Hablamos de Ruuuts, que nos llega como eso de ser sostenible y es que sí, parece que lo es de verdad. Sin tonterías, que aquí se buscan realidades. Con pequeños detalles que son de sumar todos los pocos para terminar haciendo mucho. Desde la botella hasta cómo nos llega. Que si, del palé al tapón y todo con la mínima intervención. Que tal vez no malcriemos hijos ni escribamos librejos, pero sí plantaremos un árbol. El más alto y borrando cualquier huella que no sea la que nos dejan los vinos ricos. Empezando por el RUUUTS 1, albillo, airén y macabeo que pide darle un buen copeo. Porque se bebe solo con amigos de los frescales. Los de charla liviana y sin complicaciones. Rodeados de la acidez afilada que es necesaria hasta en la diversión de no pensar en nada más que en ti, contigo y con una tapita de arroz con cosas en la barra.
El RUUUTS 2 es de las mismas uvas en diferentes proporciones para proporcionarnos de este modo distintas sensaciones. Aromáticos que rozan lo romántico. Cánticos que acarician los sentidos persistentes que se niegan a extinguirse. Perseverancia florida y querida con sus pieles. Un gastro guay, que no da rabia, porque es mundano y lo tomamos en una sesión de latería sardinero.
Vamos con los tintos y por orden, que llega el RUUUTS 3. Tempranillo, garnacha y un variadito de otras varias con resultado juguetón y en absoluto del montón. Juventud liviana que sana a cualquier edad, porque es frutilla rollo bayas de encarnados colores. Sabores de chuches de las que sí. Lo de gluglulear sin internet, porque aquí es todo cara a cara y brindando con un pincho de tortilla jugosita.