VALÈNCIA. Bonjour, hedonistas. Con alegría, que se acercan esos días, los de variopintos festolines y un último tango en París. Los de familia, amigos y brindis. O de aguantar un poquito y con sonrisa a esos cuñados que en ocasiones parecen venidos del cromagnon. Pero este año les dejaremos pazguatos, a ellos y a todos, porque vamos a llevarles de excursión entre châteaux y domaines. Que lo verde empieza en los Pirineos y hoy el vino nos lo traemos de allá, ohlalá.
Pues sí, nos vamos a Francia para hacernos con unas cuantas botellas de las de quedar como madame y monsieur sin necesidad de dejar las escrituras de la villa señorial de señal. Un tour de amarillo y a lo loco de la Borgoña a Burdeos, con alguna meta volante en el Ródano y hasta su escapada al Jura. Entre matas de pinot noir, cabernet sauvignon, mucha chardonnay y un poquito de gamay, mire usté qué enchanté. Y así, tan encantados, cogemos una copa y nos ponemos en marcha, que parte el bon voyage.
¿Qué de dónde? De Sancerre, donde erre que erre nos gusta el Terre de Maimbray 2017 (Pascal et Nicolas Reverdy). Un blanco de sauvignon blanc que entre austero y generoso invita al disfrute sin bobadas y nos recuerda que sí, c’est la vie. Que esto es vida, con su bebida y mejor si es con comida, una omelette du fromage y a seguir.
A seguir con el Danjou-Banessy Coste 2017 (Domaine Danjou-Banessy), que viene del Roussillon y es macabeo exuberante. Flores de Champs Élysées jugando con un arito de madera, todo energía y vigor. Y pide sustancia a gritos, la de unos caracolillos de nombre escargots, de Bourgogne, por supuesto.
De puntillas y en frufrú se acerca el Viognier de Rosine 2016 (Stephane Ogier), que lleva tutú. Con peculiar elegancia y el cuello bien estirado se muestra sutil sin olvidar lo importante, hay que perseverar. Y lo hace con persistencia junto a unos moules à la crème, homenaje a nuestra reina del Windsor en veranos de croissant y pegotones de mantequilla.