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LA OPINIÓN PUBLICADA

Los problemas de pactar con Vox

  • Albert Rivera, durante el mitin de cierre de campaña en València. Foto: EDUARDO MANZANA
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Las elecciones del pasado domingo dejaron un escenario político similar al que ya teníamos un mes antes, con el PSOE como indiscutible vencedor de todos los procesos electorales y rival a batir. Sin embargo, la victoria socialista se vio empañada parcialmente por la suma de los tres partidos de derechas (el trifachito) en muchas comunidades autónomas y ayuntamientos de grandes capitales. Singularmente, en el ayuntamiento y la comunidad de Madrid. La suma de PP con Ciudadanos y Vox en la capital permitiría que los populares salven los muebles; al menos, respecto de 2015. Recuperan la capital, la joya de la corona, y apenas pierden poder en las grandes ciudades (otra cosa será en los pueblos; las pérdidas en las diputaciones provinciales pueden ser dramáticas para el PP: ¡todos esos paniaguados del partido no se colocan solos!). Tampoco habría grandes cambios en lo que concierne al poder autonómico. Si hacemos balance en el conjunto del ciclo, la derecha mantendría sus principales autonomías (Madrid, Castilla y León, Murcia; además de Galicia, cuyas elecciones se celebran el año que viene) y añadiría la más importante de todas: Andalucía.

Pero esta visión relativamente plácida, de "aterrizaje suave" de las derechas, con una cuota de poder en absoluto desdeñable, ignora la realidad en varios aspectos. No sólo que dicha separación entre tres opciones le da al PSOE una ventaja muy importante, como partido más votado casi en cualquier sitio; sino que los tres miembros del "trifachito" no tienen aliciente, en igual medida, para pactar siempre. Sólo el PP está interesado en pactar en cualquier circunstancia, pues el PP no puede pactar con otros partidos, es prácticamente siempre el más votado de los tres (es decir, quien ostentaría la alcaldía o la presidencia de diputación o comunidad autónoma), y no parece que sus votantes le castiguen por pactar con Vox, dado que los votantes de Vox son, sustancialmente, antiguos votantes del PP.

En cambio, no está claro qué aliciente pueden tener los otros dos partidos para ejercer como comparsas en cualquier circunstancia. El caso de Vox es diáfano: no puede pactar con nadie más, y si se niega a hacerlo sus votantes le castigarán (imagínense que por culpa de Vox la izquierda continuase gobernando Madrid, por ejemplo). Pero si pacta con sus supuestos "socios" sin pintar nada ni conseguir una foto con ellos, si no gana influencia ni respetabilidad, ya deshinchado el soufflé... ¿Para qué sirve Vox, exactamente?

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