienda en alquiler y de las habitaciones en pisos compartidos durante los últimos años.
Aun así, el balance negativo entre quienes llegan a València y los residentes que se marchan de la ciudad no es nuevo, y podrían influir otras causas. Por ejemplo, en los meses posteriores al estallido de la pandemia, en los que se confinó a la ciudadanía en sus domicilios, se disparó el interés por viviendas más espaciosas, con terraza y ubicadas en la periferia de las grandes ciudades en contraposición a los edificios y pisos del centro.
Ese cambio de tendencia se ha enfriado progresivamente en los últimos años conforme la situación sanitaria ha ido mejorando, pero la demanda de viviendas unifamiliares todavía sigue siendo a día de hoy elevada, ya que según los datos de compraventa de viviendas proporcionados por el Colegio de Registradores de la Propiedad, en el tercer trimestre de este año una de cada cinco viviendas adquiridas era de este tipo en la Comunitat Valenciana, un registro que se sitúa por encima del que arroja la media estatal.
Más allá del caso de València, un fenómeno similar se produce en las ciudades alicantinas de Elche y Alicante, donde los cambios de domicilio revelan igualmente que el número de personas que se fueron a otros municipios del país fue mayor al de aquellos que se instalaron allí en 2022. En cambio, en las localidades vecinas de Santa Pola o Sant Joan d’Alacant ocurre justo lo contrario, con saldos positivos de varios centenares de personas. Además, en Sant Vicent del Raspeig el balance se aproxima igualmente al centenar.
En términos generales, se observa en toda España que las migraciones interiores recientes favorecen a los pequeños municipios en detrimento de las capitales de provincia, que presentan un saldo negativo global de 40.000 personas en 2022 a la vez que de las localidades de más de 100.000 habitantes se marcharon 8.700 personas más de las que llegaron desde otros puntos del país. En cambio, allí donde no se superan los 10.000 vecinos, el balance fue positivo en más de 33.000 personas.