VALÈNCIA. "Parece que financiar la investigación básica es pecado, y es necesaria para llegar a la clínica". Así lo apunta María Jesús Vicent Docón (Vila-real, 1973), referente internacional en el desarrollo de nanoterapias personalizadas, quien fue distinguida con el Premio Rei Jaume I 2025 en Nuevas Tecnologías por su destacada trayectoria científica e innovadora. Doctora en Química por la Universitat Jaume I, Vicent dirige desde 2006 el Laboratorio de Polímeros Terapéuticos del Centro de Investigación Príncipe Felipe (CIPF), donde ha creado plataformas terapéuticas que permiten administrar fármacos de forma más eficaz y segura en el tratamiento de enfermedades como el cáncer o patologías neurodegenerativas. Tras formarse en centros de referencia internacional como la Universidad de California, Berkeley, o la Cardiff University, regresó a España con una beca Marie Curie para impulsar una línea de investigación multidisciplinar que conecta la química, la biomedicina y la nanotecnología. Actualmente, también lidera la Plataforma de Cribado del CIPF (EU-OpenScreen Specialist EU-OpenScreen)
Vicent, quien defiende la ciencia básica de excelencia para llegar a un buen producto en la clínica, también es fundadora de la spin off PTS -ahora Curapath-. La compañía fue impulsada en 2012 como una spin off del Laboratorio de Polímeros Terapéuticos del Centro de Investigaciones Príncipe Felipe con el fin de trasladar su fórmula pionera que permite que los fármacos puedan tener una aplicación más efectiva en su administración gracias a su viaje inteligente al cuerpo a través de soluciones de encapsulación. En 2021, ésta fue adquirida por el private equity Arcline. Además, a través de PTS, pusieron en marcha Biomimetic, una línea para crear cosmética con la menor cantidad de aditivos y la máxima eficacia posible. Esta división finalmente la vendieron a la multinacional Germaine de Capuccini.
- ¿Qué siente al recibir un premio Jaume I?
- Aunque sabía que estaba nominada, es algo que no te lo crees hasta que no ocurre. Me hacía especial ilusión porque es un premio dentro de la comunidad científica que está especialmente reconocido. Hay referentes en mi campo que han apoyado la candidatura y que lo han recibido. Los evaluadores de las propuestas son gente a la que admiro, a parte de los premios Nobel, y además son premios nacidos en la Comunitat Valenciana. Por lo tanto, es un reconocimiento de casa y por otro lado a nivel científico, de aquellos que entienden lo que haces.
- Su investigación se basa en llevar fármacos a puntos concretos del cuerpo.
- Trabajamos en un tipo especial de nanomedicina, que se llama polímeros terapéuticos. Es un sistema capaz de ser modificado químicamente para que llegue a una diana molecular o a un lugar concreto en el que tenemos que solucionar una disfunción. Es el coche con un GPS y lo que queremos que llegue, lo ponemos dentro. Para esto, tenemos que entender muy bien a dónde tenemos que llegar. Hablamos mucho con clínicos y pacientes para entender qué barreras biológicas tenemos que cruzar para transportar nuestro principio activo al lugar adecuado en nuestro organismo, y así solucionar el problema.
Cuando entendemos todas esas barreras, cogemos nuestras herramientas químicas y las ponemos todas juntas para que algo sea estable o se modifique bajo unas condiciones específicas de nuestro cuerpo, y conseguir liberar el fármaco en un sitio determinado y no en otro. Con esto conseguimos una mayor eficiencia y una menor toxicidad. Eso se puede hacer con fármacos que ya existen y que no funcionan bien en la clínica porque no son estables o son muy tóxicos sistémicamente, y también se puede aplicar a fármacos que no han llegado nunca a la clínica porque tienen sus problemas. Además, la nanomedicina permite ir un paso más allá. Hay cosas que solo se pueden conseguir con esta tecnología, como llevar dos cosas a la vez a un mismo sitio.

- Foto: KIKE TABERNER
- ¿Cómo ha escalado esto hacia lo práctico?
- Lo trasladamos a una spin off, PTS -ahora Curapath-, para hacer el puente del que se habla tanto entre laboratorio y la clínica. Cuando tenía un producto iba a las farmacéuticas, les decía que era muy interesante, pero que necesitaba dinero para una primera fase de escalado. Sin embargo, nadie se quería mojar porque es arriesgado y son nuevas tecnologías. Cuando empezamos con PTS en 2012, yo venía de hacer parte de mi tesis en Estados Unidos, y el postdoc en UK y veía que allí el escenario era completamente distinto, con una mayor tolerancia al riesgo. Entonces, decidimos dar el paso nosotros mismos al no contar con financiación real que se necesitaba para tener algo escalable.
