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La Diada, año III: un "desafío independentista" ampliado y mejorado

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VALENCIA. Comienza a ser una costumbre; casi una liturgia. Todos los años, a la vuelta del verano, llega la Diada catalana. En los meses previos, los medios de comunicación y la clase política española se afanan en explicarnos que "este año sí"; que el independentismo catalán, por fin, se está desinflando. Que el ritmo de inscripciones a la manifestación ha descendido, que hay síntomas de cansancio, o de división, o que determinados acontecimientos han dejado muy "tocado" al movimiento (este año, el escándalo Pujol). La estrategia de Mariano Rajoy, consistente en dejar que la cosa se estanque, se pudra, y finalmente desaparezca, comienza a dar sus frutos.

Luego llega la Diada y desmiente estos planteamientos por la vía de congregar a cientos de miles de personas. Entonces, lo que era complacencia se convierte en preocupación, y el nerviosismo aflora: por algún motivo, el independentismo, ese molesto runrún de fondo, no se desvanece por sí solo. Es más: cabría sospechar que incrementa sus apoyos.

Llevamos así tres ediciones de la Diada, desde la multitudinaria convocatoria de 2012. Cada año, el independentismo aporta alguna novedad en la manifestación (este año, una gigantesca "V"; el año pasado, la cadena humana que atravesaba Cataluña). La situación no evoluciona, salvo a peor: hacia un mayor enquistamiento de las posiciones; una mayor agresividad e incomprensión mutua.

Sin embargo, en los próximos meses viviremos un importantísimo cambio de fase en el movimiento independentista, una vez se convoque la consulta, el Tribunal Constitucional la prohíba y entonces Artur Mas tenga que mover ficha. Cambio de fase, que no resolución: si Mas opta por acatar la resolución del Tribunal Constitucional y no se celebra la consulta, previsiblemente disuelva el Parlament y convoque elecciones autonómicas. Unas elecciones plebiscitarias, cuyos resultados, a tenor de las encuestas, convertirán a ERC, partido nítidamente independentista, en el nuevo referente de la Generalitat.

Si Mas opta por autorizar, o alentar, algún tipo de votación ilegal, sus resultados no serán satisfactorios: con una participación previsiblemente baja, sin control del proceso (o con un control deficiente), este tipo de convocatoria podría volverse en contra de los intereses de quienes la propugnan. Nada peor para el independentismo que un referéndum con, pongamos por caso, un 95% de apoyos y un 40% de participación, sobre todo si estos resultados vienen acompañados por noticias de la opacidad y parcialidad con que se ha llevado a cabo el recuento.

Artur MasEn un caso u otro, está claro que lo que ocurra el 9 de noviembre, o en las semanas posteriores a esa fecha, no resolverá el conflicto, ni siquiera lo atenuará. Y también está claro -y supone, sin duda, una radical novedad- que, desde el momento en que se convoque la consulta, Rajoy tendrá que abandonar su estrategia: ya no podrá limitarse a no hacer nada.

INDEPENDENTISMO HEGEMÓNICO

Pero que las circunstancias se repitan año tras año no quiere decir que estemos ahora donde estábamos hace dos años; bien al contrario, ha quedado claro que el independentismo no sólo mantiene sus posiciones, sino que las consolida. Desde dos puntos de vista: por un lado, ensancha sus bases sociales e ideológicas. El derecho a decidir, cada vez más, es el derecho a la independencia.

Por otro lado, se detecta un aumento de la intransigencia, del enquistamiento ideológico, y en definitiva del hastío y la agresividad, en el bloque independentista. Puede verse en su discurso, en las opiniones periodísticas o en el rumor de las redes sociales y los demás foros de opinión.

Cualquiera que se dé una vuelta por los comentarios de las noticias relacionadas con el independentismo catalán en los medios de comunicación puede detectarlo: a una noticia negativa para el independentismo (por ejemplo, un ministro francés respaldando las posiciones del Gobierno español) siguen decenas de comentarios hablando de la atávica hostilidad francesa con Cataluña, pidiendo un boicot de productos franceses. Si la noticia aparece en la prensa extranjera, también es habitual deslegitimar los comentarios de signo contrario, hostiles hacia los posicionamientos independentistas. Estos serían, se dice, comentaristas contratados por el Gobierno español para generar una opinión favorable.

