Para Joaquin Schmidt el éxito de su restaurante reside en que no esté lleno. Esta declaración de principios, que desliza mientras te sirve el vino, es su carta de presentación. Porque él es el cocinero, el camarero y el sumiller de su local ubicado en el barrio de La Zaidía.  Un lugar más parecido al salón de una casa de un anfitrión serio pero diligente que a un restaurante al uso. 

Es un personaje que desde hace 23 años regenta el restaurante que le hace feliz, sin ataduras, presiones ni dictados del mercado. A mitad de los 90 su cocina estaba en la cumbre de la vanguardia de lo que se hacía en esta ciudad. Ya no, pero da igual. Adentrarte en ese local que ha resistido el vaivén de las modas, dejarte envolver por la música y la iluminación del restaurante y sobre todo, si te interesa y le preguntas, escuchar a Joaquin entre plato y plato es una bonita experiencia que todo el mundo debería probar.