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VALÈNCIA A TOTA VIROLLA

València meets Alboraia: cómo la ciudad de la chufa se convierte en sala de recreo de la capital

Si hoy se trazan las líneas que conectan los puntos calientes del ocio y del entretenimiento de València, el cordel de esa conexión se sitúa en Alboraia. Sus chinchetas: la Casa de la Mar, Sequer lo Blanch, La Más Bonita… 

16/10/2021 - 

VALÈNCIA. Plantean los principios del urbanismo practicado que, cuando quieras saber dónde ubicar mejor un camino, tan solo hay que dejarse guiar por el desgaste de los pasos sobre el suelo. Si hubiera que elevarlo a las dinámicas metropolitanas, habría que fijarse en qué péndulos genera el movimiento de los transeúntes. 

Cabría concluir que, mientras la ciudad y su área metropolitana se prometen mutualidades varias, sus habitantes ya hace tiempo que dibujaron el camino con sus pasos. Al menos en aquellas superficies donde las barreras no lo impiden. Y no parece que diferencien demasiado entre qué es estrictamente ciudad y que no lo es, acaso porque sus límites son tan frágiles que ni existen en la práctica. Mientras a un lado hay Valenbicis y al otro Xufabikes -las bicicletas endémicas de Alboraia- en el mundo real y desmadejado el uso avanza por delante de los lindes.

Por eso si hoy se trazan las líneas que conectan los puntos calientes del ocio y del entretenimiento de València, el cordel de esa conexión se sitúa en Alboraia. Sus chinchetas: la Casa de la Mar, Sequer lo Blanch, La Más Bonita… Un comportamiento que dibuja una València no solo metropolitana, sino también descentralizada, y donde entre los bordes del mar y la huerta se ha generado un cierto distrito del entretenimiento de manera espontánea, con la tracción de iniciativas focalizadas. 

Más bien habría que preguntarse si quizá el problema no lo tiene el propio centro de la ciudad, en esa contradicción entre el máximo espacio de representación y la lejanía respecto a los usos de sus habitantes. Si València ensancha el área de influencia de su ocio, es también porque sus residencias se alejan del cogollo, en una realidad en centrifugado. 

Para la Casa de La Mar, nave nodriza de deportes náuticos y música en la corteza de la Patacona, “entre un 70-80% de nuestra clientela proviene de la ciudad de València”. En La Más Bonita, formato playa, estiman “entre un 50-60%”. Mientras, Sequer Lo Blanch se ha convertido en una plaza habitual de la ciudad, a pesar -o precisamente justo por eso- de estar en mitad de la huerta, como en un limbo paisajístico donde la familia Belloch cifra en 55% sus visitantes urbanitas. 

En todos los casos el principal reclamo de su posición en apariencia periférica tiene que ver con la diferenciación territorial. “Nos beneficia estar muy cerca de la playa”, razonan en La Casa de La Mar”. “Estar ubicados en la playa de Alboraia equivale a estar en una ubicación premium con una extensa playa de arena con numerosos servicios, instalaciones deportivas, comerciales y turísticas”, siguen desde La Más Bonita. “El beneficio está también en los trámites con el ayuntamiento, seguridad, servicios públicos y sanitarios que te puede ofrecer una población más pequeña que la propia capital”. 

Para Sequer Lo Blanch, en palabras de su responsable José Belloch, “el hecho de estar en Alboraia de alguna forma nos aporta un plus de costumbre y cultura vinculados a la huerta y a su producto de referencia, la chufa y la horchata, la cual creemos que se había quedado un tanto rezagada o desactualizadas con referencia a los movimientos culturales y sociales de las últimas décadas. Por supuesto estar a tan solo 5 kilómetros del centro de València es una ventaja, de hecho visitantes de otras ciudades se sorprenden de la proximidad entre unos puntos que a priori podrían parecer incompatibles, antagónicos.... pero que en realidad son totalmente compatibles y necesarios, se complementan uno al otro. Es una suerte poder disfrutarlos en tan solo unos minutos de desplazamiento”. 

Por el contrario, el principal obstáculo tiene que ver con  “las pocas conexiones de transporte público”, comentan en La Casa de La Mar y un intangible como es ‘no estar en “zona”’. “Quedan por fomentar -inciden en La Más Bonita- conexiones como EMT o tranvía, ampliar las zonas de aparcamiento… aunque se ha mejorado mucho en los últimos años”. 

“Hay que eliminar todo tipo de barreras entre la ciudad y su área de influencia”, pide Belloch del Sequer. “Es necesaria la convivencia entre ambas: son caras de la misma moneda, inseparables. Por eso apostamos por trasladar todo tipo de actividades compatibles, desde la ciudad a la huerta. Si queremos una huerta con futuro, tenemos que conseguir que la ciudadanía disfrute de ella, y no hay otra forma que es invitándoles a conocerla, compartirla. Hay que conseguir, y esto nos ocurre desde los inicios del Sequer, que cuando nuestros clientes tienen visita de familiares o amigos les muestre  su rincón preferido, su privilegio en la huerta. Podrían visitar muchísimas otras cosas y monumentos en la ciudad, pero también la huerta. Debemos aprender a vender mejor nuestro entorno, ponerlo en valor”.

Puede que tan solo se trate del ensanchamiento natural de una ciudad que cada vez mira más a sus extremidades y no solo a su ombligo. Las huellas, sobre el camino (estrictamente, el Camino Playa Patacona), indican por dónde anda parte de la ciudad y su influencia metropolitana.

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