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LA OPINIÓN PUBLICADA

Los minutos de la basura de Miguel Polo y Carlos Mazón

Publicado: 20/09/2025 ·06:00
Actualizado: 20/09/2025 · 06:00
  • Carlos Mazón y Salomé Pradas en el Cecopi.
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La legislatura acabó el 29 de octubre de 2024. Hasta ese día, Carlos Mazón había vivido plácidamente en el Palau de la Generalitat. El president de la Generalitat consiguió rápidamente un pacto de investidura y de gobierno con Vox (que contribuyó, a su vez, a que el PP no lograse alcanzar el gobierno español unas semanas después) y luego gobernó poco más de un año sin iniciativas ni errores dignos de mención. Mazón cultivó su imagen de "tipo majo", que se comía Grillos en "El Merengue" y luego los quemaba corriendo maratones. Antes de la Dana, el único sobresalto tuvo que ver con Vox, que salió del gobierno de la Generalitat (y de las otras comunidades autónomas en las que había pactado con el PP) por una decisión estratégica adoptada, como todo en Vox (bueno, y como todo en el PSPV, tampoco vamos a ponernos exquisitos), desde Madrid. 

Pero Mazón mostró la medida de sus capacidades el fatídico día de la Dana. Primero, minusvaloró e incluso menospreció la amenaza. No hizo nada ni se dio por aludido, manteniendo una agenda sorprendentemente indemne a la gravedad de las alertas y de las inundaciones que ya a mediodía asolaban Utiel. Por la tarde, cuando la situación se tornó gravísima, estuvo desaparecido durante horas y horas. Cuando por fin apareció, ya era muy tarde. Y días después se descubrió, entre las mentiras y ocultamientos de la Generalitat, que había mantenido una reunión insólitamente larga, teniendo en cuenta el contexto, con la periodista Maribel Vilaplana para discutir un tema que no era en absoluto urgente.

Desde entonces, Mazón vive en otro escenario completamente distinto. Mazón es un cadáver político, por mucho que las insuficiencias de la esfera pública y -sobre todo- de la clase política española le mantengan en la presidencia de la Generalitat, contra toda evidencia. Porque, aunque Mazón no hubiera menospreciado a instituciones como la Universidad de Valencia y sus medidas de prevención, y no hubiera estado desaparecido esas horas, igualmente tendría que dimitir o ser destituido ante la incompetencia de su gestión. No sólo ese día, sino los siguientes, cuando las instituciones valencianas no acertaron a proteger y aportar algún tipo de sustento a las víctimas de la Dana, ni supieron organizar el operativo de respuesta a las emergencias (más bien dieron la sensación de estorbar a los ciudadanos que, por su cuenta, sí que se volcaron para ayudar). 

Mazón no ha dimitido y nadie puede destituirle, así que estamos, desde el 29 de octubre de 2024, en los minutos de la basura de la legislatura. Esta expresión hace referencia a cuando en un partido de baloncesto ya está todo decidido y es evidente que el que pierde no va a poder remontar, pero quedan aún varios minutos por jugarse. Los jugadores siguen, pero con el freno de mano puesto, sin intensidad. Se nota mucho que no se están jugando nada y que, en fin, todo el pescado está vendido. Pues aquí igual.

  • El presidente de la CHJ, Miguel Polo.

Desde entonces, de vez en cuando, parece que Mazón logra sacar un poco la cabeza, que las culpas se reparten con otras instituciones o colectivos, o que la incompetencia de la oposición llega a tal punto que parece verosímil incluso que logren perder contra Mazón en unas próximas elecciones (y no digamos ya si el candidato no fuera Mazón, si fuera, qué se yo, una barra inanimada de carbono). Parece que la presión se estanca, que Mazón mejora sus pésimas expectativas...Y entonces llega alguna información que vuelve a evidenciar lo que todo el mundo puede ver: el president es un cadáver político y sólo queda determinar cuándo se formalizará esta realidad. 

La semana pasada fue la carta de Maribel Vilaplana informando de que su reunión con Mazón se prolongó más allá de las seis y media y el vídeo de À Punt que demuestra cómo Pradas era quien dirigía la reunión del Cecopi y tomaba las decisiones. O, para ser precisos con el lenguaje, no tomaba decisión alguna, manteniéndose en un compás de espera eterno hasta que "alguien" le autorizase a enviar la dichosa alerta, que llegó muy tarde y mal. Y a estas alturas es difícil obviar quién era ese alguien, así como las frívolas razones por las que ignoró el peligro, lo menospreció, luego desapareció de la escena, y con su ausencia contribuyó más que nadie a agravar las consecuencias de la Dana.

Y esta semana se une a todo lo anterior la declaración ante la jueza de la Dana del presidente de la Confederación Hidrográfica del Júcar, Miguel Polo, que se ha explayado a gusto contra Pradas y Mazón, con su incompetencia y su parálisis, aportando de paso un testimonio más que muestra que quienes mandaban en ese fatídico Cecopi eran quienes tenían la atribución del mando: la consellera de Emergencias y su jefe, el president de la Generalitat.

Pero tampoco es que Polo pueda sacar pecho de su estelar actuación ese día: ha reconocido ante la jueza que hasta las 18.45 no tuvo ni idea de que se estaba desbordando el barranco del Poyo, y que no dijo nada -resumiendo- porque, total, para qué, si el daño ya estaba hecho. Es decir, que sus sistemas de medición no funcionaron y cuando por fin se enteró de lo que estaba pasando no se molestó en hacer lo único que tenía que hacer, que era trasladar esa información. Otro cargo público que está de más desde el 29 de octubre de 2024. Resulta Increíble también que este hombre siga en su cargo como si nada. 

Sin embargo, igual que la ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento, la incompetencia de los demás no legitima la propia. Sobre todo, si la propia, la del president de la Generalitat, es mucho mayor, mucho más determinante y continuada, y se manifiesta en gran diversidad de áreas. Por no hablar de que, tarde o temprano, cristalizarán las derivadas penales que por ahora esquiva por su condición de aforado.

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