Opinión

Opinión

El Airbnb de Mazón

Publicado: 09/12/2025 ·06:00
Actualizado: 09/12/2025 · 06:00
  • Edificio en el que se ubica la oficina de expresidente de Carlos Mazón.
Suscríbe al canal de whatsapp

Suscríbete al canal de Whatsapp

Siempre al día de las últimas noticias

Suscríbe nuestro newsletter

Suscríbete nuestro newsletter

Siempre al día de las últimas noticias

Están proliferando liderazgos con un halo mesiánico. Espíritu renovador puesto en bandeja por una clase política que lleva años más pendiente de sus propios intereses que de los demás. El desarrollo de la democracia española, esta que ahora está tan de moda gracias al aniversario de la muerte de Franco, se ha dividido en diferentes etapas.

Nació con la Transición, un período en el que los españoles decidieron elegir en primera instancia a Adolfo Suárez en la inauguración de los comicios democráticos; percibieron al piloto de la Transición como el que debía dar los primeros pasos en la carrera espacial hacia la senda liberal. Cuando los propios y extraños le hicieron la cama, los españoles pidieron un paso más, una España que no la conociera ni la madre que la parió, como dijo Alfonso Guerra. Entonces apostaron todo al rojo del PSOE con un Felipe González que puso de moda las chaquetas de pana y la melena al viento de una movida que soñaba con una revolución. El caballero blanco terminó decepcionando y llegó la España de Aznar, que en 1996 prometió devolver a España al lugar internacional que le correspondía y, con su etapa, puso fin a nuestro país tal y como lo conocíamos. En 2004, para muchos, fue el fin de la España feliz. Curiosamente, cuando los coches de Fernando Alonso dejaron de funcionar, nuestro país también dejó de carburar.

Éramos felices y no lo sabíamos; no nos dimos cuenta de lo que se cocía hasta que la crisis, que se ha alargado incluso a nuestros días, nos afectó de lleno. Nos cabreó la corrupción porque, mientras unos estaban presuntamente viviendo como reyes, nosotros no éramos más que viles vasallos. Con el descontento democrático nació el 15-M, ese movimiento transversal que al final terminaron copando unos pocos, pero de cuyo germen nacieron otros partidos alejados de las tesis izquierdistas, como Ciudadanos. Esa ilusión duró poco: no fue más que un amor de verano. Ese calor estival se tornó en frío cuando nos dimos cuenta de que tanto en Ciudadanos como en Podemos había los mismos vividores que en el PP y en el PSOE; incluso peores, porque formaciones como la de Albert Rivera acogieron a muchos resentidos que no consiguieron pillar cacho en la vieja política.

De esos barros han nacido los lodos de la decepción. La democracia española actualmente se encuentra en un momento crítico en el que la ciudadanía está cada vez más hasta las narices de todos los políticos, de sus vidas ultramontanas que no podrían haber tenido de no haberse enrolado en partido. Lo más triste es que estos dirigentes no aprenden: es como si quisieran que el sistema explotara. La gente no soporta que, mientras ellos no llegan a fin de mes para llenar la cesta de la compra, los políticos no dejen de vivir por encima de sus posibilidades. Ahora, éramos pocos y parió la abuela, la que creó un sistema privilegiado para los políticos.

Se han hecho eco los medios de comunicación del despacho que va a tener Carlos Mazón y de los servicios complementarios que va a disfrutar; unos de los que también se regodean algunos de los culpables por los que ha tenido que dimitir. Creo que la izquierda se ha ensañado con él, pero es que se lo pone a huevo. De la misma forma que su séquito le tendría que haber levantado de la mesa en El Ventorro ese 29 de octubre de 2024, en este momento le tendrían que haber sugerido renunciar a sus privilegios como expresident para marcar distancias con sus predecesores. No me digan que no habría roto los esquemas al proyectarse a sí mismo como un alter ego de un Ximo Puig que vive sin pasar apuros en la embajada en París. Está demostrando que son todos iguales.

Creo que Mazón debería escoger mejor a sus amigos: una persona que le apreciara de verdad le habría hecho entrar en razón para dejar pasar esos privilegios institucionales. Lo que pasa es que para sus falsos colegas eso habría supuesto dejar escapar un chollo, el gordo de la lotería por adelantado.

Como los dirigentes no empiecen a dar ejemplo, la democracia puede desaparecer tal y como la conocemos.

Recibe toda la actualidad
Valencia Plaza

Recibe toda la actualidad de Valencia Plaza en tu correo