Su discurso se adentra en lo clásico y lo contemporáneo, con las raíces siempre puestas en la calidad del producto. “Hay una necesidad de volver a lo natural y conectar con la tierra mediante productos frescos y de temporada”, asegura Carlos. Esa es la base de la cocina de Ma Casa, por lo que adquieren las materias primas de cercanía e incluso cultivadas por ellos mismos.
Los años que Carlos ha estado frente a los fogones, en València, de Ca Duart, unido a la experiencia en restaurantes del País Vasco, Galicia, Francia, la Comunitat Valenciana… (Estrellas Michelin incluidas) le han llevado hasta aquí. Y de aquí salen propuestas ricas y variadas, no hay más que ver sus tres menús, de 25, 37 y 49 euros.
El de degustación es el Carpe Diem, el más imponente. Si uno le echa un vistazo verá enseguida que es una oda al buen comer. De entrantes: tartar de atún rojo con remolacha, aguacate y soja; mar y montaña de mollejas de ternera y pulpo; figatell de oca con foie e higos al vino tinto y, para rematar, huevo trufado con puré de patatas, setas y migas. Luego vendría el arroz cremoso de foie y trufa, la ventresca de atún rojo a la brasa y tomate seco y la paletilla de cordero con jugo de chipotle y puré de calabaza. Para acabar, prepostre y postre.
Ma Casa cuida el producto porque quiere cuidar al cliente. Es un establecimiento que, aunque lo intente, no se deja encorsetar en una sola dirección. Ha tenido y va a tener, comidas de empresa, de negocios, pero el ambiente y el trato están tan bien cuidados (Amparo Regal, la madre de Carlos, es un jefa de sala estupenda y entrañable), que tus padres te lo van a agradecer si los invitas a comer aquí, y lo mismo hará tu pareja, o esas amigas y amigos con quienes quedas una vez al mes.
Está claro que en Ma Casa hay una honesta declaración de intenciones. Carlos ha hecho una apuesta atrevida y, a la vez, necesaria, la de proponer un buen restaurante, volcado en la buena gastronomía, en la Ribera Alta más pegada a València. Esto es, se lo digo en serio, para que no dejen de ir.
