Sobre todo, no puede parar de crear problemas. Lo interesante es que ahora, tras crear problemas a toda la comunidad educativa con una ley absurda diseñada para crear problemas a la población valencianohablante, los resultados de la consulta le van a crear problemas a él y a su partido. Porque, contra todo pronóstico, y sobre todo contra el pronóstico que manifiestamente manejaban los que desde la Generalitat han organizado este engendro de ley y de consulta "para acabar con la imposición del catalanismo", los resultados han mostrado, ante todo, la pluralidad de la sociedad. Una división al 50% en las preferencias de los padres que nos indica claramente que un Gobierno que gestione esta sociedad debería ser sensible a las necesidades de unos y otros, en lugar de erigirse en pretendido adalid de unos para castigar a los otros.
Desde cierto punto de vista, la consulta ha sido un éxito para el conseller José Antonio Rovira: él y los suyos han conseguido excelentes resultados en la escuela concertada de la ciudad de Alicante. Así que podrán librarse de una asignatura de valenciano, o de media asignatura. Todo este follón para no "contaminarse" demasiado. En el camino, han dejado muchísima crispación y tensiones absolutamente innecesarias entre las familias; han pergeñado un modelo ridículamente enrevesado, fiado por completo a la lengua base, que generará todo tipo de desequilibrios y disfunciones, y creará dificultades enormes a los centros para aplicarse. Y, por último, han dejado en la picota al propio conseller, que no ha ocultado (como tampoco lo ha hecho Carlos Mazón) que el propósito de esta ley no era pedagógico ni educativo, sino político: acabar con la pretendida "imposición catalanista" del valenciano (no en vano la ley reduce los márgenes de escolarización en valenciano, aunque vote esa opción el 100% de los padres).
Es una ley pensada para atacar un problema que no existía, salvo en la efervescencia de la privilegiada mente del conseller y los suyos; y que, en cambio, ha creado problemas muy reales. Hay muchos colegios en los que se van a crear varias líneas por idioma, en unos cursos sí y en otros no, según la "libertad" expresada por los padres. Lo cual dificulta sobremanera que haya algún tipo de modelo de centro, salvo que todos los grupos hayan salido en la misma lengua base (para lo cual, obviamente, no hacía falta montar este follón). Un problema que, además, se reproducirá cada año, cuando los padres voten al inicio de Infantil o de Secundaria.

- Foto: KIKE TABERNER
Pero, además, es una ley que obliga a la Administración, al menos en teoría, a buscar solución a aquellos niños que no tengan plaza inicialmente en la lengua de preferencia. Porque si hay dos grupos de 25 alumnos y 35 quieren una lengua y otros 15 la otra, va a haber al menos 10 alumnos que no tendrán la lengua de su elección. Y eso va a pasar en todos los colegios. La solución genial de la administración de enviarlos a otro colegio no va a ser viable en la mayoría de los casos, bien porque no sea posible o porque las familias no quieran. Y ya les digo yo que, a pesar de la sonrisa seráfica con la que desde la conselleria aseguran que pondrán más recursos (es decir, abrir más grupos), eso no va a pasar, y menos en el contexto actual, en el que el desastre de la Dana es lógicamente la prioridad de gasto.
La parte buena de esta ley es que previsiblemente no llegará a aplicarse. Es absurda, no puede implantarse razonablemente si no se aportan recursos y genera un modelo educativo delirante, porque se basa en delirios, no en realidades; y además impide generar grupos de escolares coherentes y equilibrados. Pero, sobre todo, no llegará a aplicarse porque el fracaso de los postulados del PP alicantino y de Vox, que son los que han montado este engendro (recuerden cómo el presidente de la Diputación de Valencia, Vicente Mompó, se apresuró a desmarcarse, y bien que hizo, porque muchos de sus votantes también quieren escolarizar a sus hijos en valenciano), es tan grande, tan clamoroso, que ha dejado la "Libertad Educativa" sin apenas fuelle antes de empezar.
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Por si esto fuera poco, un peligrosísimo aviso a navegantes en el núcleo duro del PP: esta ley ha soliviantado a muchos padres que les han votado en las últimas elecciones autonómicas. Padres que en esta consulta preferían valenciano, como ya hemos dicho, pero también padres que preferían castellano; porque unos y otros, en los colegios públicos y también en algunos concertados, han visto cómo se generaban tensiones entre los padres y luego han surgido líneas en las dos lenguas base. Y eso ya les digo yo que muchos padres no lo van a llevar nada bien. Especialmente padres que fueran sensibles a la dialéctica del catalanismo y la imposición del valenciano de la que proviene esta ley, y que ahora ven cómo les van a imponer líneas en valenciano en sus colegios... gracias a la ley del conseller Rovira. También gracias al conseller se ha evidenciado que el valenciano está mucho más presente en las preferencias de los ciudadanos de lo que el propio conseller y los suyos estimaban, hasta tal punto que ha ganado en las votaciones (idea para Rovira: crear una "ley de protección del castellano", que está en peligro por haberlo elegido solamente el 49% de las familias).
El conseller, en fin, ha hecho mucho por la promoción del valenciano, y más que hará cuando dimita o le destituyan y esta ley quede para el recuerdo como una complejísima y carísima encuesta encargada por la Generalitat Valenciana para conocer de primera mano las preferencias lingüísticas de la población con hijos en edad escolar. Desde los tiempos de Antoni Rovira i Virgili que una persona apellidada "Rovira" no hacía tanto por esta sufrida lengua, aunque en el caso del conseller, ocioso es decirlo, haya sido a su pesar.