Principios de diciembre. Huele a Navidad, y el Mercado Central de València es una fiesta. Pescateros y carniceros empiezan a sacar la artillería pesada; los verduleros exhiben sus mejores bodegones y tenderos de toda condición sacan de la chistera los caprichos calóricos que más nos gustan: los quesos gourmet, los salazones de pico fino, los jamones de bellota, los turrones artesanos. Hay mucho movimiento; se intuye el frenesí. Este año vamos a ponernos morados.
Caminamos por los pasillos de este mercado enmarcado en guirnaldas hasta que nos topamos con Jalil, un nuevo huésped que ofrece un producto poco navideño, pero que ningún otro puesto tiene: zumo natural y recién exprimido de caña de azúcar. Aunque nos suene muy exótica, esta bebida vegetal está íntimamente ligada a la historia de las tierras valencianas. Jalil, con su flamante máquina extractora recién importada, está dispuesto a devolvernos ese cachito de nuestro pasado. Narig Fruitland lleva toda la jornada acaparando la curiosidad de los clientes del mercado; “sobre todo han venido muchos sudamericanos, que añoran el guarapo que beben en sus países -nos cuenta el propietario del puesto 55-56-. También valencianos más mayores, que recuerdan cuando eran pequeños y se pasaban el día mascando cañas de azúcar que se cultivaban sobre todo en los pueblos de l’Horta Nord”. De hecho, el barrio marítimo del Canyameral debe su nombre al cultivo de esta planta. Más al sur, en la comarca de La Safor, también tuvo una gran expansión, sobre todo con fines industriales.