A un paciente le podemos desarrollar una tecnología muy bonita, pero si es muy cara tampoco le llega"
A un paciente le podemos desarrollar una tecnología muy bonita, pero si es muy cara tampoco le llega, porque no es factible producirla. Tienes que hacer las cosas bien, controladas, reproducibles y sin impurezas y además con un coste eficiente. En nuestro primer escalado, se demostró que la tecnología era eficiente, que tenía una aplicabilidad y que, un tipo de polímeros, los polipéptidos, que no se utilizaba ampliamente porque no estaba fácilmente disponible y era muy caro, ahora sí se podía. Curapath, que es como se llama ahora la compañía, lo está haciendo súper bien y actualmente produce diferentes tipos de nanofármacos con la calidad requerida por las agencias regulatorias para poder llegar a la clínica, con varios ejemplos ya en fases avanzadas. Ha demostrado que se pueden usar los polipéptidos para aplicaciones clínicas diferentes y el coste de estos sistemas se ha reducido considerablemente.
Había polipéptidos en ensayos clínicos, lo que no había era una forma de producirlos de manera eficiente y controlada. Entonces, lo que hizo PTS fue hacer esto posible, en un momento en el que al campo de la nanomedicina le hacían faltan alternativas porque, lo que había en ese momento, eran polímeros que no acababan de suplir todas las necesidades que se tenían. Luego, con los años y la investigación tanto nuestra como la de otros grupos, se ha aprendido que podemos sacar mucho más de esta tecnología. Aplicaciones como las vacunas contra la covid o tratamientos para enfermedades degenerativas o raras, son ejemplos de su aplicación. Antes no se comprendía bien como hacerlas realidad, pero ahora sabemos que controlar el cómo producirlos te permite modificarlos según las necesidades biológicas o clínicas que vayamos descubriendo. Con PTS, tuve la suerte de contar con el empujón y la confianza de emprendedores como Damià Tormo, otro de los premiados, así como de un equipo con alta capacidad de trabajo que se creía la tecnología además de muy buenos inversores que lo hicieron posible. La parte científica fue la base, pero sin acompañamiento en la parte de negocio y estrategia comercial no se llega a ningún sitio. La combinación de ambos mundos ha sido clave para avanzar, Curapath tiene ahora 100 trabajadores y está en Paterna.
- A partir de este punto, ¿qué es lo más utópico que aspiran a hacer en su investigación?
- Hemos llevado ya los polímeros a la clínica, pero mi objetivo es que una terapia completamente desarrollada en mi laboratorio llegue al paciente. Trabajamos mucho en cáncer metastásico, en mama, en próstata, en ovario… y también en enfermedades neurodegenerativas. Ahora, tenemos sistemas que cruzan la barrera hematoencefálica de forma intranasal e incluso una tecnología con la que somos capaces de llevar fármacos hasta la mitocondria. A un orgánulo clave dentro de la célula. Esa tecnología tenemos que validarla todavía en el laboratorio, pero creo que puede ser la semilla de una nueva spin off. Porque la mitocondria es la fuente energía de todo lo que nos hace funcionar en nuestro cuerpo y, si no funciona correctamente, puede dar origen a enfermedades como el cáncer o la neurodegeneración. En nuestro laboratorio, queremos ser capaces de administrar algo que desarrollemos aquí en un paciente, en un ensayo clínico y que le ayude. Pero una terapia entera, no solo un portador, que eso ya lo hemos conseguido. Queremos desarrollar una nanomedicina, con su portador y su principio activo y su capacidad para atajar un problema que todavía no está resuelto.
La ciencia es colaboración con muchos partners a todos los niveles"
En el laboratorio desarrollamos tanto la parte química como biológica. Colaboramos con hospitales en Castellón y en Valencia, la parte clínica es muy importante. También formamos parte de proyectos europeos, tanto con empresas como con otros grupos internacionales. Por ejemplo, colaboramos con la Universidad de Lisboa, con TelAviv, a través de un proyecto de la Función La Caixa en cáncer de páncreas. Por otro lado, tenemos capacidad de cribado de fármacos, como parte de una infraestructura europea, que nos permite hacer ensayos fenotípicos para identificar qué fármacos son los más adecuado para un tipo de cáncer concreto, por ejemplo. Nuestro grupo también forma parte de la red CiberONC. Colaboramos con muchos grupos de investigación no sólo en cáncer sino también en lesión medular o enfermedades raras. Nosotros facilitamos la tecnología para que el fármaco seleccionado llegue a la diana precisa para poder solucionar el problema médico. La ciencia es colaboración con muchos partners a todos los niveles.

