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Valencia, de la 'smart city' a la ciudad colaborativa

22/10/2015 - 

VALENCIA. El concepto de smart city fue explotado en la última etapa del antiguo equipo del Ayuntamiento de València como nuevo modelo de ciudad. Una ciudad tecnológica, de datos abiertos, que muchos no entendían como aprovechar. Sin embargo, el actual Gobierno intenta alejarse de este concepto que Ricard Espelt, de Apps4Citiziens, describiría como “la tecnología por la tecnología”, para pasar a la tecnología que se utiliza desde la comunidad más primaria y que resuelve el problema de una comunidad. 

Valencia acoge este viernes la jornada “De ciudades inteligentes a las ciudades colaborativas” en las que participarán expertos como Espelt, además de la representantes de Ouishare, organización de referencia de la economía colaborativa con Antonin Leonard hablando de las comunidades como nuevo epicentro, Albert Cañigueral del ciudadano productor o  Ricard Espelt explicando la experiencia de Apps4Citizens y los movimientos sociales. 

El concejal de innovación del Ayuntamiento de València, Jordi Peris, ya explicaba a Valencia Plaza que la intención del nuevo equipo es reconducir el concepto de smart city poniéndolo al servicio de la innovación social. “Estamos tratando de reorientar el sistema de smart city a servicios sociales”. “Las tecnologías de la información tienen un potencial extraordinario pero tienen que estar al servicio de los objetivos políticos y ahora, los objetivos políticos están más dirigidos a lo social, a la participación ciudadana”. 

Los grupos de consumo, los coches compartidos o las monedas complementarias son algunas de las características de estas ciudades colaborativas que pretende un modelo más sostenible y compartido entre los vecinos. Por ejemplo, Apps4citiziens es un proyecto que nace del discurso y enfoque de que otro modelo de innovación al margen del la I+D tradicional es posible. “Se trata de vincular la tecnología a los intereses del servicio, hacer partícipe a la comunidad”, explica Espelt. A partir de ahí ponen el foco en las apps por lo han aceptado como el gadget más perfecto para l instrumentalización tecnológica.

Espelt explica que en algunas ocasiones el discurso de las aplicaciones móviles con la economía colaborativa es muy global donde se sitúan a de emblema a Uber o AirBnB. Sin embargo, en muchas ocasiones este movimiento ha criticado y rehuido este tipo de negocios. “El cooperativismo es un buen ejemplo. Vamos a hacer un puente conceptual que es poder otorgar a la personas  el poder para tener un control de su propia economía”, explica. Pone como ejemplo Pamapam, una aplicación que se pondrá este fin de semana en marcha en Barcelona de consumo  sostenible en la que son los propios usuarios son quiénes marcan los puntos.

“Se tratan de aplicaciones que tratan de articular la economía real”. Cuestiona que en algunas ciudades se haya colocado la tecnología como un elemento importante de por sí y apunta a que el enfoque ha cambiado. “La tecnología se sigue utilizando como elemento importante y vertebrador pero era una visión muy tecnológica y tecnología persé, pero a veces era difícil de recibir el retorno por parte de la ciudadanía”. Ahora se trata de vincular a la visión de lo que necesita la gente.

“Va a generar nuevos modelos de relación de la ciudadanía con el espacio urbano mientras que la tecnología situada desde la visión smart city se trata de primero la tecnología y luego la visión práctica”, destaca Espelt. “En cambio en la visión de la ciudad colaborativa se parte de un punto real”. Espelt destaca que las smart city también se han desarrollado al haber una parte de oportunidad para las grandes ofertas de servicios de grandes corporaciones “que han visto una oportunidad de negocio en la tecnología de las grandes ciudades” pero que tiene un gap importante con el ciudadano.

“Al mismo tiempo que sucedía esto, estaban sucediendo proyectos interesantes de abajo arriba por ciudadanos o grupos de ciudadanos que tenían poco impactos en los medios de comunicación o puntos de encuentro de tecnología de las ciudades pero eran importantes en las comunidades”.

“Puede ser interesante pensar que a veces se toman los problemas muy complejos de una forma global y nosotros hemos identificado y visualizado que es una posibilidad de tomar los problemas localizados de forma particular y que tengan proyectos más experimentales”, apunta. “A veces las ciudades han hecho grandes inversiones pensando que eran soluciones globales y no han encontrado su respuesta porque era demasiado complejo”.

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