VALÈNCIA. No era, ni mucho menos, el escenario deseable. Ni para Carlos Mazón ni para Vicente Barrera. La sintonía entre presidente y vicepresidente de la Generalitat a lo largo de su primer y último año de legislatura juntos seguramente haya evitado muchos choques dentro del Ejecutivo autonómico. Ambos líderes querían estabilidad. Es cierto que Vox ha resultado molesto para el PP desde un inicio. Que las afirmaciones de los consellers en algunas cuestiones más ideológicas o en los asuntos que más los separaban de los populares no beneficiaban en absoluto a estos últimos. Que había picos de tensión y los iba a haber más. Pero los dos se veían capaces de agotar la legislatura sin romper. Si por ellos hubiera sido, claro.
El problema es que sus respectivos líderes nacionales no lo veían así. El primero, Santiago Abascal, quien no ha dudado en romper en los cinco territorios en los que gobierna con el PP porque éste se ha mostrado dispuesto a acoger menores migrantes no acompañados y por sus acuerdos puntuales con el PSOE a nivel nacional. El desconcierto y el cabreo de la mayoría de los cargos voxistas en la Comunitat es notorio. El propio Barrera fue uno de los que más mostró su discrepancia durante el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) celebrado este jueves.