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La Clandestilería

Cómo elaborar ginebra de autor en un pueblo de La Safor

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La semana informativa se ha visto sacudida tras la “repentina e inesperada“ muerte de la reina Elizabeth II de Inglaterra. Y con ella han corrido ríos de tinta, noticias, artículos, biografías, seriales y se han revitalizado documentales y biopics. Esto no acaba más que empezar, pues su relevancia histórica es tan grande como su reinado y su vida privada ha sido escrutada, analizada y reflejada hasta el más mínimo detalle. De sobra era conocida su afición a las bebidas alcohólicas y espirituosas, que en su justa medida le proporcionaron una vida saludable y próspera, que ha llegado hasta los 96 años. Vinos ligeros, champagne, jereces y oportos, se mezclaban con licores como el Dubonet o el Martini, que la monarca combinaba con ginebra a diario para, hasta el año pasado, disfrutar del clásico cocktail Dry Martini. Quizás el cocktail más British, popularizado por Ian Fleming en la saga literaria James Bond. ¿También lo tomaría mezclado y no agitado? Who knows.

Pues bien, tal era el gusto por la ginebra de la reina, que hasta la casa real, tan pragmática y necesitada de ingresos extra, producía y comercializaba la suya propia desde hace un par de años. Ya se sabe, es el mercado amigos, y como el de arriba aprieta pero no ahoga y los tiempos han cambiado que decía Bob Dylan, hasta las casas más conservadoras y de rancio abolengo se  han tenido que modernizar. Así que, como no podía ser menos, en Buckingham Palace no se quedaron atrás. Sin embargo, y como lo que aquí atañe no son las cuestiones de la economía doméstica de los Windsor, dejaré de lado los pormenores de la Pérfida Albión, (nación de piratas, corsarios y delincuentes varios) para acercarnos a un espacio simbólico mucho más costumbrista y cercano como es el de la terreta. Lugar donde también proliferaron durante siglos nuestros piratas autóctonos: gent de got i ganivet. Bandoleros o roders. Y donde además, se produce ginebra de tipo London dry. 

En Beniflá, una población de menos de 500 habitantes de la comarca de la Safor, se encuentra La Clandestilería, The Mediterranean Craft Distillery fundada por Álvaro Pérez y Javier Hernández, esta pequeña destilería de carácter artesanal, produce la ginebra Roders desde hace algunos años, gracias a la iniciativa de ambos que comenzaron este proyecto de manera casi clandestina, de ahí el nombre, en un garaje en la montaña. Tras mucho investigar, visitar destilerías por toda Europa, formarse y hacer pruebas, consiguieron, en propias palabras de Álvaro Pérez “un producto con gran aceptación y decidimos dar el paso a hacerlo de manera profesional. Fue ahí cuando conocimos las oportunidades de formación y mentoring que el CEEI ofrecía y decidimos hacer uso. Inicialmente a través de participar en el curso de creación de empresas del programa EmprendeAventura de la Diputación de Valencia del cual nuestro proyecto fue ganador en la edición de 2019. Desde entonces por unas cosas u otras seguimos vinculados el CEEI“.

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