Una agresividad, por supuesto, que también podemos encontrar en los comentarios de los usuarios partidarios de mantener la unión con España, estén o no pagados por el CNI: todo un rosario de lindezas que podrían resumirse en: los catalanes son horribles... ¡pero queremos que se queden, a toda costa!

Ese peculiar mensaje, que hoy por hoy es el que se envía a los catalanes, se combina con el estancamiento que provoca el "método Rajoy" de resolución de conflictos (no hacer nada) con los problemas que afectan a los catalanes, y que también están detrás del crecimiento del independentismo, además de la crisis económica: la ausencia de propuestas para solventar, o al menos mitigar, el problema del déficit de financiación y de un reparto injusto entre las Comunidades Autónomas; la ausencia de propuestas para establecer un nuevo marco relacional entre Cataluña y España, tras el histórico dictamen del Tribunal Constitucional de 2010 sobre el Estatut de Cataluña (que hizo muchísimo daño); y, en general, la ausencia de un mínimo de empatía o de voluntad de arreglo desde el Gobierno español.

Con todo, el principal problema no es el crecimiento del independentismo, el aumento de la crispación, o la ausencia de propuestas desde Madrid. El principal problema es la atonía de la posición unionista, partidaria de permanecer en España, por pura incomparecencia y falta de argumentos convincentes. Sabemos por qué se quieren ir los independentistas, aunque no sepamos qué quieren hacer después. Pero con el españolismo sucede justo lo contrario: sabemos qué creen que pasaría al día siguiente de que Cataluña se constituyera como Estado independiente; pero no sabemos muy bien por qué se quieren quedar en España, más allá del rosario de desgracias que caerán sobre la Cataluña independiente (la salida de la Unión Europea, el desplome del comercio y del PIB, el aislamiento internacional... Ni siquiera podrán jugar la Liga, como aducen algunos como gran argumento unionista).

Y en parte esto se debe a que desde el gobierno y las instituciones españolas, hoy por hoy, no se proporcionan argumentos convincentes para contrarrestar el independentismo; y en parte, también, a que la bandera del españolismo está siendo monopolizada por la esfera mediática, política y social de la derecha española, vista en Cataluña como uno de los principales factores que ayudan a cimentar los apoyos sociales del independentismo.

#PRAYFOR... EL PP Y LOS SMS

Jorge Moragas y Mariano RajoyAl día siguiente de la Diada, varios medios de comunicación desvelaron una serie de SMS entre el jefe de gabinete de Rajoy, Jorge Moragas, y la exnovia de Jordi Pujol Ferrusola, Victoria Álvarez, que fue quien en su día sacó inicialmente a la luz el "caso Pujol". Los mensajes dejan claro que, si alguien del PP comienza a enviarte mensajes de ánimo ("ánimo, Vicky", "Luis, sé fuerte"), hay razones para preocuparse, porque Moragas y Alicia Sánchez Camacho abandonaron después a su suerte a Victoria Álvarez.

Pero el contenido de la conversación ejemplifica muy bien, por desgracia, cómo funcionan las cosas en España: los delitos o indicios de delito son relevantes según quién los cometa y en qué circunstancias nos hallemos: desvelarlos no tiene que ver con la naturaleza del delito, sino con los propósitos para los que puedan servir las revelaciones. En este caso, "salvar España", que es lo importante, y no cuántos impuestos pudiera estar evadiendo el clan Pujol, o las comisiones que cobre Jordi Pujol hijo a los empresarios.

Por lo visto, salvar España no tiene tanto que ver con cumplir la ley, cuanto con hundir a los que ponen en duda la idea de España, aprovechando para ello los delitos que estuvieran cometiendo. Lo cual, naturalmente, nos lleva a pensar que, mientras los delincuentes en cuestión no pongan en duda la unidad de España, todo está bien: España, antes corrupta que rota.

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Guillermo López García es profesor titular de Periodismo de la Universitat de València. @GuillermoLPD

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