Con las palabras de Ryoko Sekiguchi somos capaces de encontrar poesía en un plato que vibra al ritmo de las estaciones, que augura un invierno ya pasado para aventurar una primavera cálida. 

Este plato es la nostalgia de la estación que termina, el decaer de la última trufa que dejará de ser negra, de las alcachofas que llegan a su momento más álgido, el último antes de dejar la carta. Ligada con un jugo de cigala, azafrán en hebras y amontillado, de lo cálido y reconfortante al verde chispeante de la primavera que brota como un nuevo amanecer en forma guisante verde. Esa gota de rocío que se escurre por las hojas como el agua de rosas evaporada en el rostro. La inocencia del brote de guisante da comienzo a una estación tan ansiada como efímera, que entra viendo morir a su antecesora.