Opinión

EDITORIAL
Causas y consecuencias del 'rescate'

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VALENCIA. Frente a los reiterados desmentidos realizados por el Gobierno en los últimos días, la banca española ha recibido una ayuda de la UE -no gratuita, cabe añadir- de hasta 100.000 millones de euros. Es una ayuda que ninguno otro sector bancario de la UE ha necesitado, porque ningún otro sector bancario de los 27 que conforman la UE, los problemas han alcanzado una gravedad de igual magnitud. Una importancia capaz de poner en riesgo la propia UE y el euro. En especial si el resultado de las próximas elecciones griegas es el que se prevé, que en este terreno implicarán la negativa del país heleno a asumir el coste de la desastrosa actuación de su pasado gobierno conservador.

Conviene recordar, porque pocos lo subrayan, que los problemas de la banca española son el resultado principalmente de una gestión políticamente inaceptable, aunque penalmente difusa, por parte de unas administraciones autonómicas gobernadas por el Partido Popular. En primer lugar, la Comunidad Valenciana y la de Madrid, o la de Madrid y la de la Comunidad Valenciana que tanto monta, que son las que han creado ese monstruo sistémico llamado Bankia, principal causa, aunque no única, del desastre.

Ahora, cuando el ministro De Guindos pretende que todo es cuestión de un crédito en buenas condiciones, obviando que su gobierno no tenía, ni tiene, los fondos que le obligan a pedirlo ni las causas que lo hacen imprescindible, hay que recordar de quien ha sido la frívola actuación política que nos ha conducido donde estamos. Y no es otra que la de Eduardo Zaplana y Francisco Camps pero también la de Esperanza Aguirre, que gestionaron Bancaja y Caja Madrid como si fuera de su exclusiva propiedad poniendo y quitando administradores a su antojo.

José Luís Olivas, Miguel Blesa, Rodrigo Rato y una docena más de personajes más, entre los que destacan los ejecutivos, son los responsables directos de esta situación, pero no son los únicos responsables. El Banco de España, principal institución española de supervisión de la actividad financiera, ha quedado, como se dice coloquialmente, a la altura del betún. Primero, bajo la etapa de Jaime Caruana, que permitió una concentración de riesgos incompatible con la prudencia financiera. Luego, Miguel Ángel Ordoñez, que tardó en reconocer la gravedad de la situación y más todavía en diagnosticar su gravedad y actuar. Ahora nos encontramos con que el principal organismo supervisor no goza de credibilidad alguna cuando sigue siendo pieza básica de un sector en donde esta función sigue siendo fundamental.

Y son culpables de donde estamos igualmente los dirigentes políticos -en el Gobierno actual como en el anterior-, que han perdido mezquinamente el tiempo en medidas inútiles que lo único que han conseguido es sumir al país en una recesión. En los cinco meses que llevan Rajoy en el ejecutivo se ha hundido el crédito del Reino de España cuando su partido se presentó a las elecciones del pasado noviembre, que ganó por amplio margen, anunciando que representaba la solución.

Frente a sus promesas, en pocos meses nos encontramos en una situación más negativa que la de hace un año y, lo que es peor, sin saber a dónde nos quiere llevar ni, sobre todo, cómo lo piensa hacer. Mal pronóstico para una situación en donde la creación de expectativas creíbles, no hace falta decirlo, es uno de los elementos principales de la solución al problema. Las consecuencias del rescate al sector bancario español pueden ser todavía más negativas de lo que sí mismo lo es para el conjunto de la economía. Sabemos que tenemos una deuda de hasta 100.000 millones más, pero no cómo se piensa devolver ni, lo que es más importante, qué piensa hacer este gobierno para superar la recesión en la que nos encontramos.

Por ello, es urgente que el Parlamento debata qué implica el rescate y hacia dónde va el Gobierno. Y más todavía que éste se deje de eufemismos y trate a los ciudadanos como lo que son: seres adultos y con capacidad de comprensión que le han concedido la delegación para gobernar pero en modo alguno un cheque en blanco hasta las próximas elecciones.

De momento, sus afirmaciones van por un lado y los hechos por otro. Una situación que de prolongarse toda la legislatura puede acabar con mucho de lo conseguido por varias generaciones de esforzados españoles que han logrado colocar a España entre las principales economías de este mundo. Algo que nadie debiera olvidar a la hora de escribir sobre la situación en la que estamos. Y menos que nadie el gobierno de Mariano Rajoy.

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