La publicación de los últimos datos del INE sobre ocupación en apartamentos turísticos ha vuelto a poner sobre la mesa dos debates que el sector turístico español aún no ha sabido resolver con madurez: por un lado, la confusión persistente entre apartamentos turísticos y viviendas de uso turístico (VUT); por otro, la lectura superficial de las cifras, que celebra récords internacionales sin detenerse en lo que puede ser una señal de alerta: el retroceso o estancamiento de la demanda nacional.
En primer lugar, es imprescindible recordar que apartamentos turísticos y VUT no son sinónimos. Los apartamentos turísticos son establecimientos explotados en bloque, con servicios comunes y orientación vacacional.
Las viviendas de uso turístico (VUT) son viviendas completas cedidas temporalmente a terceros bajo arrendamiento de corta duración, inscritas individualmente en los registros autonómicos.
Ambas son modalidades regladas de alojamiento turístico, compiten exactamente igual, aunque no responden a las mismas motivaciones. Los apartamentos siguen atrayendo a perfiles más tradicionales, mientras que las VUT se han consolidado como respuesta a nuevas formas de viajar: turismo urbano, viajes de trabajo, población flotante o estancias flexibles.
Confundirlas no solo es un error conceptual, sino que distorsiona el análisis del mercado. Si la estadística de la encuesta de ocupación apartamentos turísticos del INE excluyen a las VUT —como ocurre actualmente—, cualquier conclusión sobre la evolución de la demanda estará inevitablemente incompleta.
Lejos de ser rivales irreconciliables, ambas modalidades compiten de manera natural y se complementan. Esta diversidad es uno de los grandes valores del modelo turístico español: permite ofrecer soluciones adaptadas a perfiles y motivaciones muy distintos, prolongar la temporada, distribuir mejor el gasto y atraer segmentos que de otro modo no viajarían.
En este contexto, las VUT no sustituyen a los apartamentos turísticos: los amplían, los enriquecen y los hacen más competitivos en un escenario global en el que el viajero demanda cada vez más flexibilidad, privacidad y experiencias personalizadas.
Por otro lado, España ha vuelto a batir un récord histórico en la llegada de turistas internacionales. La noticia es excelente y confirma el liderazgo global de nuestro país. Pero sería un error interpretar esa cifra como una victoria total sin analizar el contexto que esconde.
La realidad es que el turista nacional está viajando menos, pernoctando menos o ajustando su presupuesto de manera significativa. Este comportamiento, menos visible en los titulares, tiene profundas implicaciones. El mercado doméstico, es decir los residentes en nuestro país viajando por España, representa cerca del 50 % de las pernoctaciones totales y es clave para la desestacionalización, la estabilidad empresarial y la sostenibilidad del tejido turístico en destinos menos consolidados.
Cuando alcanzamos máximos históricos en llegadas internacionales pero el crecimiento no es paralelo en el mercado nacional, deberíamos preguntarnos qué está ocurriendo:
¿Se han encarecido tanto las estancias que el turista español ha decidido quedarse en casa?
¿Estamos adaptando nuestra oferta a la nueva realidad económica y social del país?
Estas preguntas son estratégicas. Ignorarlas nos lleva a aplaudir cifras que, si se analizan a fondo, podrían estar anticipando desequilibrios futuros.
Un análisis riguroso del turismo exige distinguir bien las modalidades alojativas y leer los datos de forma integral. Los apartamentos turísticos, las VUT y los hoteles son piezas complementarias de un mismo sistema, y el mercado internacional y el nacional son vasos comunicantes que deben analizarse juntos.
Reducir el debate a una sola categoría de alojamiento o a un único mercado emisor conduce a diagnósticos sesgados y a decisiones políticas ineficaces. En cambio, entender la complejidad del sistema turístico nos permitirá diseñar estrategias más adaptadas, políticas más equilibradas y medidas que garanticen la competitividad del destino sin comprometer la accesibilidad para el viajero nacional.
Conclusión: éxito sí, pero con mirada crítica
Celebrar el récord de turistas extranjeros es justo y necesario. Pero hacerlo sin preguntarnos por qué el mercado nacional no acompaña con el mismo dinamismo es perder una oportunidad para anticipar tendencias y tomar decisiones informadas. No es el auge del turismo extranjero lo que explica el retroceso del viajero nacional, sino la merma de su poder adquisitivo (inflación, vivienda, transporte, cesta de la compra y salarios estancados). Los españoles tenemos derecho a viajar, y ese derecho no puede vaciarse por motivos económicos; las vacaciones y el turismo son fundamentales para impulsar la sostenibilidad social —no un lujo— y cada vez más hogares renuncian o recortan estancias por falta de capacidad económica.
España tiene la oportunidad —y la responsabilidad— de liderar el turismo global desde el rigor, la inteligencia de datos y la diversidad de su oferta. Ese liderazgo solo será sólido si mantiene al residente en el centro, equilibrando el éxito internacional con un mercado doméstico vigoroso y accesible. Para ello, necesitamos menos titulares simplistas y más análisis profundo y políticas concretas que refuercen la demanda nacional sin penalizar la competitividad: incentivos a la desestacionalización y al turismo social, mejor conectividad y tarifas de transporte asequibles, y una oferta alojativa diversa. Solo así podremos seguir diciendo, con orgullo, que somos un país líder… pero también un país que entiende cómo y por qué lo es, y que protege el derecho efectivo a las vacaciones de sus residentes como pilar de su sostenibilidad social.
Silvia Blasco Benito es presidenta de la Federación Española de Asociaciones de Viviendas y Apartamentos Turísticos y otras modalidades de Alojamiento (FEVITUR) y de la Asociación de Viviendas de uso turístico y apartamentos turísticos de la Comunitat Valenciana (APTURCV)