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Bancaja: peor imposible

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VALENCIA. No de otro modo se puede calificar la manifiesta falta de pericia mostrada por la Administración autonómica para cerrar de una vez por todas una herida financiera por la que se desangran buena parte de los males que asolan a la Comunidad Valenciana. Nadie duda de los profundos problemas que ha tenido que sortear el presidente Alberto Fabra hasta superar el Rubicón de este último Congreso de su partido, pero tampoco se le escapa a nadie que es obligación primera la de un presidente la de gobernar y solucionar los problemas, más en estos gravísimos momentos que nos está tocando vivir.

Los errores advertidos en el innecesariamente alargado proceso de sucesión de José Luis Olivas al frente de Bancaja dado el carácter de los acontecimientos sufridos durante los últimos meses, reflejan un evidente abandono de la gestión de los intereses generales a favor de no se sabe muy bien -o sí- qué otros objetivos secundarios.

Es obvio que existen otros problemas igual o más acuciantes, la deuda, los recortes, el ajuste, el déficit... pero la mayoría tampoco aparecen resueltos, y para ejemplo ahí tenemos el escándalo de las facturas guardadas en los cajones y que nos ha acabado de ridiculizar -por utilizar el adjetivo menos cruel- junto al gobierno de Madrid, ante la comunidad internacional.

Por no hablar del evidente retraso en la reestructuración del sector público empresarial, el ERE de RTVV, la aun balbuceante semiprivatización de la gestión sanitaria o la inexistencia alguna de plan, aunque sea de mínimos, que intente cerrar alguna vía de agua en este crujiente cascarón autonómico a la deriva.

Son demasiados abandonos en esta dirección en los últimos meses. Los sucesivos procesos electorales (elecciones generales y andaluzas) hasta acabar, este fin de semana, con el Congreso de Alicante que ha entronizado a Fabra como líder máximo de su partido y de la Generalitat que preside, han supuesto un handicap cuyas consecuencias y coste podemos temer.

Por el camino, la Generalitat se ha dejado un banco intervenido, una caja subastada, otra practicamene nacionalizada, una gigantesca deuda pública inatendida y un déficit público redescubierto de forma sonrojante, todo ello como efecto de una gestión heredada... de su propio partido.

RAMPANTE IMPERICIA

Como colofón y muestra de rampante impericia, ahí tenemos el espectáculo del consejo de Bancaja de este lunes en el que dos candidatos, uno propio y otro cercano, se enfrentaban en medio de un politizado consejo dividido e incapaz de mostrar, ni siquiera en estos tristes momentos postreros, el más mínimo rasgo de sensatez para hallar una figura de consenso que pusiera fin con cierta dignidad a Bancaja e iniciara con sosiego la difícil transición hacia su conversión en fundación una vez perdido su carácter de entidad financiera.

Correspondía al Gobierno de la Generalitat haber pilotado este proceso con discreción, precisión de cirujano, firmeza y eficacia, consensuando con la oposición si fuera necesario una solución diáfana que acabara con la hemorragia de imagen que está sufriendo esta Comunidad desde hace ya demasiado tiempo.

Una vez más, no ha sido posible y la clase política valenciana, en el poder y en la oposición, ha vuelto a mostrar no hallarse a la altura de las circunstancias. Una lástima.

No obstante y por desgracia, aun van a surgir innumerables oportunidades para cambiar este estado de cosas y modos de comportamiento. Sería deseable que el presidente Fabra, ahora ya sin distracciones políticas que le aparten de sus obligaciones de gobierno, asuma la vara de mando y comience a enderezar una situación realmente alarmante. Por el bien de todos. Es el momento de los buenos consejeros y la mano firme porque no queda tiempo ni margen para más errores

Ha llegado su hora, presidente.

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