Opinión

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CORTITA Y AL PIE

Hermana, mejor calladita

Publicado: 19/12/2025 ·06:00
Actualizado: 19/12/2025 · 06:00
  • El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
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La celebración del 47º aniversario de la Constitución Española es un momento propicio para denunciar el debilitamiento del Estado de Derecho y de la convivencia tras más de siete años de Gobierno de Pedro Sánchez.

La degradación que sufre nuestra democracia tiene su origen inmediato en el modo torticero en que Sánchez llegó al poder. Acompañado de sus colegas actualmente residentes en Soto del Real, este aventurero no dudó en valerse del apoyo de separatistas y extremistas de todo pelaje para hacerse con la poltrona a cualquier precio.

Con Sánchez al frente, el PSOE decidió echarse al monte y renunció a la moderación. Incumplió su compromiso de no traspasar determinadas líneas rojas, traicionando su identidad constitucionalista, como no han dejado de denunciar algunos ilustres exdirigentes socialistas. El PSOE ha permitido que el rumbo del país esté al albur de todos los que impugnan la España constitucional. Esos con los que juró que nunca pactaría. De aquellas alianzas y cesiones vienen la crisis y decadencia que padecemos.

La política sanchista representa la antítesis del espíritu de concordia constitucional. Entendida como enfrentamiento, ruptura de consensos y pura supervivencia, se desenvuelve como pez en el agua en un clima irrespirable de polarización, una estrategia premeditada por propia conveniencia. Sánchez no supo contenerse ni el mismo día de la Constitución, descalificando a la oposición como “nostálgicos y herederos del franquismo”. Tal es el concepto tan poco democrático del sanchismo: el adversario político es tratado como un enemigo al que aislar con un muro y un cordón sanitario, por el simple hecho de discrepar.

A nadie puede extrañarle, por tanto, el deterioro del debate público hasta niveles indignos, una manifestación más de esta degeneración institucional. El grado de envilecimiento se ha podido comprobar en la comisión de investigación sobre la dana en el Congreso de los Diputados, donde la izquierda ha sobrepasado todos los límites de zafiedad y descortesía parlamentaria, esa izquierda que el día después de la tragedia estaba en el Congreso asaltando Radio Televisión Española.

La conmemoración de la Carta Magna viene marcada por la situación agónica de un Gobierno en descomposición y en precariedad parlamentaria, atrapado por la peor corrupción que se ha conocido en democracia.

Con el primer Fiscal General condenado y con el entorno de Sánchez investigado, la campaña de ataques del Gobierno contra el Poder Judicial no hace sino incrementarse conforme aumentan la desesperación y el pánico a perder el poder. La imagen de Ábalos entrando en la cárcel es el retrato del fin de una época. La metáfora de la forma sanchista de gobernar, de la ambición desmedida que siempre les ha impulsado y de la farsa de sus promesas de regeneración ética.

Pero si hay un elemento transversal a tantos desmanes socialistas, este es el machismo en diferentes versiones, el desprecio, la humillación y la utilización de las mujeres.

El encendido relato feminista e igualitario tan manoseado por el Gobierno se ha ido desmoronando, quedando al descubierto lo que escondía: un engañoso eslogan para ganar votos, criminalizar al adversario y tapar las reprobables conductas entre sus filas.

El retroceso real que han sufrido las mujeres con este Gobierno va desde la rebaja de penas y excarcelaciones de agresores sexuales que su legislación provocó hasta el escándalo de los fallos (ocultados) de las pulseras antimaltrato, pasando por la contratación de prostitutas, las conversaciones soeces y machistas y el reciente aluvión de escándalos socialistas de acosos a mujeres, que va desde el caso del señor Salazar, empleado de Moncloa, y llega hasta el PSPV.

Ningún partido político es inmune a graves comportamientos machistas, pero vistos los diversos casos, desde la prostitución en los ERE de Andalucía hasta los titosbernis, ábalos, koldos, errejones o monederos, parece claro que la izquierda tiene un serio problema de credibilidad y coherencia que hace un inmenso daño a la causa de la igualdad.

De nada sirve escandalizarse si después se mira hacia otro lado y prevalecen la inacción, el silencio y hasta el encubrimiento. Qué enorme hipocresía la de un Gobierno (y los partidos que lo sostienen) que continuamente señala con dedo acusador cualquier gesto que considera machista, y ahora calla y parece transigir con comportamientos que atentan contra la dignidad de la mujer.

Está por ver si la líder socialista valenciana, Diana Morant, la secretaria de organización del PSOE, Rebeca Torró, o la de igualdad, Pilar Bernabé, finalmente ponen por delante su responsabilidad en la protección y defensa de las mujeres o, por el contrario, la obediencia a sus señores jefes, tan permisivos con toda una cultura machista.

Sería escandaloso que cundiera la sensación de que quienes han venido pregonando el “hermana, yo sí te creo”, acaban imponiendo un “hermana, mejor calladita” cuando les afecta a sus partidos e intereses electorales.

Los españoles merecen un Gobierno que respete la Constitución y se atenga a su letra y espíritu; un Gobierno que no juegue con la igualdad entre mujeres y hombres, sino que la defienda de manera real y efectiva.

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