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La semana grande de la diplomacia china

Publicado: 07/09/2025 ·06:00
Actualizado: 07/09/2025 · 06:00
  • El desfile de Pekín.
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La rentrée viene fuerte. Y me chifla este término francés, tan marcadamente galo con su erres “roulantes” que son como roncar con clase, para referirse a la vuelta, al regreso al trabajo, a la ansiada rutina, a los buenos y evanescentes propósitos que no aguantaran más de dos semanas.  Es como una elegante vuelta a la normalidad y al orden interrumpido por los veranos salvajes del Mediterráneo tan repletos de todo: mar, familia, lecturas, alcohol y comilonas a gogo, pasiones desatadas, calor sudoroso e inmovilizante, reencuentros siderales…en fin, de la vida buena del exceso. 

En España, la escena política nacional está que arde y se intuye un otoñal aroma de fin de ciclo. Ya veremos. Y en el mundo, seguimos inmersos en la gran transformación de lo que ha sido el sistema que se implantó tras la Segunda Guerra Mundial caracterizado por la hegemonía de Occidente y más concretamente de la impuesta de conformidad con los intereses de los Estados Unidos de América. Me repitió durante años un profesional de la política, quizás como resultado de sus lecturas atropelladas de textos marxistas muy simples, que las personas no son importantes en los proyectos de transformación social.

Que debemos fijarnos en las corrientes subterráneas de la historia, en las tendencias que se van consolidando y que impregnan muchas de las respuestas de la colectividad. Quizás con esta tinta de calamar, solo ocultaba su vacua mediocridad opinadora. Quien sabe. Yo creo que todo es importante. Y sobre todo las individualidades. En los mundos empresariales, culturales, científicos y por supuesto en la política. Y el presidente Trump se ha convertido en un impresionante acelerador de tendencias. Propugnando un fortalecimiento casi mitológico (está anclado en el pasado, en el país de nunca jamás) de los Estados Unidos lo que está consiguiendo es acelerar al declive el que están abocados todas las manifestaciones intensas de fuerza, es decir, los imperios. Es contrario a la física más elemental, que la fuerza, la intensidad, se mantengan siempre. Al contrario, la tendencia es desinflarse. 

China está aprovechando la conducta errática del presidente de los Estados Unidos en su propio beneficio. Y lo está haciendo bien. Hablamos de geoestrategia que implica tener una hoja de ruta cada vez menos discreta, eficaz, de saber a donde se quiere llegar y los medio para alcanzar ese fin. Estados Unidos lleva reconociendo en los últimos tiempos que carece de un poder omnímodo para la imposición de sus intereses. Hasta ahora nos pagaba la cuenta de defensa a los europeos, pero parece que ya no le salen los números. Partiendo de esta realidad, lo procedente era lo que se ha venido haciendo hasta ahora: si China es el aspirante para liderar el orden mundial, lo que se debe hacer es dejarle sin amigos ya que China en soledad tampoco podrá hacerlo. Pues bien, la administración de Trump está haciendo todo lo contrario. Es un error garrafal que puede tener importantes consecuencias en cuanto a la influencia de Estados Unidos en el mundo. 

Y está semana Pekín ha organizado un despliegue de poderío notable y en dos tiempos bien diferenciados. El primero con ocasión de la celebración de la reunión anual de la Organización de Cooperación de Shanghai  (OCS) el domingo 31 de agosto pasado en Tianjin. La elección de Tianjin no es aleatoria. Se trata del puerto que las potencias occidentales obligaron a abrir en el siglo XIX a China convirtiéndose en una plataforma de exportación que favorecía esencialmente a Europa y al Japón imperial. Al fin y al cabo, Tianjin es el puerto de Pekín (como Valencia lo es de Madrid). Además, fue una ciudad clave en la ocupación de los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial.

  • El encuentro entre el presidente de China, Xi Jinping, y el presidente de Rusia, Vladimir Putin. -

Se trata de un lugar especial que visité en varias ocasiones por su cercanía con Pekín con mis hijos, mi buen amigo J. Madorell y un señor cubano hedonista cuyo nombre no recuerdo. Tiene un barrio tradicional interesante con algún templo destacable (como del de Niangniang dedicado a Mazu, la diosa del mar y uno de los más antiguos de China). Pero, sobre todo, recuerdo el sector occidental de la ciudad que rezuma de influencia europea en su trazado urbanístico, en sus impresionantes edificios (como el Gordon Hall que fue el cuartel general de la concesión británica o la Catedral de San José con su estilo delirantemente neobizantino, epicentro de la concesión francesa). Este entramado configuraba una muy singular pequeña Europa. Volviendo a la OCS, se trata una asociación que siempre había sido considerada, como diría Mao Zedong, un tigre de papel ya que a pesar de centrarse en temas de seguridad fronterizos y la cooperación en la lucha antiterrorista entre los países miembros, sus declaraciones y acuerdos carecen de naturaleza vinculante. Se creó en 2001 y sus miembros fundadores fueron China, Rusia, Kazakhstan, Kyrgyzstan, Tajikistan y Uzbekistan. Desde 2017 con el ingreso de la India y de Pakistán (como todo el mundo sabre, grandes amigos) y el de Irán en 2023, ha adquirido un alcance regional más potente. 

