El llamado síndrome del impostor, o de la impostora porque dicen que afecta más a mujeres, se produce cuando profesionales cualificados dudan de sí merecen ocupar el puesto que se les ha asignado, generalmente después de un ascenso o un nombramiento para un cargo directivo. Mientras a su alrededor todos esperan que saque a relucir su talento, quien está afectado por el síndrome del impostor siente que no merece estar ahí y teme que los demás se den cuenta.
Se llama síndrome del impostor pero no tiene mucho que ver con el miedo de los verdaderos impostores, que no es a no dar la talla sino a que salga a la luz que son unos tramposos. La mentira es su talón de aquiles, un riesgo siempre presente, a veces sin otra salida que huir hacia delante para evitar ser descubiertos.
La literatura y el cine se han ocupado de los impostores con una profusión ínfima en relación a los realmente existentes. El talentoso Mr. Ripley creado por Patricia Highsmith es un ejemplo extremo, pura ficción. Más interesantes son los casos reales del falso piloto, abogado y médico Frank Abagnale Jr., llevada al cine por Steven Spielberg en Atrápame si puedes con Leonardo diCaprio en el papel del impostor, o el del español Enric Marco, quien se inventó que había estado preso en el campo de concentración de Flossenbürg (Alemania) y con ese relato se dedicó durante dos décadas a dar conferencias sobre su calvario, llegó a presidir una asociación de víctimas de nazismo y recibió de la Generalitat de Cataluña la Creu de Sant Jordi..., hasta que el historiador Benito Bermejo descubrió que todo era mentira. Lo contó Javier Cercas en El impostor.

- Fotograma de 'Atrápame si puedes'
Inventarse un título para lograr un puesto vitalicio es estar toda la vida en el alambre, pero no por una sensación de inseguridad como la del síndrome del impostor sino porque las mentiras, por muy largas que tengan las patas, pueden ser descubiertas aunque hayan pasado 40 años.
El verdadero impostor no es quien duda del puesto que ocupa, sino quien lo usurpa. El caso de José María Ángel vuelve a poner el foco en la honestidad de los políticos españoles, que deja bastante que desear. Sea bienvenida la caza de impostores desatada entre PP y PSOE. Que caigan todos.
La buena noticia, por buscar algo positivo, es que vuelve a haber dimisiones en España. Lo nunca visto, la mentira política se castiga. Cuando la semana pasada escribía que "la diputada del PP Noelia Núñez ha dimitido por haber falseado su currículum, dejando en evidencia a otros que, con infinitos más motivos para dimitir, siguen en el cargo", no estaba pensando en José María Ángel, pero sirva su ejemplo también para reclamar un poco de decencia en la política valenciana y española. Dimitir es un resquicio de dignidad dentro de la indignidad, una actitud que otros políticos no han tenido.
Dos apuntes más sobre el escándalo de quien era comisariado del Gobierno para la Dana:
Primero, la desatinada defensa de José María Ángel por parte de la líder socialista Diana Morant. “Nosotros no pedimos títulos, pedimos hoja de servicios”, dijo en referencia a la reciente elección de Ángel como presidente del PSPV, cargo del que también ha dimitido. Morant, ministra de Universidades, no puede defender a alguien en cuyo expediente funcionarial consta un título falso. Es un insulto a los titulados. Si no quería criticarlo porque es su amigo, bastaba con que le hubiese agradecido los servicios prestados, que han sido muchos.

- Eduardo Beut, director de la Agencia Valenciana Antifraude.
- Foto: JOSÉ CUÉLLAR/CORTS
Segundo, la celeridad de la Agencia Valenciana Antifraude en este asunto que afecta al PSOE deja en evidencia a su director, Eduardo Beut, que ha demostrado que las denuncias que tiene empantanadas desde hace años y que afectan al PP no avanzan porque no pone el mismo interés en investigarlas. En menos de un mes, con la Semana Santa por medio, resolvió el expediente sin dar audiencia al denunciado –de facto, condenado–, algo a lo que tiene derecho cualquier investigado aunque le hayan pillado con la pistola humeante en la mano.
PS: Esperemos que a la nueva comisionada del Gobierno para la Dana, Zulima Pérez, le dejen coordinarse con la Generalitat y nos eviten unos y otros continuar con el drama de dos administraciones cada una por su lado más preocupadas por contar lo bien que lo hacen que por arreglar los problemas de los afectados.