- Foto: KIKE TABERNER
- ¿Falta financiación para la investigación básica?
- Ha ido cambiando y parece que la investigación básica es pecado. Primero, había mucha investigación básica de excelencia y aunque hay fuentes que la siguen financiando, parece ser que si no está muy avanzado el proyecto y no tienes una prueba de concepto, ya no es tan fácil. En mi caso, hemos hecho siempre investigación muy traslacional. Básica, pero siempre con un objetivo final. Ahora, en la parte más básica te piden estar en un paso más avanzado. Antes no era así. Creo que no deben cambiar, sino que deben tener el conocimiento de que, desde la ciencia básica de excelencia, se llega a un producto bueno en la clínica. Hacen falta todos los actores en la cadena, no puedes cerrar uno para financiar otro y tienes que financiar todo a la vez. Hay que acompañar hasta el final, pero también hay que nutrir continuamente la cadena para que haya más innovación.
- ¿Por qué cree que ha pasado esto?
- Por un lado, se deben pensar las cosas y decidir bien dónde y en qué se invierte desde el principio. Tener un plan estratégico real y es algo que se ha hecho a posteriori muchas veces. Por otro, como colaboradora del Ministerio para materiales en biomedicina acredito que las evaluaciones de los proyectos se hacen de forma muy objetiva, pero sigue faltando financiación. Se debe invertir más en ciencia, pero se debe pensar muy bien dónde se invierte a nivel estratégico, tanto a nivel de país y como de comunidad. No es invertir sólo para que en dos años tengas un producto, sino también en la ciencia necesaria para que en diez o quince años tener un producto que solucione un problema clínico no resuelto. Hay que tener una visión estratégica para nutrir a corto y largo plazo porque, si no, se te van a quedar cosas colgadas por el camino en las que has invertido y luego no llegan a buen término por falta de fondos. Alguna de la financiación en el pasado se ha dado a proyectos que posiblemente no tenían mucho sentido dentro de una estrategia por las prisas entre otras cosas y, ahora, como efecto rebote, se prioriza sólo aquello que está avanzado y se quedan en el tintero investigaciones que son muy potenciales y no llegan a ningún sitio porque no se les permite ni una prueba de concepto.

- Foto: KIKE TABERNER
- ¿Lastra a España esa falta de investigación básica?
- Es una confianza en la persona, el grupo, la red y los colaboradores. Sin ese apoyo, la vacuna covid no hubiera llegado a ningún sitio. Se invirtió mucho dinero para acelerar el proceso y no sólo estaban las empresas, sino la investigación básica desde el principio y las agencias reguladoras apoyando al final del camino. Hay que identificar aquellos nichos donde haya un potencial de innovación. Donde se te pueda distinguir si quieres hacer algo para una cuestión que no está solucionada y que todos los actores apuesten por algo, no vale el café para todos. Al principio de la cadena, de la idea, si damos la semilla puede estar bien porque genera un ambiente donde el mundo tiene posibilidades, y es algo que hay que hacer pero luego hay que apostar fuerte por aquello que promete. También hay que fomentar mucho la investigación joven, a los investigadores que están empezando, y acompañar más allá a aquellas ideas que mejor funcionen y los que sean más potentes. Hay que ser estratégicos e identificar las posibilidades que pueden llegar más lejos.
- ¿Falta más estabilización en la investigación?
- Los investigadores no funcionamos como si fuéramos una empresa, nos basamos en proyectos. Además, la movilidad es parte de la carrera científica, ya que hay muchas figuras muy distintas. Empiezas como investigador predoctoral, que son cuatro años en un trabajo de investigación donde los doctorandos se están formando como científicos. Una vez finalizada la tesis, viene la gran decisión de ir a empresa, emprender tu biotech o si se decide que se quiere continuar en academia, los doctorandos deben marcharse para aprender otras cosas, buscar sus metas como investigadores postdoctorales y después del postdoc entonces sí hay que facilitar esa estabilización. Antes posiblemente no tiene sentido hacerles un contrato indefinido. Las personas que tienen su carrera científica hecha, ya han pasado la fase de formación, sí que necesitan una estabilidad que muchas veces no se encuentra. A veces, quieres contratar de forma indefinida a una persona dentro de tu equipo porque te estabiliza una línea de investigación y es complicado con toda la normativa laboral que no va acorde a la financianción competitiva que conseguimos de forma académica. Hay que entender la ciencia de una forma distinta a una empresa y facilitar el proceso. Es un trabajo un poco peculiar en ese sentido.

