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"Si vis pacem, para bellum"

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VALENCIA. Hay multitud de situaciones en las que la una decisión aparentemente lógica produce un efecto contrario al esperado. Lo que lo romanos sabían ya desde hace milenos "Si vis pacem, para bellum" (Si quieres la paz, prepara la guerra), lo interpretamos hoy mediante la teoría de juegos.

Si queremos mantener y prolongar la paz necesitamos... armas. Y no solo el mero hecho de tenerlas, sino estar dispuestos a utilizarlas ya. Como recuerda el premio Nobel Robert Auman, la guerra fría fue en realidad una paz fría que duró 60 años. No es por casualidad que el mayor periodo de bienestar y progreso coincidiera con la mayor escalada militar de la historia. Si alguna de las partes (soviéticos o americanos) hubiera renunciado a su armamento nuclear posiblemente no podríamos leer estas líneas (ni yo escribirlas).

Una situación similar se da en la hacienda pública, si quieres aumentar la recaudación... baja los impuestos. Una subida drástica de las tasas impositivas puede retrotraer el consumo, la subida de salarios y la actividad económica y acabar recaudando menos que antes de subirlos.

Si deseas reducir el déficit... aumenta el gasto. Una reducción drástica del gasto público, puede redundar en más déficit de la administración. Una minoración abrupta del gasto repercute negativamente en el crecimiento, que a su vez frena la recaudación y acelera el gasto asistencial en forma de subsidios.

Para reducir costes... contrata a más gente. Tan solo con equipo convenientemente preparado se puede afrontar a una competencia global (incluso contra la competencia internacional con respaldo estatal) y tecnológicamente sofisticada. El dilema del tamaño innovador de Schumpter parece haberse resuelto en favor de las empresas grandes. Atomizando las empresas, aunque a corto plazo se reduzcan costes, no lleva a otra situación que ostracismo económico.

Para ser solvente... pierde clientes. El 20% de los clientes cusan el 80% de los problemas. Pero si solo se tiene un cliente, éste causa el 100% de los problemas. Las empresas no presentan EREs por impagos de la Administración, sino por una nula diversificación de la facturación y una pésima planificación de riesgos, que es sustancial cuando se tiene a un cliente problemático en cartera.

En Valencia se confundido durante demasiado tiempo ser Empresario (con mayúsculas) con ser proveedor de la Administración pública. Por otra parte, más al norte, invertir las plusvalías de la industria azulejera en promociones inmobiliarias de la misma provincia es brillante: aumentan los clientes, pero si no se venden los pisos pierdes el doble.

Renunciar a gran parte de la plantilla puede ser la única respuesta viable a una inexistente organización empresarial. Pero es a nivel agregado, cuando se conculcan despidos en masa, cuando la consecuencia de este particular equilibrio de Nash es preocupante. ¿Sirve de algo una producción low-cost de coches, lavadoras o pisos, si no quedan trabajadores para comprarlos? Mientras tanto, la industria americana echa en falta a 600.000 trabajadores cualificados que tiene que suplir con horas extra costosas.

El Henry Ford de 2012 diría "quiero tener empleados que puedan comprar mis coches". Afortunadamente hay empresas de nuestra terreta con otro estilo de hacer negocios y que adoptan decisiones que no son comunes en estos tiempos: contratan a gente, emprenden en el exterior e incluso obtienen beneficios. Mercadona está preparada para la guerra, con una estrategia, ha instruido a sus soldados con diligencia, y no ha dejado nada al azar (Flavius Vegetius Renatus, Epitoma rei militaris, 3. Praef., a fines del siglo IV d.C.).
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Jordi Paniagua Soriano, es ingeniero de telecomunicaciones y economista, profesor de la Universidad Católica de Valencia

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