Opinión

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Menfotisme

Publicado: 19/12/2025 ·06:00
Actualizado: 19/12/2025 · 06:00
  • Diana Morant.
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El PSOE confiaba en que la inutilidad, la desaprensión y la impudicia de Carlos Mazón fuesen las constantes de la fórmula con la que recuperar la Generalitat. Ahora que el expresidente está fuera de la ecuación, calentando un escaño, al socialismo valenciano le han saltado las costuras. Ha quedado con sus miserias al descubierto: sin discurso, sin proyecto y sin iniciativa. Y, por si todo lo anterior fuera poco, con la alforja cargada de menfotisme, corrupción y machismo.

 

El panorama es muy valenciano: de traca. El número 2 por Valencia y todavía diputado, José Luis Ábalos, permanece en prisión preventiva acusado de, entre otros delitos, cohecho, tráfico de influencias y malversación. Menos mal que venían a limpiar la corrupción.

 

Por otra parte, la delegada del Gobierno y secretaria de Igualdad del PSOE, Pilar Bernabé, se encuentra en el punto de mira por la clamorosa ausencia de respuesta del partido a las denuncias de sus afiliadas por casos de acoso sexual. Menos mal que se decían feministas y defensores de la dignidad de las mujeres.

 

Completa la escena la secretaria general, Diana Morant, que tiene la inoportunidad de no atinar con el discurso ni en el fondo ni en la forma. Buena muestra son sus últimas e histriónicas palabras sobre Ábalos, con quien compartió candidatura al Congreso hace escasos meses y que lleva medrando en el partido desde los años ochenta del pasado siglo. Es ahora cuando Morant se escandaliza y le define como “putero”.

 

Los asesores de Morant tienen el dudoso mérito de igualar, si no superar, la incompetencia de los amigos paniaguados que anduvieron adulando a Mazón hasta cinco segundos antes de su funeral político. Un ejemplo: utilizar como lema contra el PP el Volem votar proclamado por el independentismo catalán durante el Procés es absolutamente sublime.

 

En este contexto urge que los socialistas reflexionen por qué una dirigente arropada por la chequera y la pompa ministerial es incapaz de erigirse como alternativa creíble ante los ciudadanos. El hecho de que, pese a la dramática gestión del PP en la riada de Valencia, encuesta alguna otorgue posibilidad de gobierno al PSOE es todo un síntoma de la triste realidad que sufre la oposición.

 

Lo más grave, con todo, para el socialismo valenciano es el trato que el secretario general del partido y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, le está dispensando a la Comunitat Valenciana, y que está pasando extraordinariamente desapercibido. De haber alguien al mando del Partido Popular estaría recordando a diario que Sánchez no ha pisado la comarca de l’Horta Sud durante un año. Sí, un año. ¿Puede haber mayor desprecio a la población afectada por la mayor catástrofe natural del siglo en España por parte de quien dice presidir el país? Es más, ¿puede gobernar alguien que no se atreve a pisar la calle?

 

Con su inefable actitud, Sánchez demuestra la misma empatía con los damnificados por la Dana que su secretaria de Igualdad con las mujeres acosadas por machos socialistas. Presuntamente. Y eso que venían a gobernar para las personas. Presuntamente también.

 

El apego del federalista PSOE valenciano al amado líder nacional puede beneficiar en corto a quienes siguen cobijados por el manto salarial del cargo público. Pero no al partido y a quienes creen en la alternancia política apoyada en un ejercicio de oposición contundente, serio y solvente; fiscalizador, leal y propositivo.

 

Los socialistas valencianos deben comprender dónde radica el riesgo de su posición: los resultados electorales que no le valen para gobernar la autonomía sí le bastan a Sánchez para mantener el tipo y, con el actual reparto nacional de escaños, tener opciones de pactos con los que conservar el Gobierno. Los 13 diputados de ventaja que le conceden al PSOE las circunscripciones catalanas hacen que actualmente el resultado en las provincias valencianas sea casi irrelevante en el panorama nacional. Quizá esto explique el ninguneo constante de Sánchez, tolerado y aplaudido por sus súbditos en la región. Y también, claro, el trato que recibe una u otra autonomía.

 

La deriva hacia la que navega el PSOE valenciano proyecta la peor imagen posible en política: que no está cuando se le necesita. No comparece en los peores momentos, ya sea de puertas adentro o abiertamente ante las demandas de la sociedad a la que dice representar y servir. Es, en definitiva, el mismo pecado que cometió Mazón y su gobierno “de los mejores” (que deben seguir siéndolo a tenor de su mayoritaria continuidad en el Consell). Este menfotisme hace harto complicado encontrar algo decente que elegir y abona el campo con estiércol político para que florezcan populismos extremistas.

 

 

Juan Enrique Ruiz es periodista y profesor de Historia.

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