Este año he tenido el inmenso honor de representar a la ciudad de Valencia como portadora de uno de los cordones de nuestra Real Senyera el día de todos los valencianos, el 9 d’Octubre. La alerta naranja decretada por AEMET nos impidió celebrar la Procesión Cívica y nos obligó a celebrar el acto en el interior de la Casa Consistorial. A pesar de ello, el orgullo y la emoción que he sentido es casi imposible de explicar con palabras. Lo guardaré en mi recuerdo para siempre.
Este orgullo profundo por nuestra bandera, nuestra cultura, nuestra lengua y nuestra identidad es compartido por la mayoría de los valencianos. Somos un pueblo único, fuerte, solidario y emprendedor. Pero a algunos les molesta esta fuerza y nos quieren debilitar con la vieja técnica del “divide y vencerás”.
En este sentido, un golpe reciente lo ha dado el ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno de España, José Manuel Albares, que decidió abrir en Europa una puerta para tres de las lenguas cooficiales —catalán, euskera y gallego—, pero cerrarla para el valenciano. Esa exclusión no fue un despiste: es una elección política que choca frontalmente con nuestro Estatut y con la realidad social de la Comunitat. Por eso, desde nuestras instituciones hemos alzado la voz. No pedimos privilegios, exigimos respeto.
Les Corts Valencianes han reprobado al ministro Albares, y a la ministra de Ciencia, Innovación y Universidades, Diana Morant —valenciana y secretaria general del PSPV—, por negar la entidad propia de la lengua valenciana. Su empeño en defender que la denominación catalán/valenciano es la correcta, es una evidencia clara de que Diana Morant y toda la comparsa que le acompaña están más cómodos representando a otro territorio y a otros intereses, pero no al nuestro.
El debate valenciano no se puede resolver con atajos semánticos o con artificios administrativos. El nombre importa porque protege una cultura, una historia, una tradición literaria y una identidad. El valenciano es lengua propia y oficial en nuestra tierra. Cuando un gobierno juega a la confusión con nuestra lengua, lo que está en juego es la dignidad de un pueblo.
El desprecio y ninguneo al valenciano de la Ministra que pretende representarnos le pasará sin duda factura. Más teniendo en cuenta que las traiciones no solo alcanzan la lengua: hablamos también de financiación, agua, ayudas estatales o apoyo a proyectos estratégicos. El sueño independentista de los Països Catalans está en la estrategia de Sánchez para mantenerse en el poder y lo más sangrante es que la izquierda valenciana no condena ni la discriminación ni la apropiación continua de lo nuestro.
Y no son los únicos. La aparición de pintadas e iconografía independentista en la sede de Lo Rat Penat no es una gamberrada más: es un ataque a una institución más que centenaria que encarna la defensa de nuestra identidad y cultura popular. No nos van a callar quienes piensan que la intimidación callejera o política les da la razón. El Ayuntamiento estará del lado de las entidades culturales valencianas, reforzando la protección de sus sedes y la persecución del vandalismo. La convivencia no se construye con pintadas de madrugada, sino con respeto.
Otra fórmula muy manida que también utilizan para debilitar lo que es lo nuestro, es inventarse símbolos nuevos para intentar sustituir a los que verdaderamente nos unen. Recuerdo la fallida cabalgata de las llamadas “Reinas Magas”, que quedó como una inocentada folclórica de mal gusto carente de toda tradición. Valencia no necesita nuevas marcas, necesita cuidar y poner en valor lo que somos: nuestra Real Senyera, nuestras tradiciones, nuestras fiestas y nuestro patrimonio.
Nos vamos a proteger actuando. Vamos a impulsar la defensa jurídica del valenciano en todas las instancias en las que sea necesario, por supuesto también en Europa. Vamos a actuar contra el vandalismo cultural: más vigilancia preventiva, coordinación policial y sanciones ejemplares contra ataques a sedes culturales y monumentos.
No vamos a permitir que nadie pisotee lo que nos hace únicos. Valencia debe caminar hacia adelante desde la libertad, la autonomía, la defensa de lo propio y el respeto que exigimos a los que dicen defender su autonomía, pero no respetan la nuestra. A los que insultan, a los que borran o reescriben símbolos, les responderemos con firmeza democrática y con orgullo. Porque la identidad valenciana no se vende. Se defiende y protege con la dignidad de un pueblo fuerte y unido.