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LA OPINIÓN PUBLICADA

MPGA, Make Perrosanxe Great Again

Publicado: 28/06/2025 ·06:00
Actualizado: 28/06/2025 · 06:00
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La verdad, las cosas se le han puesto un poco cuesta arriba al presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez. Los trapicheos de "cuatro sinvergüenzas", en los que se da la circunstancia de que dos de ellos eran Secretarios de Organización del PSOE, han dejado a Sánchez al borde de la dimisión (todo lo al borde de la dimisión que puede estar un personaje como el presidente del Gobierno), van a tener, sin duda, un efecto electoral en las expectativas del PSOE. Y conviene señalar que las encuestas ya venían meses diciendo que, si hubiera elecciones ahora, PP y Vox sumarían holgadamente mayoría absoluta, y esto sucedía antes de que el escándalo Ábalos se convirtiera en el escándalo Ábalos-Cerdán. Ahora ya hay encuestas en las que ambas formaciones bordean los 200 escaños. ¡Si hasta Felipe González ha dicho que no votaría a Pedro Sánchez, cuando, a juzgar por sus declaraciones previas en los últimos años, seguro que le ha estado votando en todas y cada una de las convocatorias a las que se ha presentado Sánchez!

En resumen: la situación es desesperada para el Gobierno y sus posibilidades de revalidar una mayoría para una eventual investidura, muy escasas. Pero es ahí, en la adversidad, donde Pedro Sánchez se crece, o al menos se arriesga a ver qué pasa, que hay un sillón en juego del que derivan muchos otros sillones, y no está dispuesto a cederlo así como así. Lo hizo en 2016 al renunciar a su escaño en el Congreso para no tener que votar la investidura de Mariano Rajoy, lo hizo al adelantar elecciones en julio de 2023 tras la debacle autonómica y lo ha hecho ahora, cruzando el Rubicón de los vasallos del "Mundo Libre" liderado por Estados Unidos, en la pretensión del emperador, Donald Trump, de que los miembros de la OTAN alcancen el 5% del PIB en gasto militar.

Ya avisaba la semana pasada en esta misma columna de que a Sánchez le venía de maravilla erigirse en molesto líder respondón frente a Trump. Sánchez no tiene ningún incentivo para aceptar el delirio trumpista de renunciar a los servicios sociales básicos de un país para comprarle armamento a Estados Unidos (que en esto se resume tanta urgencia por incrementar el gasto armamentístico "frente a la amenaza rusa"), y sí todos los alicientes para posicionarse en contra y comenzar a obtener los réditos electorales, que los hay, y más si Trump, como parece, muerde el anzuelo y la situación se enquista.

Contribuye, y no poco, al cóctel sanchista soñado la aparición estelar del secretario general de la OTAN y ex primer ministro holandés, Mark Rutte, que encarna como pocos la actitud del que es fuerte con el débil y débil con el fuerte. Rutte ya pasó al estrellato de los villanos antiespañoles cuando se convirtió en el líder de los países europeos "austeros" que se negaban a aportar fondos para superar la crisis creada por el covid, una actitud con claras reminiscencias de desprecio y superioridad moral frente a los países del sur de Europa. Ahora, Rutte se ha vuelto a retratar con sus patéticos mensajes pelotilleros a Donald Trump. El presidente de Estados Unidos siempre está dispuesto a humillar a los que le rodean. En este caso, por la vía de evidenciar la pena y vergüenza ajena que da Rutte, a quien podríamos denominar a partir de ahora "Lengua de serpiente" en honor al personaje homónimo del Señor de los Anillos (que hacía lo que hace Rutte: pelotear patéticamente al que manda para mantener su carguillo y ponerse chulo con el que osa perturbar la paz espiritual del que manda).

Todo esto no servirá para que Sánchez le dé la vuelta a unas eventuales elecciones, pero sí le vale para retomar la iniciativa y encontrar asuntos en los que puede mostrar la utilidad de su figura a la sociedad. La prueba de que la resistencia al 5% del PIB para gastos de Defensa es una causa enormemente popular es que la oposición se ha puesto totalmente de perfil, Vox incluido. Y además, todo el mundo puede intuir que Alberto Núñez Feijóo nunca se habría atrevido a enfrentarse así con el emperador. Su estilo no es ese punto de chulería y desparpajo que siempre ha mostrado Sánchez. Núñez Feijóo haría lo que han hecho los demás líderes europeos: decirle que sí a Trump y luego no hacer nada de nada, como el maestro en la vía gallega a la alta política, Mariano Rajoy. Ni sí, ni no, sino todo lo contrario. Pero eso no queda tan bien en la foto política ante la ciudadanía, porque, aunque podamos intuir que el presidente del Gobierno no tiene intención de destrozar lo que queda del Estado del Bienestar para complacer a Trump, no podemos saberlo con seguridad. Con Sánchez, en cambio, sí lo sabemos, porque ya está Trump con sus amenazas para certificarlo.

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