Opinión

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EL BILLETE

¿Qué sabía el presidente y cuándo lo supo?

Publicado: 23/11/2025 ·06:00
Actualizado: 23/11/2025 · 06:00
  • Carlos Mazón, durante su comparecencia en el Congreso.
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Parece mayoritaria la idea de que las comisiones de investigación de los parlamentos no sirven para nada, idea que no comparto a pesar de que los integrantes de esas comisiones parecen empeñados en dar la razón a quienes así opinan. Siempre he defendido que sí que son útiles, aunque debo matizar: serían más útiles si los parlamentarios que participan en ellas hiciesen su trabajo.

Sus señorías deberían ponerse algún vídeo de las sesiones del Comité del Senado estadounidense sobre el caso Watergate para entender que una comisión de investigación no es un debate, ni una sesión de control ni, mucho menos, una tertulia política barriobajera como las que nos vomitan las televisiones públicas y privadas cada vez con más frecuencia.

De las comisiones de EEUU podrían aprender que de lo que se trata es de investigar qué ha pasado y qué responsabilidades políticas hay, independientemente de las judiciales. De ahí que los parlamentarios pregunten y los comparecientes respondan, como en un interrogatorio judicial.

Nada que ver con el formato tramposo de Les Corts en la Comisión de la Dana, que es una pantomima con una sucesión de monólogos que no aclaran nada. Y mucho que ver con el formato de la Comisión de la Dana del Congreso, malograda por la mayoría de los diputados y por una presidenta, Carmen Martínez, que no está a la altura.

Por cierto, tanto que se criticó que en la Comisión de Les Corts no se dejara entrar a los familiares de las víctimas, y resulta que en la del Congreso también estaban en la calle.

  • Hillary Clinton comparece en el Congreso en 2015. 

Podrían fijarse en que los comités –como se denominan en Estados Unidos– se toman su tiempo para intentar averiguar la verdad. Once horas duró la comparecencia de Hillary Clinton en el Comité del Congreso sobre el ataque al consulado de EEUU en Bengasi (Libia), que causó cuatro muertos estadounidenses.

Al inicio de aquella sesión, un congresista advirtió a Clinton que las familias de los fallecidos esperaban del Comité tres cosas: que no convirtieran la sesión en un partido de fútbol (americano), que averiguaran los hechos (find the facts) y que hicieran lo que estuviera en su mano para que no volviera a ocurrir. Quiero pensar que la mayoría de las familias de las víctimas de la Dana también esperan eso. 

Otra cosa que podrían copiar es que en EEUU el compareciente se sitúa por debajo o a la misma altura que los diputados y senadores, no por encima como en España. 

Recomiendo especialmente la sesión del 28 de junio de 1973 del Comité sobre el caso Watergate en la que el senador Howard Baker lanzó la pregunta "¿Qué sabía el presidente y cuándo lo supo?" al asesor de la Casa Blanca John Dean, testigo clave en la caída de Nixon

La pregunta de Baker, en tono pausado, sin gritos ni insultos, pasó a la historia tanto o más que la respuesta, hasta el punto de que Dean, el asesor interpelado, la utilizó años más tarde para dar su versión de los hechos en el libro The Nixon Defense: What He Knew and When He Knew It.

  • El senador Howard Baker, en el Comité sobre el Watergate. 

Lo que demuestra que un político que no soporte no ser el muerto en el entierro puede conseguir ser protagonista haciendo las preguntas más pertinentes, más incisivas, sin dejar de cumplir el cometido por el que la ciudadanía le paga el sueldo. No hay necesidad de degradar aún más al Congreso recurriendo a la astracanada o al insulto como hizo Rufián el día que compareció Mazón.

Una actuación, la de Rufián, que se resume en la frase que soltó al interpelado cuando este le pidió que le dejara contestar: "No me interesa". Si esta frase la dice un congresista de EEUU llamado a interrogar a un presidente también habría pasado a la historia, a la del surrealismo.

A Rufián no le interesaba averiguar la verdad porque la traía de casa. De hecho, se marchó en cuanto acabó su actuación. Creyó que los ciudadanos queríamos escucharle a él, en lugar de al compareciente, de manera que desperdició su tiempo lanzando soflamas y exhibiendo su perfil ante los fotógrafos.

No fue el único. La mayoría de los diputados malgastó su tiempo, incluido el del PP, César Sánchez, con un preámbulo de 17 minutos a su única pregunta, para la que dejó tres minutos para la respuesta, superado por Nahuel González (Sumar), que tenía ocho minutos para interpelar a Mazón y solo le concedió doce segundos para responder, o más bien para protestar porque no le dejaba responder.

Quien mejor entendió el formato y dedicó sus 20 minutos a interrogar a Mazón fue el diputado Gil Lázaro, de Vox, pero debió equivocarse de cuestionario y le leyó uno contra Pedro Sánchez, con lo que no sacamos nada en claro.

  • Gabriel Rufián, en la Comisión de investigación. 

La ineptitud de los diputados hizo que nos quedáramos sin saber muchos detalles que a la jueza le gustaría preguntar a Mazón: qué hizo cuando llegó al Palau, quién lo recibió, con quién estuvo hasta que partió hacia el Cecopi, cuándo y qué le dijo Salomé Pradas del Es-Alert, qué le respondió, qué órdenes dio cuando llegó allí, a quién o quién le llamó del Gobierno central, por qué no se coordinaron... 

Lo único nuevo que nos descubrieron en las más de tres horas de sesión, gracias a unas pocas preguntas aisladas, fue que Mazón acudió al restaurante con escolta y salió sin ella –no sabemos por qué, ya que prefirieron insinuar que preguntar–, que no entró en el parking y que no pasó por su casa antes de ir al Palau.

Mira si lo tenían fácil el PSOE y Compromís, personados en la causa, que solo tenían que pedir a sus abogados el cuestionario que le harían a Mazón en caso de que acabara siendo citado a declarar.

De la comisión de Les Corts no espero nada, por su formato. Pero en la del Congreso quedan muchas sesiones y muchos comparecientes, empezando por Susana Camarero y Vicente Mompó, este lunes, y acabando con el último de la lista, Pedro Sánchez, no sabemos cuándo, sospecho que nunca.

Sería de agradecer que los diputados aparcaran su desorbitado afán de protagonismo, se dedicaran a preguntar y dejaran a los comparecientes responder, a ver si así nos enteramos de algo más de lo que pasó aquel día. Por ejemplo, qué sabía el presidente y cuándo lo supo, justo lo que está indagando la jueza de Catarroja.

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