- Foto: KIKE TABERNER
- ¿Habría una fórmula perfecta para esto?
- Cuando empiezas en laboratorio, los estudiantes que vienen a hacer una tesis tienen cuatro años. Evidentemente, tienen que tener un contrato, cotizar y después de esos cuatro años decidir qué quieren hacer con su vida. Hay que estabilizar, por supuesto, pero cuando estás en una situación donde ya tienes la formación y especialización que se requiere. Otra vía de entrar a un laboratorio son los técnicos de investigación. Éstos son esenciales para los grupos de investigación y deberían ser indefinidos. Son personal que saben las técnicas y son críticos para que funcione una infraestructura. Si eres especialista en una técnica, deberían estabilizarte porque obviamente todo va a funcionar mejor contigo, si no hay continuidad se pierde el conocimiento. ¿Y la fórmula perfecta? No lo sé.
Es una pena, porque mucha gente acaba la tesis y como ve que es duro encontrar una posición académica de forma sencilla, se quiere ir a empresa o abandona la ciencia. Hay doctorandos muy buenos que tienen una capacidad de innovar, de tener nuevas ideas que aunque arriesgadas al principio son la clave del futuro. La libertad que te da la academia es la capacidad de probar cosas arriesgadas y equivocarte. En una empresa hay que tener un beneficio para poder sobrevivir por lo que suele ser más conservador. En academia hay que implementar más herramientas desde las instituciones, para atraer talento de vuelta, cpn esquemas como las ayudas Ramón y Cajal, Atrae o Valer, para que esas mentes investigadoras regresen donde han nacido.
Emprender es otro tema distinto y también hay que fomentarlo. Esas ideas que mencionaba antes también se pueden poner en marcha como biotechs y llevar tu producto o tecnología al mercado tú mismo.

- Foto: KIKE TABERNER
- ¿Cuesta dar el paso a encontrar el paso a convertir la investigación en empresa?
- Sí, pero este es un buen momento, ahora hay más biotechs y muy buenas, el concepto de emprendimiento está calando y cada vez hay más cultura de ello. En mi caso, trabajo en esto porque quiero ver la aplicación clínica y para ello el punto final siempre es empresa aunque empieces académicamente. En Valencia tenemos todos los actores que hacen falta para ello y hay que trabajarlo más y mejor. Hay que invertir, hay que moverse. Sí que hay herramientas, pero necesitaríamos más todavía para aunar academia y empresa o facilitar la compra pública innovadora para testar productos en un ambiente real, por ejemplo.
El ecosistema industrial a nivel farma/biotech que se ha generado en el País Vasco es alucinante, podemos cogerlo como modelo aquí en la Comunidad Valenciana. Hay que generar ese ecosistema a partir de las biotech y hay que organizarse para ir todos a una. No hay una marca Comunidad Valenciana Innovación. Colaboré con la AVI a nivel de estrategia y se buscaba el movilizar a los diferentes actores, tanto academia como industria o clínica, en el área de salud, ahora sigue desde el Ivace+I.
Ahora mismo hay un crecimiento exponencial aquí en la Comunitat ya que también están ayudando los fondos de inversión o asociaciones como Bioval. Hay un movimiento real, si los estudiantes que acaban el doctorado o la carrera, que están más abiertos al emprendimiento, ven que hay un ecosistema que está mejorando, se van a atrever más a meterse ahí y probar sus ideas. Y si se implementan en institutos y universidades programas de formación empresarial desde más temprana edad, eso también ayudaría mucho, porque te abre la visión de posibilidades.
Cuando hago a veces diseminación en los institutos contando mi carrera, los estudiantes ven que aunque hice químicas y la tesis en catálisis, ahora estoy haciendo también biomedicicina y nanofármacos, además de haber fundado una empresa. Hablando con ellos te das cuenta que necesitan de ejemplos para que sean conscientes de que no importa lo que has estudiado, que te puedes equivocar o no porque todo suma, que puedes hacer otras cosas y que si quieres trabajar y conseguir tus metas lo puedes hacer y si hay un ecosistema tractor que facilita esa trasferencia aún todavía más.