Difícilmente podemos defender la posición de Israel en el conflicto que mantiene desde hace más de un siglo con los palestinos. Un conflicto que estalló definitivamente cuando las superpotencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial decidieron otorgar al pueblo judío parte del territorio del mandato británico en Palestina. Desde hacía décadas, muchos judíos habían emigrado a Palestina en un intento de recuperar su tierra prometida, de la que habían sido expulsados hacía casi 2000 años. Los terribles padecimientos de los judíos a manos de los nazis y sus aliados durante la guerra motivaron un incremento considerable de la emigración a Palestina, así como una mayor legitimidad y simpatía por su causa entre las potencias aliadas y en el mundo (occidental).
Sin embargo, era evidente que una partición del territorio entre dos pueblos, impuesta desde fuera, iba a ser fuente de conflictos. De hecho, esa partición puede considerarse una imagen de marca del Imperio Británico cuando el Reino Unido comenzó a retirarse de sus posesiones coloniales: hacerlo dejando particiones artificiales del territorio que generasen conflictos enquistados que provocaron guerras y millones de muertos durante décadas (como sucedió en Palestina, en India-Pakistán, en Irlanda del Norte, y en un número indefinido de países africanos). Así que no era nada fácil que la cosa funcionase. Y, efectivamente, no funcionó.

- Foto: EP/APA IMAGES
El conflicto no sólo no ha remitido, sino que se ha recrudecido significativamente en la última década. Pero nunca habíamos vivido lo que estamos viendo, atónitos, ahora. Porque, aunque era evidente que Israel tenía las de ganar frente a los palestinos, en absoluto era así en sus sucesivos enfrentamientos con las alianzas de países árabes del entorno. Israel (con un importantísimo apoyo logístico y armamentístico no sólo occidental, sino inicialmente también del bloque soviético) salió victorioso de la mayoría de estas guerras, incrementando su territorio y generando conflictos adicionales con sus políticas de colonización en los territorios ocupados. De ellos, la franja de Gaza siempre fue el más difícil de controlar, por la enorme población, más de dos millones de habitantes (es la tercera entidad política con mayor densidad de población del mundo, tras Singapur y Hong Kong), la gran mayoría jóvenes, y casi todos ellos en una situación muy precaria.
Israel, en sus conflictos con los palestinos y los países musulmanes circundantes, ha asentado su legitimidad en diversos argumentos, pero fundamentalmente tres: las tragedias y persecuciones experimentadas por el pueblo judío a lo largo de milenios, y sobre todo el genocidio a manos de los nazis; el derecho que tiene Israel a defenderse, aunque se defienda con el resultado de mejorar su posición de partida (conquistando más territorios); y la legitimidad adicional reportada por su condición de única democracia de la zona (entendiendo que en Israel no consideran a Turquía como una democracia, o bien han decidido que no está en Oriente Medio de facto).
Pero estos argumentos, que en momentos anteriores de la historia de su conflicto con Palestina tuvieron su peso, ahora palidecen ante la realidad obscena del genocidio que está perpetrando el Gobierno Israelí en la franja de Gaza, con más de 60000 muertos hasta la fecha. Un genocidio motivado inicialmente como respuesta al sangriento ataque y toma de rehenes por parte de Hamás del 7 de octubre de 2023, hace ahora casi dos años. En estos ataques, Hamás asesinó a más de 1000 personas y secuestró a más de 250 rehenes, motivando la respuesta de Israel.
Indudablemente, Israel tiene derecho a defenderse. Israel y cualquier entidad que sea atacada. La cuestión es contra quiénes han decidido defenderse: contra Hamás o contra los dos millones de habitantes que viven hacinados en Gaza; dónde se detiene la autodefensa y comienza el asesinato indiscriminado de personas indefensas. La respuesta de Israel sería absolutamente desproporcionada incluso aunque fuera cierto que los dos millones de habitantes de Gaza son terroristas; como esto obviamente no es así, es directamente criminal. Y que esto lo perpetre un régimen democrático es aún peor, y no una fuente de legitimidad adicional. Exactamente lo mismo sucede con la invocación del Holocausto. Precisamente por lo que ha sufrido el pueblo judío en su historia, deberían ser más cuidadosos, no menos, con la tendencia a deshumanizar al enemigo como preludio de su exterminio o limpieza étnica, y más empáticos con el sufrimiento ajenos. En cambio, aquí los asesinatos cometidos por Israel vienen acompañados de risas, burlas, y un discurso abiertamente racista y depredador que pretende expulsar o asesinar a dos millones de personas para montar un resort de lujo en la zona.

- Foto: AVI OHAYON/ISRAEL GPO/ZUMA PRESS/DPA
La posición de Israel es absolutamente indefendible, por muchas simpatías que pueda generar su historia o el estallido de este conflicto (que fue provocado en un ataque suicida, como estamos viendo, de Hamás). Puede que los integrantes de la flotilla solidaria que ha sido detenida por Israel fueran unos ingenuos y no tuvieran ninguna posibilidad de conseguir aliviar el sufrimiento de la población de Gaza, pero reírse de ellos mientras los que se ríen se ponen de perfil o directamente apoyan las acciones de Israel, como han hecho desde el PP, es una actitud que dice mucho más de ellos que de los activistas. Detenidos, por otra parte, mediante una nueva vulneración flagrante del Derecho internacional: en aguas internacionales, para no perder la costumbre de la metodología criminal con la que "La única democracia de Oriente Medio" se "defiende", en esta ocasión de unos cuantos peligrosísimos activistas.