No sé muy bien por qué pero de un tiempo a esta parte me gusta celebrar cosas bonitas en la terraza de Kabuki Kōmori en ese maravilloso jardín interior del Westin: si el tiempo acompaña es sencillamente imbatible el espacio. Otra de las razones es la fabulosa carta de vinos (aquí podéis verla) bien de sakes y jereces y especialmente bien de espumosos —y es que yo no concibo celebrar sin burbujas, què hi farem. Esta última vez fue con un Marie Courtin Cuvée Résonance, crema.

En los últimos tiempos ha habido mucho movimiento en el grupo Kabuki, para empezar el divorcio (amistoso) de la familia Honrubia —que andaba al mando del garito desde 2012. Y mucho más jaleo se armó con el divorcio (no tan amistoso) entre el grupo y su propio fundador y cara más visible del proyecto, Ricardo Sanz, que ahora vuela en solitario. Al frente de Kabuki se queda su exsocio José Antonio Aparicio. Un 'Llongueras' en toda regla, vaya. Pero todas estas cuitas al comensal qué narices le importarán, estaréis pensando. Pues efectivamente: nada.

Yo fui tan feliz como siempre en este restaurante ejemplar, cada día más afinado, comiendo sin prisa una selección maravillosa de nigiris y celebrando (otra vez) que nos quedan muchas cosas bonitas por celebrar.