VALÈNCIA. La lluvia comenzó el 29 de octubre como un murmullo lejano, casi imperceptible, pero pronto se convirtió en un rugido que desbordó cualquier previsión meteorológica. El agua no hizo distinciones: arrasó coches, comercios, recuerdos y viviendas. En cuestión de horas, lo que era un barrio conocido o una casa llena de vida se transformó en un paisaje desolador. Y, cuando el sonido de la tormenta se apagó, lo único que quedó fue el vacío. Un silencio espeso de desconcierto, de incredulidad y de preguntas sin respuesta.
De los escombros comenzó a brotar la respuesta. Llegó en forma de paquetes, de cajas apiladas en camiones, de manos anónimas que cargaban, organizaban y distribuían sin descanso. Desde todos los rincones de España -y también de Europa-, los voluntarios no pidieron permiso para ayudar a las personas afectadas por la riada, ni tampoco esperaron instrucciones por parte de las administraciones. Así, casi de forma instintiva, tomó forma un primer y tímido intento de reconstrucción.
No hubo planes maestros ni estrategias diseñadas al detalle, solo el empuje de quienes se negaban a rendirse ante la devastación. La resiliencia de los afectados prendió como una llama entre el lodo y terminó convirtiéndose en un engranaje que, hasta la fecha, no ha dejado de girar. Ese impulso, nacido del dolor, ha marcado la diferencia donde más se necesitaba.
Es imposible entender la magnitud de lo que ha sucedido sin pisar el Pabellón 6 de Feria Valencia, que, tras la tragedia, ha sido bautizado como "Pabellón de la Solidaridad". El espacio, que normalmente acoge eventos comerciales y ferias, es ahora un pulmón logístico que no deja de respirar solidaridad, una maquinaria humana que no entiende de descansos ni de esperas.
El 5 de noviembre, el recinto de Benimàmet se transformó en el centro neurálgico de la emergencia, cuando cedió sus pabellones, cocinas y hasta el centro de eventos a la causa. En esos pasillos hoy resuena el trajín de los operarios de Tragsa, la empresa encargada por la Conselleria de Servicios Sociales para gestionar el reparto. Los empleados apilan lotes de alimentos, productos de higiene personal o material de limpieza con la precisión de un reloj.

- El Pabellón número 6 de Feria Valencia o "Pabellón de la Solidaridad", donde se almacenan las donaciones para los pueblos de la Dana-
- Foto: EDUARDO MANZANA
Sin tregua, todos ellos empaquetan, clasifican y cargan en los camiones que deben partir hacia los puntos de acopio, habilitados en los municipios afectados por la Dana y donde sus vecinos hacen cola para acceder a estas donaciones, que se reparten semanalmente desde Feria Valencia. El ritmo es frenético, casi obsesivo, porque, en estas localidades, cada lote es una oportunidad para devolver la normalidad a una familia, aunque solo sea por un instante.
El engranaje de la solidaridad
El director general de Diversidad de la Generalitat Valenciana, Stephane Soriano, recorre el pabellón con una mirada que no deja lugar a distracciones. Entre torres de cajas y pasillos ocupados por operarios enfundados en chalecos reflectantes, observa el ir y venir de carretillas que arrastran palés de alimentos, productos de higiene y material de limpieza; aunque, cinco meses después de la Dana, cada vez hay menos excedente. "Aquí no solo se almacenan productos; se almacenan historias de quienes decidieron dar algo de sí mismos", dice, mientras observa la logística con una seriedad que bordea la admiración.
En sus palabras no hay retórica, solo la constatación de que, en esta crisis, la diferencia entre la desesperación y el alivio cabe en una caja de leche o en un paquete de arroz. "El tiempo juega en nuestra contra. La necesidad está ahí, y no podemos permitir que se dilate", añade Soriano. Aquí no hay espacio para la improvisación. Los empleados de Tragsa revisan con lupa cada caja que llega: registran el contenido, lo clasifican y reubican en una coreografía donde la eficiencia es clave.

