VALÈNCIA. Los días pasan y la guerra en Ucrania persiste sin dar tregua. Once meses desde ese 24 de febrero en el que estalló el conflicto y las familias comenzaron a convivir con bombardeos, disparos y el temor de ser ocupados por los rusos. Los niños y niñas a crecer en un entorno inhóspito, con peligro de sufrir daños físicos y trastornos emocionales, y los hombres forzados a ir a una guerra que nadie termina de entender. Ahora, además, deben lidiar con la falta de electricidad y el frío del invierno. Aquella noticia del inicio de la guerra sacudió el corazón de muchas personas, que en seguida crearon una cadena solidaria que todavía hoy perdura y estrecha lazos entre la Comunitat Valenciana y Ucrania.
Para otros, como la Fundación Juntos por la Vida, se trataba también de seguir con una ayuda que se remonta años atrás, concretamente a 1994 para ayudar a los menores afectados por el accidente de Chernóbil (1986). Un vínculo y entendimiento con el pueblo ucraniano que hizo que miembros de la Fundación se desplazaran de inmediato hasta Przemysl, al este de Polonia, para atender a las familias que huían de la guerra. Era el 1 de marzo de 2022 y desde entonces esa ayuda no ha cesado, colaborando en la evacuación de refugiados y poniendo en marcha alojamientos seguros para desplazados y ayuda psicológica, especialmente para madres con sus hijos. En total, la Fundación ha desplazado a 3.200 personas a la Comunitat Valenciana y en terreno habrá ayudado a más de 5.000 personas.
Clara Arnal, presidenta de la Fundación Juntos por la Vida, explica que viajó hasta Przemysl a los pocos días que saltara la noticia, pero que la ayuda comenzó incluso antes: “Por las noticias que nos llegaban temíamos que el conflicto estallara en cualquier momento así que alertamos a las familias de que estuvieran preparadas e incluso que salieran de la zona”. Lo recuerda con tristeza e impotencia porque “nadie nos creía, había mucho negacionismo y fue muy difícil ayudar a la evacuación antes del inicio del conflicto”. Desde entonces han estado en la frontera ayudando a través de un centro de acogida y de un centro en el que prestan ayuda psicosocial, pero también haciendo las veces de traductores y repartiendo ayuda humanitaria a las personas más desfavorecidas.