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memorias de anticuario

València, la ciudad de las puertas

7/02/2021 - 

VALÈNCIA. Evidentemente no vivo en ningún palacio; lo hago en una vivienda como la de la mayoría de ustedes, eso sí, les diré que el edificio tiene un portalón de acceso de un tamaño no demasiado común en la ciudad, lo que sin embargo en el centro histórico de Valencia no es algo especialmente extraño. Cuando lo abre algún vecino, los grupos de turistas extranjeros que nos visitaban antes de todo este pandemonium, y que observan con ojos escrutador a todo lo que la ciudad les ofrece, se mueva y no, intentaban escudriñar unos segundos colando sus cuellos en el amplio zaguán. Admiraban las molduras que decoran sus paredes y se fijaban en el antiguo ascensor ya centenario, que fue retirado hace un tiempo, y ahí se ha quedado a un lado, tras una decisión acertada de no desprenderse de él, como pieza de museo, especie de buque varado, testigo de los primeros elevadores de la ciudad. En su momento el zaguán era ocupado por el correspondiente carruaje, luego el coche a motor, y hoy se utiliza en buena parte dejar las bicicletas. El signo de nuestros tiempos.

No han sido una ni dos las ocasiones en que visitantes me han mostrado su admiración y sorpresa por algo que a nosotros se nos presenta como mimetizado en el entorno histórico, y en consecuencia, se nos pasa desapercibido: las puertas. Sí, los enormes y pesados portalones de mobila o nogal de muchos edificios de la ciudad histórica y que en buen número de estos llaman poderosamente la atención por su monumentalidad y por la buena salud que presentan a pesar de ser bastante más que centenarias. Puertas que son muchas el traslado a los modelos estilísticos del siglo XIX de las que ya existían en esa casa siglos atrás, más sobrias, y que han mantenido sus hechuras. Aunque el edificio anterior al XVIII ya desapareció al menos en su aspecto exterior, todavía habría que guardar el coche de caballos y se precisaba de una puerta de amplitud suficiente y un zaguán adecuado. Muchas de estas puertas, de hecho, todavía conservan en la parte inferior los correspondientes “salva-ejes”, para evitar que los mentados ejes de las ruedas de los carros golpearan contra las jambas y se partieran. Otra cosa que llama la atención a los foráneos, además de las dimensiones, es el trabajo de carpintería tanto en el diseño como en la ejecución debida a los excelentes talleres de ebanistería existentes dentro y fuera de las murallas en localidades cercanas. Lamentablemente muchas de estas puertas, sobre todo, las más antiguas han visto desaparecer los llamadores o aldabas que en forma de grandes anillas o de motivos zoomorfos pendían, y que fueron sustraídos con nocturnidad a lo largo de décadas del siglo pasado, para comerciar con ellos. Tampoco es ya habitual hallar en las puertas más antiguas los clavos de época en hierro forjado o de bronce que las decoraban. Una excepción de ello es la puerta de la Iglesia de San Andrés, en la calle Poeta Querol, que conserva los clavos “de cazoleta” de finales del siglo XVII a lo largo y ancho de la puerta.

Iglesia de San Andrés, calle Poeta Querol.

Como no podía ser de otro modo, las puertas por antonomasia de Valencia, las más importantes que quedan hoy en pie en nuestro país, son las que curiosamente hoy nunca se cierran, al contrario de lo que sucedía cuando la muralla todavía circunvalaba la ciudad vieja. Las puertas de las torres de Serranos y las de Quart permanecen permanentemente abiertas, sin embargo, como de sobra conocen, cuando esas se cerraban al llegar la noche, y le pillaban a uno fuera de los muros, se veía en la necesidad de dormir “a la luna de Valencia” hasta la mañana siguiente que las enormes cancelas de madera envueltas en moles de piedra, volvían a abrirse. 

Un par de centenares largos de puertas de estas características se diseminan de forma irregular intramuros de la ciudad. Por supuesto llaman la atención las de los edificios de la calle Cavallers y los palacios más importantes del de la ciudad, pero más allá de estos destacan varias de las más interesantes y que se encuentran en edificios de la zona de la calle cadirers, y las callejuelas y plazas las que rodean la iglesia de San Nicolás como la del horno de San Nicolás o calle Quart. También encontramos ejemplos diseminados por el resto de los barrios históricos y ejemplos son son las que encontramos en la actual Diputación de Valencia, más concretamente en la fachada recayente en la calle Serranos, en edificios señoriales en la plaza de Cisneros, plaza de Nules, calle Conde de Almodovar, plaza del Conde de Carlet o Santa Margarita. En la Xerea en otros edificios señoriales de la Calle Conde de Montornés, Gobernador Viejo o Trinquete Caballeros. Incluso el popular barrio de Velluters tiene magníficos ejemplos en el entorno de la Iglesia de las Escuelas Pías. Todavía descubro ejemplos, que no conocía, de estos magníficos portones valencianos.

Calle Cadirers

Las más altas del lugar

Como curiosidad, existen dos puertas de unas dimensiones especialmente llamativas por su altura. Parecen desproporcionadas pero tienen su explicación. Una de ellas es del siglo XVII y se trata de la puerta lateral de la casa de las Rocas por donde salen los gigantes y sobre todo los carros triunfales y que se encuentra precisamente en la calle Rocas, junto a las torres de Serranos. Su altura es pura necesidad y llama la atención el peculiar remate de la fachada, sobre la puerta con un techo a dos aguas. La otra quizás no sea tan conocida y es la del teatro del Musical en el Cabanyal en la Plaza del Rosari. Se trata hoy en día de la puerta más alta de la ciudad con, nada menos que once metros de altura y aunque parece lo contrario, se trata de una puerta contemporánea. La fachada actual el resultado de una remodelación del año 2004 y que, a la vista de las fotografías antiguas, se obtuvo al unir, sin solución de continuidad, el arco del primer piso con la puerta adintelada inferior a nivel de calle, en un único cuerpo. El resultado actual es una elegante y neoclásica fachada que demuestra un trabajo de una excelente calidad arquitectónica. 

Teatre el Musical. Foto: EVA MÁÑEZ.

Puertas modernistas 

Ya en la primera década del siglo XX, concretamente de 1908 es la puerta más bella de ese momento: la de la Casa Ferrer en el chaflán de las calles Cirilo Amorós con Pizarro. La forma más estrecha en la parte superior y en al inferior dibujando una leve curva recuerda el perfil de un jarrón Art Nouveau. La puerta presenta motivos vegetales policromaos de formas simplificadas. Una puerta que en su elegante simplicidad no me canso de admirar.   

De impronta más popular son las numerosas puertas de las casas modernistas del Cabanyal siguen la configuración característica de las casas de pueblo valencianas: dos hojas de madera, en muchos casos de mobila, con molduras, rejas y contraventanas tras estas que pueden abrirse para que corra la brisa marina de un lado a otro de la casa. El trabajo de las rejas, diferente para cada una de las viviendas, suele tener los motivos propios de la época.

Pocas veces nos hemos fijado en la trasera del Patriarca en un espacio que quedó sin utilidad para el colegio. Fue en 1914 cuando se decidió cerrarlo por medio de una verja, que puede verse ya desde la calle de La Paz, con la correspondiente puerta en la que se combina el metal forjado y la piedra. El diseño es del arquitecto Jose Manuel Cortina (autor de la casa de los Dragones en Jorge Juan), y los motivos, como se ve, recurrente de los dragones entre el neogótico y el modernismo, llaman la atención al paseante.

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