- Un empleado de Tragsa revisa los lotes para asegurarse de que los productos donados no están en mal estado-
- Foto: EDUARDO MANZANA
Se agrupan lotes con productos esenciales: arroz, pasta, leche, conservas … Los paquetes deben contener lo necesario para alimentar a una familia durante varios días. Y esa meticulosidad, esa atención al detalle, es la que garantiza que, a pesar del caos inicial, todo funcione. La urgencia no justifica el descuido; al contrario, la rapidez solo se alcanza con precisión. "Es un trabajo de sincronía", comenta el jefe del Servicio de Refugio, Migración e Igualdad de Trato, Javier Zaragosí. "Cada solicitud de ayuda es un grito que debe ser respondido con eficiencia. No hay lugar para el error", añade.
Zaragosí se detiene un momento y observa la lista de rutas de distribución. En la hoja que sujeta, los nombres de los municipios golpeados por la Dana se suceden como los eslabones de una cadena que se extiende por toda la provincia: Catarroja, Aldaia, Paiporta, Algemesí, Benetússer, Alfafar, Sedaví, Picanya, Torrent... "Las zonas más afectadas requieren una respuesta inmediata. La solidaridad debe ser tan rápida como la necesidad. Y no podemos fallar en ese sentido".
La lista sigue y sigue, aunque con excepciones, ya que algunos municipios, como Cheste o Lloc Nou de la Corona, han indicado a la Conselleria que ya no necesitan más donaciones. "La comunicación es diaria, por lo que el listado se actualiza conforme a la demanda. Si algún ayuntamiento nos llama y nos dice que quiere material, nosotros lo incluimos en la ruta de reparto", explica Zaragosí.

- El director general de Diversidad, Stephane Soriano, y el Jefe de Servicio de Refugio, Migración e Igualdad de Trato, Javier Zaragosí, revisan unos lotes. -Foto: EDUARDO MANZANA
Hasta la fecha, se han distribuido 16 millones de kilos de productos de primera necesidad y más de 30 municipios han recibido ayuda. Pero, no solo las poblaciones están siendo atendidas, puesto que las residencias para la tercera edad (como Solimar de Massanassa) y los centros educativos (por ejemplo, el IES Salvador Gadea de Aldaia) son también una de las prioridades del operativo.
Una cadena humana que no se detiene
En Godelleta, donde la Dana también agravó la situación de muchas familias, la concejala de Educación, Paqui Rico, supervisa la distribución de alimentos junto a un empleado municipal. Pasadas las 12 horas, un camión aparcado junto al recinto habilitado por el ayuntamiento comienza a abrir sus compuertas y un operario baja con esfuerzo un palé repleto de productos de primera necesidad. "No es solo comida lo que estamos entregando, es tranquilidad", comenta la edil, mientras observa la escena con un gesto que mezcla agotamiento y determinación.
Los servicios sociales del consistorio, que se han coordinado estos meses con el departamento que dirige Susana Camarero, se encargan de repartir las donaciones, asegurándose de que nadie quede fuera. "Cada lote que entregamos es un respiro para alguien que lo ha perdido todo", señala Rico. La distribución de alimentos, material de obra y otros productos esenciales para el día a día de los vecinos no cesará de inmediato.

- La concejala de Educación de Godelleta, Paqui Rico, abre un lote junto a un empleado municipal- Foto: EDUARDO MANZANA
La Conselleria de Servicios Sociales estima que este servicio, que inició "casi desde el primer día de la emergencia", se mantendrá durante al menos doce meses más, aunque la duración podría extenderse, en función de las necesidades de los ayuntamientos. "La prioridad es que nadie quede desatendido", asegura Soriano.
La jornada en Feria Valencia no conoce el descanso. Nuevos camiones salen cada semana con palés hacia los lugares donde la necesidad es más urgente. La respuesta de la sociedad ha sido, sin duda, clave. No solo las instituciones han colaborado, sino también empresas, asociaciones y miles de ciudadanos anónimos que han donado alimentos, ropa y productos esenciales.
- Un empleado de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Godelleta carga en un camión las donaciones que llegan desde Feria Valencia- Foto: EDUARDO MANZANA
"Es emocionante ver cómo la gente se vuelca en ayudar. En momentos como este, te das cuenta de que nadie está solo", comenta Soriano, antes de volver a supervisar otro lote. La solidaridad es el motor de este operativo, que no se detendrá hasta que la situación esté bajo control. Y mientras siga en marcha, no solo se distribuirán alimentos y productos de higiene, sino también la seguridad de que, aunque el agua haya arrasado más de 80 municipios, hay algo que permanece inquebrantable: la voluntad de ayudar.