Ya hablamos de Vladimir Levyckyj en esta entrevista. Ahora vamos a hablar de su casa. Chez Wladimir no tiene interiorismo de gastronómico contemporáneo. Entre sus paredes quedan vestigios del anterior negocio que ocupaba el bajo, ubicado en el número 46 de la calle Conde Altea. A saber: mucho blanco, algo de estética de los primeros años 2000, cuando éramos ladrillo y luxury.
Ahora vamos a hablar de su cocina.
Levyckyj se queda con la esencia de la cocina que más ha desarrollado, la francesa. Para ponerla en práctica aquí, se deshace de las tendencias que practicó en su trayectoria como cocinero con estrella Michelin. La carta es una sucesión de la cocina francesa más reconocible pero que lleva años cayendo en desuso. Salsas clásicas que son ciencia, carnes y pescados con solera y siempre, un aporte vegetal del que se siente orgulloso.
En Chez Wladimir se da la paradoja francesa, ese fenómeno por el que pese a la dieta rica en grasas saturadas, los temas del cardio funcionan a la perfección. Quizás la culpa no sea del foie, sino de con qué se consume esta preparación y de qué materia surge. Vladimir insiste, su cocina es, de raíz, sencilla y natural. El paso de alimento simple a elaboración histórica está en sus 56 años a los fogones. De ellos, los que actualmente enciende, salen las míticas ancas de rana, sopa de cebolla, el salmón ahumado de la casa, caracoles, boeuf bourguignon y todos esos platos que son el epítome de la cocina francesa.
- Fotos: KIKE TABERNER
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