Varias cosas hay que destacar de la edición de este año. En primer lugar, la presencia de Narendra Modi (no asistió el año pasado) máximo representante de la India. Esto ha sido un aviso para navegantes ante la imposición por parte de Trump de unos aranceles exorbitantes de un 50% a las exportaciones indias por comprar el petróleo ruso que precisamente Estados Unidos le recomendó adquirir en su día. En segundo lugar, la camaradería e incluso jovialidad que se han mostrado sus líderes entre ellos: todo sonrisas, buenas palabras, gestos de cercanía e incluso de intimidad (Narendra Modi se desplazó con Putin en el coche oficial de este a una de las reuniones por lo que tuvieron ocasión de hablar con total tranquilidad).

Es cierto que no es oro todo lo que reluce porque hay grandes fricciones subyacentes entre algunos de los miembros del OCS. Como el hecho que la colaboración económica con Occidente no puede ser reemplazada por la India por una más intensa relación con una Rusia limitada por las sanciones resultantes de la guerra de Ucrania. O la controversia fronteriza que sigue viva entre India y China y que de tanto en tanto se recrudece y mueren soldados chinos e indios. Sin embargo, en geopolítica, las apariencias son muy importantes. Y el mensaje que se está mandando es que la influencia de Washington se está desvaneciendo en una parte relevante del mundo, donde se producen acercamientos y se toman decisiones en las que Estados Unidos no tiene ni la palabra.

La misma India le ha dicho al presidente Trump que no puede tener asegurada su amistad si Trump toma decisiones que le provocan un perjuicio y que tiene más amigos en otros lugares. Para China los beneficios de este encuentro de la OCS han resultado inmediatos. Le han dado un escenario en el que Xi Jinping aparece como anfitrión de un relevante encuentro multilateral y se pone en evidencia su capacidad para hacer que países con relaciones complejas se sienten en la misma mesa a tratar de defender aquellos intereses que les son comunes. De esta forma, se enfatiza la ausencia de Estados Unidos y se le da una buena colleja. Cuanto se normalice esta ausencia, mas se difuminará la influencia de Occidente en la región y más se fortalecerá la posición de China y Rusia como grandes líderes del bloque no Occidental. 

El segundo acto de este destacado despliegue diplomático y propagandístico tuvo lugar el miércoles 3 de septiembre pasado con ocasión de la celebración en Pekín del 80 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial con un impresionante desfile militar que todos hemos visto en las televisiones y nos ha inquietado. En mi querida plaza de Tiannanmen se ha realizado una exhibición de poderío militar sin precedentes evidenciando el nivel de desarrollo tecnológico alcanzado por China: aviones de combate super modernos, misiles de defensivos, armas supersónicas. Y es el resultado de la lograda modernización del Ejercito Popular de Liberación en todos los ámbitos gracias a que Xi ha conseguido reducir la corrupción que reinaba y que lo hacía inoperante.

Han desfilado intimidantemente miles de miembros de las fuerzas armadas. Además, Xi Jinping, ha organizado una campaña para cambiar la visión americana de la Segunda Guerra Mundial consistente en entender que la intervención norteamericana fue esencial en la derrota del nacismo. China quiere poner énfasis en que fueron precisamente los soviéticos y los chinos los que jugaron un papel determinante en la derrota del fascismo en Asia y Europa. Otro dato relevante han sido las líderes que ha acompañado a Xi Jinping en este momento de gloria. Por supuesto el presidente Putin como invitado de honor, pero también algunos de los líderes de los países más severamente sancionados en la actualidad por parte de la comunidad internacional. Lo mejor de cada casa.

Me refiero al inefable líder de Corea de Norte, Kim Jong-un que llegó en tren (en la más pura tradición de los dictadores asiáticos como Mao Zedong o Stalin que odiaban los aviones y se sentían seguros en suntuosos y blindados trenes; aunque la tradición se remonta a la Emperatriz Cixi que volvió del exilió interno a Pekín en un tren de 21 vagones) con su segunda hija (y todo han sido especulaciones de en dónde se coloca en la línea sucesoria). Tampoco podían faltar los presidentes de Myanmar e Irán. Narendra Modi hábilmente excusó su presencia (algo así como hizo el insuperable Silvio Berlusconi en las sesiones de fotos que luego se conocieron como las del trío de las Azores. Se dice que nunca salió en las fotos porque en ese momento estaba muy ocupado en preparar los negronis al resto de miembros del grupo; es verdad que Berlusconi no daba mucha importancia a su imagen pública; en fin). Este evento militar está cargado de una simbología más que evidente. Xi pretende demostrar su fuerza, su influencia y su capacidad para protagonizar un liderazgo global alternativo al occidental. Con Kim y Putin flanqueándole, Xi quiere mostrar que ya es un líder global. Y cabe concluir que lo está consiguiendo.

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