VALÈNCIA. En la Comunitat Valenciana, algunas de las discusiones más acaloradas en el ámbito rural durante los últimos años han girado en torno a los proyectos masivos de paneles solares o plantas de biomasa. Sus opositores denuncian el impacto sobre el paisaje, competencia por suelo agrícola o riesgos ambientales.
Pero la pregunta es: ¿son las energías renovables un antagonista del campo rural, o pueden transformarse en un aliado estratégico? La respuesta es que, bien planificadas, tienen el potencial de ser un motor de desarrollo; y el proyecto financiado a través del programa Horizonte Europa, ECOLOOP, es un ejemplo que apunta a ese camino.
Ventajas de un proyecto ordenado
Transformar residuos en valor energético: En muchas explotaciones agrícolas o forestales hay subproductos (podas, biomasa residual, restos vegetales) que actualmente no se aprovechan o son una carga. Con tecnologías como la digestión anaerobia, estos residuos pueden convertirse en biogás y energía local. En el contexto de ECOLOOP, ese es precisamente uno de los ejes: optimizar la producción de biogás in situ a partir de residuos agrícolas y forestales.
El digestato, energía para el suelo: La digestión anaerobia de la materia orgánica no solo produce biogás. Genera también un digestato, un subproducto sólido o semisólido rico en nutrientes, que con una correcta dosificación y manejo agronómico adecuado, actúa como fertilizante orgánico natural de alta calidad. Su uso en los campos agrícolas mejora la calidad del suelo y aumenta la retención de agua. Este material cierra el círculo de una auténtica economía circular rural: lo que sale del campo vuelve al campo para alimentarlo. De este modo, la gestión de residuos se convierte en un ciclo virtuoso de energía y fertilidad, reduciendo la necesidad de fertilizantes químicos externos y disminuyendo el impacto ambiental.
Combinar fuentes para cubrir más necesidades: Ya no basta con “poner paneles”: el modelo ideal es mixto. ECOLOOP trabaja con fotovoltaica agrícola (agrivoltaica), biomasa, geotermia, biometano y biogás, buscando satisfacer electricidad, calefacción, refrigeración o transporte adaptado a cada explotación rural. En zonas con agricultura de regadío, por ejemplo, el calor residual podría aprovecharse para procesos de secado o climatización de invernaderos.
Factura energética más controlada: Para una granja o explotación agrícola, la energía consumida (electricidad, calor, bombeo...) representa un coste significativo. Producir parte —o buena parte— de esa energía reduce la dependencia de los precios del mercado eléctrico. Además, cuando sobra energía, podría venderse o compartirse en forma de comunidad energética local.
Revitalización del medio rural valenciano: El interior valenciano necesita alternativas para frenar la despoblación. Instalar sistemas renovables bien dimensionados puede generar empleo local, atraer inversiones verdes, y mejorar la calidad de vida de los pobladores. En algunos proyectos de agrivoltaica se cultiva bajo los paneles —una convivencia entre producción agrícola y generación solar—, aprovechando terrenos que de otra forma estarían subutilizados.
Desafíos que no se pueden ignorar
Impacto paisajístico y uso del suelo: No es lo mismo instalar paneles en suelos degradados o ya no cultivados que ocupar tierras fértiles activas. La planificación debe distinguir zonas con menos valor agrícola o ambiental y evitar saturar el territorio.
Inversión inicial: Las instalaciones mixtas requieren capital. Pero con modelos cooperativos o ayudas europeas, pueden amortizarse en plazos razonables. Ecoloop trabaja también en facilitar el trabajo en la búsqueda de vías de financiación.
Regulación, permisos, trámites: En la Comunitat Valenciana hoy se tramitan más de 300 proyectos solares, lo que genera cuellos de botella administrativos.
Percepción social: Los vecinos pueden ver estos proyectos como una imposición o amenaza. Es clave incluir participación local desde el inicio.
Equilibrio técnico-agrícola: Las tecnologías instaladas no deben interferir con la actividad agrícola; deben adaptarse al cultivo preexistente.
¿Aliado o amenaza?
No existe un ‘dogma renovable’. Las grandes plantas mal ubicadas pueden hacer daño, pero también es cierto que el mundo rural puede (y debe) transformarse en protagonista de la revolución energética. Si los proyectos se piensan con criterios agronómicos, ambientales y sociales, las renovables pueden dejar de ser un conflicto para convertirse en una palanca de futuro.
Para la provincia de valencia, que ya ha visto movilizaciones contra macroplantas, la lección es clara: un modelo impuesto suele enfrentarse a rechazo. Pero un modelo compartido, donde los agricultores locales participen y ganen, tiene muchas más posibilidades de éxito.
Así que la pregunta que debe resonar en nuestros pueblos no es “¿renovables sí o no?”, sino “¿cómo integramos las renovables para que las renovables sean buenas para el campo, para la gente y para el paisaje valenciano?”